El llamado de Abram: un viaje de fe, parte dos.

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"El Señor dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes, la casa de tu padre y ve a la tierra que te mostraré.". Genesis 12. NVI.

Cada desafío que enfrentamos nos ayuda a desarrollar una parte fundamental de nuestro potencial. Este concepto se refleja en la historia de Abram, cuando Dios le instó a dejar su tierra, su familia y la casa de su padre para dirigirse hacia la tierra que le mostraría. Esta invitación representa la necesidad de salir de nuestra zona de confort en busca de nuestro verdadero potencial.

"El Señor dijo a Abram" ilustra la presencia de nuestro libre albedrío, ya que en este caso Dios no impone, sino que hace una invitación o llamado. Cuando se convida a algo, se reconoce que la otra persona tiene la opción de aceptar o rechazar la solicitud, en contraste, una exigencia no admite negativas. Sin embargo, el ser humano tiende a resistirse cuando se le ordena realizar una acción, especialmente en asuntos de preferencias, ya que prefiere sentir que actúa por elección propia en lugar de obedecer una orden.

La expresión "El Señor dijo" distingue claramente entre una invitación y una exigencia. Es decir, el proceso de desarrollar nuestro potencial es un llamado que nos beneficia a nosotros mismos, pero en ningún caso afecta a Dios. Por ende, si optamos acudir o no, solo nos transformamos o limitamos a nosotros mismos. Sin embargo, Dios, en su amor por nosotros, nos llama a que lo hagamos, ya que desea que adquiramos lo que verdaderamente nos beneficia.

"A la tierra que te mostraré" representa un destino desconocido, lo incierto, lo cual suele generar temor porque implica cambio. Generalmente, las personas anhelan la estabilidad y la seguridad que brinda la rutina. Sin embargo, los cambios nos conducen a nuevos y mejores lugares, aunque inicialmente puedan generar temor. Pero, como expresó Spencer Johnson en su obra "¿Quién se ha llevado mi queso?": "es más seguro buscar en el laberinto que quedarse de brazos cruzados sin queso". El miedo puede ser un obstáculo para desarrollar nuestro potencial, ya que nos lleva a imaginar un resultado negativo en situaciones donde podríamos tener éxito. Cuando el miedo carece de razones reales, solo nos obstaculiza. No obstante, es preferible tomar riesgos que quedarse inmóvil lamentándose. Cuanto más crucial sea en nuestra vida lo que nos restringe, más nos aferraremos a nuestra comodidad.

Dios no le indica a Abram su destino con claridad, pero el patriarca elige confiar y avanzar. Es crucial comprender que el éxito no llega sin dificultades; el llamado de Dios implica desafíos, pero es algo que vale la pena aceptar. En otras palabras, "A la tierra que te mostraré" representa avanzar con fe hacia nuestro propósito. No se trata de garantías visibles o tangibles para emprender una tarea, sino de esforzarse y probar para poder ver. Como lo expresó el Señor Jesús: "bienaventurados los que no vieron y creyeron" Juan 20:29 RVR (1995). Solo al dar pasos de fe podemos dejar atrás la comodidad. Por lo tanto, la distancia que recorreremos está determinada por nuestra fe, ya que lo único que nos limita para cumplir nuestro llamado es la falta de esta.

A menudo se asume que la vida consiste en alcanzar la comodidad, y se cree que cuanto más cómodos estemos, más felices seremos. Sin embargo, esta idea es errónea, ya que la comodidad no genera verdadera alegría debido a su naturaleza rutinaria y carente de desafíos. La realidad es que cuanto mayor es el placer, más esfuerzo se requiere para alcanzarlo. La comodidad no se iguala al placer; aunque pueda ser agradable y una experiencia sin dolor, no necesariamente es placentera, ya que el placer y el dolor están estrechamente relacionados. El sacrificio y el esfuerzo son el precio que se paga por obtener placer y por lograr cualquier cosa valiosa en la vida.

Por otro lado, permanecer en nuestra zona de confort nos impide percibir la realidad con claridad. Nos lleva a asumir que todo está bien, aislándonos del mundo y sus necesidades. Al vivir sin mayores complicaciones, tendemos a creer que para los demás también es así. Nuestra zona de seguridad nos hace centrarnos únicamente en nosotros mismos, y nos convence de no abandonarla. Es en este punto cuando preferimos ignorar el llamado de Dios, ya que hacerlo implica abandonar nuestra percepción del mundo.

Fuera de nuestra zona de confort, Dios nos revela la realidad que la comodidad nos oculta. Un ejemplo impactante se presenta en el documental "Campos de concentración nazi". Los civiles cercanos fueron invitados a visitar el campo de concentración "Buchenwald". Algunos de ellos sonreían en el trayecto, actuando como si fuera un paseo recreativo. Sin embargo, cuando fueron confrontados con las atrocidades del campo, sus expresiones cambiaron del regocijo al horror. La comodidad en la que vivían les había cegado ante las tragedias que sucedían a su alrededor, muchas de las cuales eran perpetradas por su propio gobierno.

A menudo, se anhela el éxito por los privilegios que promete, pero se ignora el esfuerzo necesario para alcanzarlo. Por eso, es más fácil renunciar que perseverar, ya que el éxito requiere salir de la zona de confort. Embarcarse en un camino desconocido demanda más valentía que la osadía necesaria para conquistar una ciudad. Sin embargo, debemos recordar que cuanto mayor es el desafío, más gratificante será la victoria. Un fuerte roble alguna vez fue una pequeña semilla, y todo ganador alguna vez fue un perdedor que no se rindió. Incluso el viaje más largo comienza con un primer paso. A veces, ese primer paso no nos lleva directamente a nuestro destino deseado, pero nos aleja del lugar en el que estábamos. Al final del día, si seguimos los caminos de Dios, todo saldrá bien. Y si las cosas no salen como esperábamos, significa que aún no es el final. Sin embargo, cada gran empresa comienza con un llamado: "Deja tu tierra, tus parientes, la casa de tu padre y ve hacia la tierra que te mostraré".

Gloria a Jesús

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