El Llamado de Abram: un viaje de fe

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"El Señor había dicho a Abram: 《vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán bendita en ti todas las familias de la tierra》."

Génesis 12.1-3, RVR, (1995).

El llamado de Abram es un legado que nos recuerda que nunca es tarde para forjar una historia extraordinaria con nuestra propia vida. "Lej Lejá" en hebreo significa "vete para ti mismo", lo que implica un viaje interior, un llamado personal que es conveniente atender y realizar. Dios le está diciendo a Abram que se aparte de su tierra y de su parentela, porque en esa separación encontrará la oportunidad de descubrir todo lo que Dios es capaz de hacer con un hombre que se atreve a obedecer y confiar.

Para progresar, es fundamental comprender que la verdadera mejora no se manifiesta cuando las circunstancias son sencillas. La facilidad, es más bien una señal de que nos hemos adentrado en una zona de confort. De hecho, si nos encontramos con un camino despejado y sin obstáculos, lo más probable es que no nos lleve a ningún destino significativo. Como mencionó Charles Spurgeon: "Los caminos fáciles hacen que los viajeros serán dormilones". Por lo tanto, el verdadero avance se logra cuando nos desafiamos constantemente con nuevas experiencias. En palabras de Spencer Johnson. "La vida se mueve y nosotros también debemos hacerlo (...) sino cambias te extingues".

Quedarnos en nuestra zona de confort por miedo a lo desconocido puede brindarnos una sensación de seguridad, pero a su vez nos priva de experimentar la plenitud de la vida. Vivir implica movimiento, es aventurarse a lo desconocido; es un constante proceso de descubrimiento que nutre nuestra alma. El miedo que surge al abandonar lo familiar y adentrarnos en lo desconocido puede ser abrumador, llenándonos de dudas y limitaciones. Sin embargo, si decidimos abrazar ese llamado con fe, nos embarcamos en el verdadero camino de la vida. Un camino lleno de sorpresas y desafíos, donde cada paso que demos nos entregará nuevas experiencias.

En esos momentos de incertidumbre, cuando no sabemos qué deparará el futuro, es cuando la fe resalta, ya que confiamos en que Dios nos brindará las fuerzas necesarias para superar todo lo que se nos presente en nuestro viaje.

Ser guiado por Dios es una invitación a despertar nuestro verdadero potencial. Sin embargo, resulta más sencillo ignorar su llamado que aventurarse en el viaje, porque avanzar implica renunciar, despojarse del pasado y de viejas formas de pensar. Significa abandonar las comodidades y las dependencias que hacen la vida más cómoda, pero que, al mismo tiempo, limitan nuestro crecimiento espiritual. En otras palabras, cuando Dios le dijo a Abram: "Vete de tu tierra", lo estaba instando a soltar todo aquello que le impedía dar lo mejor de sí mismo.

"Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre", Génesis 12:1, RVR (1995). Es el llamado, impulsado por la fe que trasciende hasta nosotros, instándonos a ir más allá de nuestras limitaciones autoimpuestas. Nos desafía a abandonar la comodidad, a desprendernos de todo lo que nos impide ver la tierra que Dios tiene reservada para nosotros, es decir, nuestra mejor versión. Quedarse en la zona de confort significa renunciar a alcanzar un gran destino y quedarse atrapado en el lamento de lo que podríamos haber sido, pero no fuimos.

Escapar de las limitaciones autoimpuestas es rechazar las excusas y aventurarse en la búsqueda de nuestro verdadero potencial. Este es el llamado de Dios a cada individuo, tal como le dijo a Abram: "Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré". Es un llamado que se extiende a cada ser humano.

"A la tierra que te mostraré", Génesis 12:1, RVR (1995). La palabra que resuena con más fuerza en las promesas de Dios a Abram es "bendición". Dios promete a Abram una bendición que superará todo lo que posee. Sin embargo, debemos recordar que Abram ya era extremadamente rico. A pesar de ello, hay algo que el dinero no puede darle: un hijo propio. Pero, esta no es la principal motivación detrás de su audaz empresa. Abraham no emprende este viaje solo para ver cumplidas las promesas, sino por su ferviente deseo de servir a Dios.

Es cierto que Dios anhela recompensar, y Abraham ve cada recompensa como un don divino, pero esta no es la fuerza impulsora detrás de sus acciones. Más adelante, se nos relata cómo Abraham está dispuesto a sacrificar lo más preciado que posee: Isaac, en quien reposan todas sus promesas. En otras palabras, su pasión por obedecer a Dios supera con creces todas las bendiciones que recibe. Enseñándonos que Abram solo sabe lo que debe dejar atrás, pero desconoce lo que le espera más adelante. No sabe a dónde lo llevará su viaje, pero tiene muy claro quién es el que lo guía.

Dejar atrás toda nuestra vida, abandonando lo conocido y la seguridad que nos brinda, a cambio de un rumbo completamente desconocido, es una decisión que solo un hombre de fe se atreve a tomar. Este poder, es lo que nos permite perseverar en la travesía, como lo demuestra el caso de Abram, quien "se fue, como el Señor le dijo" Génesis 12:4. Enseñándonos, que el verdadero valor no radica únicamente en escuchar la voz de Dios, sino en actuar conforme a su llamado.

Cuando Abram comenzó su llamado, tenía setenta y cinco años, una edad considerada anciana, pero su espíritu era vivaz. Resulta paradójico pensar que para la mayoría de los hombres esa edad marca el final de sus días, mientras que para Abram fue el comienzo de la mayor aventura de su vida. En una etapa en la que muchos hombres consideran que han vivido su vida por completo, Abram estaba empezando a vivir la suya. Esto nos enseña que en Dios no existe la pérdida de tiempo, solo reorganización de este. El día en que dejamos de soñar es el día en que morimos, es el día en que decidimos rendirnos y abandonar nuestra esperanza. Por lo tanto, hoy es el momento ideal para empezar. Como bien dijo Facundo Cabral: "No caigas en lo que cayó tu padre, quien se siente viejo a los setenta años, olvidando que Moisés lideraba el éxodo a los ochenta y Rubinstein interpretaba como nadie a Chopin a los noventa."

El versículo "Y salieron para ir a tierra de Canaán. Llegaron a Canaán" Génesis 12.5, RVR (1995) destaca la determinación de Abram y su esfuerzo por cumplir la voluntad de Dios, contrastándolo con su padre Taré. Mientras Taré había salido de Ur de los caldeos con la intención de llegar a Canaán (Israel), se estableció en Harán en su lugar. La comodidad y las promesas de prosperidad en esa tierra lo desviaron de su destino original, seduciéndolo con la idea del éxito económico y material. Este cambio de objetivo lo llevó a conformarse y adaptarse al lugar en el que se encontraba, quedando solo a mitad de su verdadero propósito. De esto aprendemos que el conformismo es un obstáculo declarado para nuestro crecimiento espiritual e intelectual.

El padre de Abram, Taré, se dedicaba a la venta de ídolos de madera, según lo afirman los sabios de Israel y lo confirma el libro de Josué 24:2-3: "Así dice el Señor, el Dios de Israel: "Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor, y servían a dioses extraños. Yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río y lo traje por toda la tierra de Canaán, aumenté su descendencia y le di a Isaac". En Harán, las prácticas idolátricas eran comunes, heredadas de los padres, lo que constituye uno de los motivos principales por los que Abram decide abandonar su hogar. Él estaba en búsqueda de la verdad y, a diferencia de su padre, no se conforma con las creencias idolátricas ni se deja llevar por la prosperidad material. Su motivación radica en el genuino deseo de cumplir la voluntad de Dios.

Continuará...

Gloria a Jesús. 

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