Diagnóstico

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Las hermanas Loud por lo general no se llevaban bien con los lugares silenciosos. Eran muchas chicas jóvenes y enérgicas, cuyo estilo de vida las había vuelto ruidosas por naturaleza. Rara vez se encontraban sin algo que hacer, y sus actividades normalmente atentaban contra la paz del lugar donde se encontraran. Eso explicaba en parte lo mal que se sentían. Tantas horas sentadas, teniendo que hablar en susurros y sin poder hacer nada más que esperar las estaba afectando. Sin embargo, más que nada, lo que las afectaba era el hecho de que todas estuvieran en la sala de espera sin noticia alguna de su hermano Lincoln.

Lori revisó su teléfono. Faltaban quince minutos para las cuatro de la tarde. Habían llegado al hospital casi cinco horas atrás, con Lincoln inconsciente. Al parecer, había estado jugando al fútbol con Lynn cuando recibió un pelotazo, tras el cual se había desmayado. Cuando no pudo hacerlo reaccionar, Lynn entró en pánico y comenzó a gritar. Algunas personas del parque se acercaron a ayudarla y llamaron a una ambulancia. Lola y Lana vieron que la gente se reunía, y cuando se enteraron que era sobre Lincoln, corrieron en busca de sus padres, separándose en algún momento para encontrarlos más rápido. Lori estaba tratando de alejar a Leni de unos adolescentes desesperados por atención femenina cuando vio a Lana. La pequeña corría gritando por sus papás, llorando. Muy preocupada, la mayor de las hermanas Loud se acercó.

— ¡Lana, ¿qué paso?! —Preguntó, sumamente preocupada, agachándose para revisar que no estuviera lastimada.

—E-Está s-s-sangrando y... y... n-no desp-p-pierta —le dijo entre sollozos, mientras las lágrimas continuaban cayendo por sus mejillas y trataba de limpiarse la nariz con el dorso de la mano.

— ¡¿Quién?!

—L-L-Lincoln —dijo, lanzándose para abrazar a su hermana.

Lori literalmente arrastró a Leni lejos de los chicos y fue corriendo hacia donde Lana le dijo. Cuando llegó junto al pequeño grupo de personas, su corazón se salteó dos o tres latidos, pues en efecto su hermano estaba allí en el suelo, claramente inconsciente y con un hilo de sangre saliendo de su nariz.

Sus padres ya estaban ahí, junto a Lola, Lily y Lisa, tratando de calmar a Lynn. Ella les quería explicar lo que había pasado, pero estaba llorando y no lograba hacerse entender. Enseguida llegaron Luna, Lucy y Luan, que desde lejos oyeron llorar a Lana y vieron el pequeño alboroto. Las diez hermanas estaban claramente nerviosas y preocupadas, incluso Lily lloraba. Los padres no estaban mucho mejor, pero querían tranquilizar a sus hijas. Afortunadamente la ambulancia llegó increíblemente rápido, e inmediatamente trasladaron a Lincoln al hospital más cercano.

A partir de ese momento, el tiempo se ralentizó. Cada minuto se volvió una pequeña eternidad. Casi cuarenta minutos después de que hubieran llegado, un doctor finalmente se acercó para decirles cómo estaba Lincoln. El pobre matriculado se vio rápidamente acorralado contra la pared cuando las diez hermanas lo rodearon, bombardeándolo con preguntas acerca del estado de su hermano. Lisa incluso le arrebató las planillas que tenía y comenzó a leer los resultados del análisis por sí misma, hasta que el señor Loud impuso su autoridad como padre para separarlas y les ordenó tajantemente a que se sentaran y se callaran. Con espacio para respirar nuevamente, el doctor les aclaró que Lincoln estaba estable, pero anestesiado. Aún desconocían la causa del desmayo, así que pidió autorización para realizar unos exámenes generales. Los padres accedieron rápidamente, y le preguntaron cuándo podrían verlo. El doctor les dijo que tendrían que esperar a que finalizaran los exámenes y el efecto de la droga, y eso llevaría algunas horas.

Así que la familia Loud se instaló en la sala de espera y esperó. Y esperó. Y esperó. Cinco largas horas en silencio, preocupados. Lori miró a su alrededor. Leni se miraba en un espejo de manos, pero su mente claramente estaba en otro lugar. Luna tenía un brazo alrededor de los hombros de Lynn, quien abrazaba sus rodillas contra su pecho. Luna y Luan trataban de animarla, aunque ellas también se veían alicaídas. La última no había hecho ni siquiera una broma desde que habían llegado al hospital. Lucy tenía en sus manos una de sus novelas de vampiros abierta en la misma página desde hacía casi media hora, mientras Lisa mencionaba en voz alta todas las posibles causas del desmayo de Lincoln y sus respectivos tratamientos. Las gemelas, por su parte, estaban todavía asustadas por haber visto a su hermano inconsciente en el suelo y con la cara llena de sangre. Estaban sentadas juntas, Lola apoyando su cabeza sobre el hombro de Lana, sin importarle que su peinado perfecto se estuviera ensuciando con el polvo de la gorra de su hermana.

Réquiem por un LoudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora