CAPÍTULO•4. (II).

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Es casi la hora de la cena, cuando la enfermera Kell viene a buscarme, diciendo que la Dra. Warren ha negado mi solicitud de comer en mi habitación. La enfermera me ayuda a vestirme porque todavía estoy
atontada de mi sesión de terapia. No estoy segura de haber tenido un momento lúcido desde que llegué al Programa.
La enfermera Kell sostiene mi brazo mientras caminamos hacia el comedor, y
el moverse en realidad ayuda a que me despierte un poco. Trato de recordar qué
sucedió en el día, pero todo es un borrón.
―Dejen de drogarme ―murmuro―. Es demasiado fuerte.
La enfermera Kell se ve afectada.
―Oh, querida. Bueno, sin duda se lo mencionaré al Dr. Francis. Tal vez pueda cambiar tu dosis.
―Sí ―digo, tirando de mi brazo del suyo, ahora que puedo permanecer de pie por mi cuenta―. Estoy segura de que él lo hará. ―Me doy la vuelta y me dirijo hacia la línea de servicio, dándole un vistazo a las diferentes comidas dispuestas en las bandejas. No quiero comer. No quiero hablar. Lo que quiero es tomar esta bandeja
y romper cosas con ella, pero sé que eso no me va a llevar a casa más rápido.
Agarro mi comida y me dirijo hacia una mesa en la esquina y me siento. Quiero ir a casa. Sólo quiero ir a casa.
―¿Vas a comer o eres de esas a las que les gusta pasar hambre?
Levanto la vista para ver al chico de la sala de esparcimiento, el que me dio un pretzel, de pie al final de mi mesa con una bandeja.
―¿A las que les gusta pasar hambre?
Se encoge de hombros.
―Es bastante común por aquí.
Echo un vistazo alrededor, notando que varios pacientes simplemente están
empujando sus comidas con cucharas de plástico. Tiene sentido, supongo. Sin voluntad de vivir, ¿para qué comer?
―¿Cómo puedo resistirme a un menú como este? ―murmuro, mirando hacia
abajo a mi plato. Hay trozos de carne y patatas en salsa, junto con un extra de brócoli y gelatina naranja.
El chico se ríe.
―¿Así que eres chistosa? Eso es refrescante. ¿Te importa si me siento?.
En cualquier caso, realmente no me importa, así que sólo me encojo de hombros. El chico saca la silla frente a mí y luego exhala profundamente.
―Me llamo Realm ―dice.
―¿Realm? ―Lo miro.
―Es Mike Realm, pero todo el mundo me llama Realm.
―Entonces, ¿puedo llamarte Mike?
―Nop.
Mi boca se retuerce con una sonrisa, pero de inmediato enderezo mi expresión.
―Está bien a veces ―dice Realm, sacando el panecillo de su bandeja e introduciéndolo en el puré de papas―. Tu rostro no se romperá si sonríes.
Le echo una ojeada. Su cabello es una locura, pero ahora veo que está estilizado
de esa manera. La cicatriz en su cuello se destaca color rosa contra su piel, y aún tiene sombras bajo sus ojos como si hubiera estado dentro por mucho tiempo. Pero él es lindo... estoy segura de que en circunstancias normales lo es.
―Si sonrío pensarán que llegaron a mí.
Realm se detiene antes de responder.
―¿Y eso es algo malo? ¿Quieres quedarte aquí?
―No. Pero no quiero que ganen, tampoco.
―Ah, bueno, dulzura. Vas a tener que decidir qué quieres más si estás
pensando en ir a casa. ―Toma un bocado, masticando lentamente antes de hablar
conmigo otra vez―. ¿Cómo te llamas? ―pregunta―. Traté de robar tu historia
médica, pero me atraparon.
―¿Ibas a robarla?
Él asiente como si estuviera orgulloso.
―Me llamo Sloane Barstow, pero puedes llamarme Sloane.
―¿No puedo llamarte Barstow?
―Nop.
―Está bien.
Realm no continúa, y termina su comida en silencio mientras yo empujo la mía.
―Si comes más ―dice, limpiándose la boca con una servilleta de papel―, los medicamentos no te afectaran tanto. Supongo que te tienen bastante drogada.
Manteniéndote bajo control.
―Viendo que no puedo recordar grandes cantidades de tiempo, probablemente tienes razón. ―Tomo un bocado de mi puré de papas ahora frío.
―¿De qué color son las píldoras que tomas? ―pregunta, inclinándose hacia adelante sobre los codos.
―Roja antes de la terapia, la amarilla después.
Él asiente y mira hacia otro lado, jugueteando con el dobladillo de su ropa
clínica.
―Y luego ―continúo―, está lo que el Cuidador me da.
Realm levanta la mirada repentinamente e inclina la cabeza.
―¿Qué? ¿Qué quieres decir?
Tomo un sorbo de mi leche y volteo la mirada hacia donde está parado el Cuidador de cabello oscuro, sin mirarme, por una vez.
―Ese que está en la puerta ―digo detrás de mi taza―. Él me inyecta con sedantes.
―¿Qué? ―dice Realm en voz lo suficientemente alta como para ganarse
algunas miradas―. ¡Ese idiota! ¿Qué te está dando?
―No sé exactamente ―digo―. Pero eso más o menos me noquea donde esté.
Realm agacha la cabeza mientras baja la voz.
―¿Estás hablando en serio acerca de esto?
Me burlo.
―¿Por qué iba a mentirte? ¿Para impresionarte con mis cuentos de desventuras del Programa? Sí. Él me inyectó el día que llegué aquí, y de nuevo en el pasillo después de la terapia. No lo he visto hoy, al menos no hasta ahora.
―Sloane ―susurra Realm, sus ojos oscuros con un tono diferente por la preocupación―. Si lo hace de nuevo, si te hace daño, tienes que decirle a la Dra.
Warren.
―Lo intenté. Pero ella...
―Dile que yo te obligué a decírselo. Ella me creerá. ―Realm mira a su alrededor entonces, notando que otros han terminado su cena y se dirigen a ver la televisión o a jugar a las cartas―. Debería irme ―dice como si no quisiera―. Pero recuerda, la invitación a jugar cartas sigue en pie, ¿de acuerdo?
Asiento, habiéndolo olvidado hasta que él lo mencionó. Observo mientras se va y noto que se sale de su camino para pasar por delante del Cuidador. Cuando lo pasa, Realm lo ve de reojo con una mirada asesina, y por un segundo creo que va a meterse en una pelea. Pero en su lugar, el Cuidador de cabello oscuro, aquel al que temo, se aleja de la pared y sale de la habitación.
Es extraño que Realm tenga ese efecto en él, pero por otro lado, tal vez ellos se han metido en esto antes. Realm parecía muy enojado cuando mencioné al Cuidador
drogándome. Decido entonces que Realm es alguien a quien debería mantener cerca
durante un tiempo. Por lo menos hasta que sepa cómo abrirme camino en El Programa por mi cuenta.
―Lo conseguiste ―grita Realm en el instante en que me detengo en su mesa
de juego improvisada. Los otros chicos levantan la mirada hacia mí con ojos impacientes, pero finjo no darme cuenta. Realm empuja al niño más cercano a él y
agarra una silla para mí, deslizándola en su lugar.
―Yo estaba sentado allí ―dice el otro chico.
―Y ahora no lo estás. ―Realm recoge todas las cartas, a pesar de que parecía como si estuvieran a mitad de la mano. Comienza a barajarlas de nuevo. Me siento al lado de él, sintiendo sobre mí las miradas de todos en la mesa.
―¿La dejaste a ella unirse y no a mí? ―La voz de una chica atraviesa el aire.
Una pelirroja se encuentra frente a mí, apuntando su dedo en mi dirección―. ¿Creí
que habías dicho sin nuevos miembros, Realm?
Él inclina la cabeza como si estuviera tratando de disculparse, pero escucho al
chico a mi lado reprimir una carcajada.
―Mi querida Tabitha ―comienza Realm―, ya te he dicho que somos muy exclusivos. Pero te prometo, que si Sloane se retira, puedes tener su lugar.
Ella me lanza una maliciosa mirada asesina.
―Oh, yo... ―comienzo a decir a medida que me levanto, pero Realm atrapa mi muslo y me mueve con cuidado de nuevo hacia abajo. Cuando miro a Tabitha de
nuevo, sus ojos están enojados.
―Lo que sea. De todos modos ustedes son un grupo de perdedores.
―Un placer charlar contigo, Tabby ―dice en voz alta uno de los chicos en la mesa cuando ella se aleja.
―No te preocupes por ella ―dice Realm mientras reparte la mano―. Siempre es maliciosa, y no, no te va a hacer algo horrible después. Lo va a olvidar. Siempre
lo olvida, es por eso que no la dejamos jugar. Nunca puede recordar las reglas.
Algo sobre la frialdad en su declaración me golpea, y estoy lista para salir corriendo. Realm debe notarlo porque me mira.
―Es un efecto secundario de su intento de suicidio. Ella tomó Muerte Rápida y, a pesar de que la reanimaron, tiene cierto daño cerebral. Está cada vez mejor, sin embargo, que es por lo que me recordó diciendo que no puede jugar. Pero apuesto veinte dólares a que mañana estará aquí de nuevo preguntando por qué tú puedes jugar y ella no.
―Suficiente chismorreo ―dice el chico a mi lado―. Reparte las cartas.
Realm le sonríe, y luego agarra un pretzel y lo equilibra entre sus labios.
―Muchachos, esta es Sloane. Se mira y no se toca.
Todos se ríen, lanzándole miradas extrañas a Realm, y me pregunto si de alguna manera he sido reclamada. Pero entonces Realm me presenta a Derek y a Shep. Parecen bien... aunque el hedor corporal de Shep es un poco fuerte a mi lado.
Tiene quince años, y Derek tiene diecisiete años. Todos han estado aquí cerca de tres
semanas, con la esperanza de salir en seis. Por lo que puedo notar se ven bastante
equilibrados, a parte del hecho de que Shep se está rascando distraídamente el muslo
hasta el punto en que creo que se va a sacar sangre por debajo de su ropa clínica.
Realm me ofrece un pretzel, pero niego.
―Entonces, ¿cuál es el juego? ―pregunto cuando recogen sus cartas. Realm sonríe, sin mirarme.
―¿Cuál más? Mentira.
Todos empiezan a reír, y recuerdo el juego de la secundaria. James, Brady y yo nos sentábamos alrededor de la mesa de mi cocina y jugábamos cuando mis padres estaban fuera. A veces Lacey venía y se unía a nosotros.
James solía ser el maestro en este juego. Él sabía muy bien cómo actuar y nos engañaba a todos para gritar mentira, sólo para demostrar que estaba diciendo la verdad. Al pensar en eso ahora, mis cartas se agitan en mi mano.
―¿Sabes cómo jugar? ―pregunta Realm.
Asiento, pero no puedo responder.
―¡Mentira, Sloane! ―gritaba James, golpeando su mano sobre la mesa―. ¡Eres
la peor mentirosa del mundo! ―Él y Brady se reían histéricamente, y yo ni siquiera
me molestaba en voltear mis cartas. Sólo recogía la baraja. Llegaba a un punto en el
que no trataba de mentir porque James siempre me atrapaba. Cada vez.
―Tu turno ―dice Realm, empujando mi codo.
Le echo un vistazo a mi mano, y veo que se supone que tengo que salir con un diez. Tengo el diez de bastos, pero saco un dos de diamantes y lo pongo en la mesa.
―Un diez ―digo.
Sólo hay un breve momento de silencio antes de que Shep se mueva junto a mí.
―Una jota ―dice. Derek sigue después de él y el juego continúa, pero me quedo mirando mi diez.
Ya no hay nadie que me deje en evidencia por mi mentira.

THE PROGRAM. #1. [terminada].Where stories live. Discover now