OCHO

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—Tener veinte centímetros en tu boca, moviéndolo de adentro hacia afuera con rapidez—soltó una risilla que me hacía empuñar las manos aún más—, líquido blanco por toda tu boca

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—Tener veinte centímetros en tu boca, moviéndolo de adentro hacia afuera con rapidez—soltó una risilla que me hacía empuñar las manos aún más—, líquido blanco por toda tu boca.

Tosí para recomponerme.

—Pero no aguantas nada—se burló.

—No jodas Zack.

—¿No puedo narrar como te cepillas los dientes? —preguntó con fingida inocencia.

Esto era más incómodo de lo que había imaginado, donde sea que llevaba mi mano también iba la de Zack. Eso sin mencionar que iba a ser una tortura hasta el siguiente día. Terminé de cepillarme y era el turno de Zack de hacer lo suyo.

—Con cuidado.

Bajó el cierre de su pantalón y pretendí que mi mano no estaba cerca de su amigo. Con mi mano libre tapé mis ojos y mentalmente empecé a tararear una canción para no escuchar a Zack orinando.

—¿Y si quiero tomar una ducha? —preguntó—, ¿Y cómo me sacaré la camiseta?

Rodé los ojos y lo arrastré a mi habitación.

—Tendrás que ir a la escuela con la misma camiseta.

Me saqué los pantalones y me puso los del pijama, me quité el corcel quedando en sostén. Zack imitó mis movimientos, se quitó los pantalones y se quedó en bóxer.

—Oye, ponte el pantalón—dije con los labios fruncidos.

—Da gracias, me gusta dormir desnudo—me guiñó.

Miré dos de mis cajones en el suelo, todo el contenido regado por el piso. Dudaba que JJ lo hubiera hecho, nunca entraba a mi habitación. Sacudí mi cabeza intentando que las ideas paranoicas se quedaran en mi cabeza. Quité las sábanas de la cama y nos acostamos boca arriba. Ladeé la cabeza para encontrar a Zack a punto de decir algo.

—¿No volverás a hablarle a Lucy?

—¿Qué tú crees imbécil?

—Ustedes son tal para cual—colocó su mano libre bajo su cabeza y miró el techo—, no puedes perder una amiga por alguien que ni siquiera te importaba. Lucy está chiflada pero todos merecemos una segunda oportunidad.

—Te engañó.

Zack en definitiva estaba loco, hablaba como si no le doliera que lo haya engañado.

—Todos somos humanos, fallamos.

—¿Es que no la amabas? ¿No sientes que te arrancó el corazón?

Juraba que Zack vio en mis ojos dolor, y no el suyo precisamente, esquivé su mirada y me concentré en la nada.

—Creí que lo nuestro iba a durar para siempre, pensé que era de esas chicas que solo encontrabas una vez, me hacía querer ser el mejor—suspiró—Dios, hasta ingresé nuevamente a la puta escuela, pero no me voy a matar... creo que con el tiempo encontraré alguien que me haga sentir lo mismo o hasta más.

Romeo, no soy tu JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora