Prólogo

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Narra Maddie.

-¡Vamos, Addie! ¡¿O es que quieres que perdamos el vuelo?! -grité mientras aplicaba más brillo labial al anterior que ya se estaba evaporando. ¡Por dios, tienen que inventar un labial que no se evapore a las cinco horas! ¡Debería ser ilegal que no existieran tales cosas! Saqué la polvera en la que tenía mi acostumbrado color de rubor, y me pasé la brocha por las mejillas, obteniendo el color que quería. Y Addie seguía sin aparecer, maldita sea.

-¡Adison Collins! ¡O vienes o te voy a buscar y te traigo de las extensiones! -Escuché una risita proveniente de su habitación. La muy perra me había escuchado y sin embargo tardaba para hacerme enojar. Cerré la polvera, y me miré al espejo, acomodé mis bucles, y cuando acabé, fui pisando fuerte con mis tacos hasta la habitación de Addie. Estaba frente a su espejo, aplicándose una capa de rímel en las pestañas. Rodé los ojos.

-¿Cuántas veces voy a decírtelo, Addie? ¡Tus pestañas jamás se arquearán como las mías! -repliqué. Ella se rió.

-Maddie, Maddie -negó con la cabeza- ¿Cuántas veces voy a decírtelo? ¡Deja de alardear tus malditas pestañas perfectas, hueca!

Ambas nos largamos a reír.

-¿Hueca? Ese será otro apodo que debo anotar.-pensé en voz alta. -Debe ser el apodo número cincuenta que me pones...

-Calla, cerebrito de modelo. -dijo Addie, y guardó su rímel en su bolso. Le sonreí, y observé sus maletas.

-¿Ya tienes todo listo, Addie? -pregunté. Ella pareció repasar su lista de cosas mentalmente. Creo que ya sabía esa lista de memoria.

-Sí, Maddie, todo listo.

Fuimos al aeropuerto juntas en un auto al cual le contratamos un chofer, aunque sí sabíamos conducir. Al llegar, el chofer cargó con nuestras maletas hasta que se despidió de nosotras en la sala de embarque.

Observé a Addie que lucía súper emocionada, y tenía una cara de “felíz cumpleaños” tremenda.

-Anunciamos el arribo del vuelo número 345 con destino a Roma. –sonó por el altavoz del aeropuerto. Ambas nos miramos, y sonreímos.

Una vez avistado el avión, y que nos revisaron y pasamos por los detectores de metales, nos dejaron subir. Claro que nos sentábamos juntas, y el viaje prometía un par de horas.

Al despegar tuvimos que mantenernos sentadas, pero eso nos dio la oportunidad de hablar.

-¿Qué crees que nos aguarde en Roma, Maddie? –preguntó mi rubia amiga. Sonreí muy amplio.

-Una gran aventura, Addie. Estoy segurísima, será un viaje inolvidable.

                                                              

Locura en ItaliaWhere stories live. Discover now