—¿Quién es usted? —inquirió la mujer mayor—. ¿Dice que la casa es suya?

  Maddox miró a la mujer y sintió pena por ella. Lucía enferma y parecía ser que su esposo era un desobligado que no tenía la mínima consideración por ellas.

—Soy Maddox Gaskell —dijo con seguridad—. Y su esposo apostó esta casa y la perdió. Tiene una deuda con el casino que regento que no podrá pagar ni con la casa.

   La mujer se llevó la mano al pecho y parecía a punto de darle algo.

   La joven corrió a ayudarla gritando pero Maddox y Hurs solo quedaron ahí parados.

   La chica se movió trayendo consigo un frasco de pastillas para darle una mientras la otra chica solo miraba a la nada y lloraba.

  Hurs se acercó a ella y se sentó a su lado pero aunque no lo miró se movió evidentemente asustada.

—Ella no ve —dijo la otra joven mientras auxiliaba a su madre.

—No pedí una reseña de ustedes —dijo Maddox y la joven lo miró furiosa—. Vayan consiguiendo donde vivir porque apenas giren la orden de embargo deberán abandonar. No pueden llevarse nada mas que objetos personales, los muebles se quedan.

—¿De cuánto es la deuda? —preguntó la madre.

   Maddox le pasó la copia del pagaré firmado y la mujer jadeo incrédula ante lo que leía.

   Brooke se giró a verlo con ojos llorosos que lo retaban a decir algo más.

—¡Si es todo ya puede largarse de aquí! —gritó y él enarcó una ceja—. Hasta que no tenga esa orden esta sigue siendo mi casa, así que ya mismo se larga de aquí.

   Comenzó a empujarlo con todas sus fuerzas fuera de la casa mientras él se dejaba, al final ella tenía razón pero no por eso dejó de estar sorprendido.

   Salieron mientras les cerraban la puerta detrás sin contemplaciones.

—Es brava —dijo Hurs divertido.

—La mocosa decías —respondió su amigo—. No es una hija, son dos y ninguna es una cría, de hecho yo las vi bastante creciditas de todos lados.

   Hurs sonrió y palmeó la espalda de su amigo, no sin antes reírse de su propio comentario.

—Creí que eran niñas. —Se defendió—. Está claro que no son ningunas pequeñitas, pero una de ellas es ciega.

—Que bueno —respondió Maddox—. Así no ve el rostro de angustia de sus familiares ni ayuda en nada.

—Eres el diablo —dijo Hurs y su amigo sonrió divertido por la analogía.

  Se subieron al auto de Maddox y condujeron de nuevo al club, esta vez solo para dejar a su amigo e irse a casa.

  Hurs aseguraba tener pendientes que terminar así que solo lo dejó y se fue a casa.

  Hurs aseguraba tener pendientes que terminar así que solo lo dejó y se fue a casa

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Complacer al diablo. (serie El club de los desterrados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora