Uno, dos... Jala el gatillo

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Hoy no recuerdo que soñé, pero en mi mente apareció  un rostro y una frase cuando intentaba dormir. Así que iré haciendo lo que pueda. 

— Mira, solo cállate y dispárame -en su voz se notaba la urgencia. Sus ojos profundos y afilados generalmente parsimoniosos ahora estaban gritando por ayuda.

— No se suponía que murieras ahora, lo sabes. Te quedan cuando menos 45 años de vida. ¡¿Por qué quieres que te mate ahora?! -Ella temblaba mientras sostenía el arma. Su mente estaba confundida, no sabía cómo responder a lo que estaba pasando. 

— Ya no me importa eso. Moriremos los dos si no disparas ahora -tomó sus manos. La miraba con ternura y con decisión. Ella estaba al borde de estallar en llanto.

— Te amo, lo sabes ¿verdad? ¿Por qué me pides que te asesine ahora? 

— Eres la única persona en la que puedo confiar. Los planes han terminado mal y si no morimos ahora terminaré en manos de esos hombres...Viviré sin voluntad como una marioneta. -Suspiró. 

Ella lo miró, sabía de lo que hablaba pero confiaba en que encontraría una solución. Un estruendo sacudió en lugar. Ambos miraron hacia la puerta. Gritos ya se oían a lo lejos. 

— Tenemos que escapar. -Él tomó su mano y se dispuso a correr.

* — Si no lo sigues no podrás volver * Ella escuchaba voces en su cabeza. No quería pensar que era esquizofrenia o algo por el estilo. Usualmente respondían a lo que ella les pedía con pocas palabras cuando la ocasión ameritaba. 

— Ni se te ocurra correr -gritó una mujer vestida de negro en la puerta y les apuntó a los dos con esas armas tan particulares.

— ¡¡Abajo!! -Gritó él. Saltaron y dado que la estructura había quedado muy débil terminaron cayendo al piso inferior.

* — Yo solo viviré tres años más. . . * En silencio miró al sujeto que se levantaba frente a ella. Le tendió la mano. 

— ¿Estás bien? -Ella asintió- . . . -Le miró, suspiró-. Te dije que no te quería involucrar en todo esto, ahora no hay marcha atrás. 

— No hay problema, lo sabía desde un inicio. 

Se miraron, sonrieron ligeramente aunque no había tiempo de conversaciones. Caminaron un largo rato hasta que llegaron a la bodega. 

  — ¿En serio no me quieres disparar? -Le miró, suplicante una vez más. Trataba de convencerla, pero ella ya sabía que no era su momento de morir. No lo haría en ese momento ni en ese instante. Ninguno de los dos se salvaría, pero ninguno moriría. Era lo que se había dictado. 

— Te lo dije -susurró-. No hay manera en que des vuelta al destino -suspiró pesadamente y tomó su mejilla-. Aún si intentas morir hoy seguirás vivo mañana y el día después de ese. 

— ¿Cómo tienes tal certeza? 

— Lo vi -suspiró-. Tanto que me llamo Cassandra que puedo ver aquello que puede pasar, pero déjame adivinar -le miró, con una sonrisa triste-. No me creerás. 

— Te creo -sonrió y acarició su cabello-. Eres la única persona en la que confío -le abrazó-. Saldremos juntos de esto, ¿verdad? -Le miró, ella sintió una punzada en su pecho. 

— En realidad. . . 

Sus palabras se quedaron en el aire. Orificios enormes se empezaban a expandir  y de nuevo esa mujer con una tropa detrás les miraban fijamente. 

— No se escaparán esta vez. . . -Se preparó para disparar otra carga. El par se miró, sonrió ligeramente y abrieron la puerta de la bodega. Corrieron a sitios distintos tan rápido como pudieron. La horda de perros salvajes salió corriendo tras de todos. 

En mi etapa REMWhere stories live. Discover now