Al finalizar la clase terminé de anotar las últimas palabras del profesor y comprobé que parte de los estudiantes ya se había ido pero Atary permanecía sentado con total parsimonia, guardando sus cosas en su oscura y sencilla mochila.

Miré a mi alrededor y suspiré para mis adentros, tratando de mentalizarme sobre que nadie se burlaría de mí y estaba haciendo lo correcto porque hay que saber valorar y agradecer los buenos actos de las personas.

Me acerqué con cautela hasta donde se encontraba sentado y jugueteé con mis mangas antes de lanzarme a hablarle, era realmente complicado pues las piernas me temblaban como gelatina y sentía sudores fríos recorriendo mi piel.

—¿A-atary?

Al escuchar mi voz vacilante elevó su rostro y me quedé atrapada al observar como sus pupilas se dilataban, produciendo un efecto hipnótico pero, sobre todo, cuando tragó saliva y aprecié como descendía su nuez de Adán.

—¿Sí? —preguntó con esa voz ronca y arrastrada tan magnética que tenía.

—Y-yo...gra-grac...

—¡Laurie!

Me sobresalté al escuchar una voz chillona y nasal proveniente de la entrada de la clase y comprobé que se trataba esa chica que había decidido humillarme y tomarla conmigo sin conocerme de nada. Roja por la vergüenza, supuse que tenía interés en Atary y yo estaba entorpeciendo su camino sin desearlo.

Quise escapar de allí y salir huyendo pero mis pies no me lo permitieron. No estaba preparada para que me humillara de nuevo y mucho menos en presencia de Atary. Pensaría que soy una chica tonta e insegura que no sirve para nada.

—Así que estás aquí —continuó ella clavándome sus uñas de porcelana en el brazo—. Estaba buscándote para invitarte a la fiesta que va a celebrar una de mis amigas. Tú también estás invitado —añadió mirando a Atary, pestañeando sin parar.

—Gracias pero no. Tengo cosas que hacer —respondió con un tono monótono, levantándose de su asiento con la mochila a cuestas.

Al quedarse de pie junto a nosotras aprecié que nos sacaba como dos cabezas de altura y el aroma que albergaba su jersey negro penetraba mis fosas nasales, relajando la tirantez de mi cuerpo sin ni siquiera darme cuenta.

—Una lástima... Katalin asistirá ¿Y tú? —preguntó ella mirando en mi dirección, elevando una ceja.

—Y-yo...yy-o...

—Ella tampoco va a poder —sentenció él—. Tenemos que hacer juntos un trabajo.

—¿Un trabajo? Pero si no...

—No sabía que ahora controlabas mi vida —le respondió tajante—. Y te agradecería que dejaras de hacerlo, Sophie, es molesto y perturbador. No me gusta que me acosen —y añadió antes de desaparecer—. Te tolero por ser amiga de Katalin, nada más.

Asombrada por el rumbo que había tomado la conversación y como la chica se había puesto roja por la furia o la vergüenza, decidí apresurarme para seguirle. Si me quedaba quizá se desahogaría conmigo y me humillaría todavía más, algo que Atary no podría controlar porque había decidido marcharse.

—¡A- Atary! —chillé ruborizada al ver que iba a desaparecer por uno de los pasillos—. ¡Es-espera!, por...por favor.

Complacida, observé como se detuvo y esperó a que me quedara a su lado para continuar su ruta hasta la siguiente clase. Su cuello tenía una vena hinchada que le otorgaba un aspecto más amenazante del que ya tenía y parte del tatuaje que se asomaba por la zona libre de su cuello brillaba con fuerza ante las luces situadas por el pasillo.

Atary [Pecados Capitales] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora