LA LANZA DEL DESTINO(NAVIDAD)

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Luis cayo longinos ,fue el encargado de atravesar con una lanza a Jesús cuando era crucificado ,y prácticamente yacía en la cruz .esta arma se convirtió en una leyenda ,debido a su asociación con poderes milagrosos ,dados con la derramación de la sangre de Jesús .

COMENZÓ LA BÚSQUEDA…
Mil novecientos diez años después, un joven pintor malvivía en la calles de Viena, intentando vender su obra, unas acuarelas de poca calidad. El poco interés que despertaba su arte y el frío en las calles, hizo que nuestro protagonista pasara muchas horas recorriendo los salones del palacio Hofburg. Allí se encontraba el museo que recogía las piezas de la colección de la familia Habsburgo, las conocidas como “insignias”, un tesoro de incalculable valor entre cuyas piezas, una hizo que la imaginación del muchacho se desbordara. Porque aquella punta de metal, con el extremo inferior cosido era, según anunciaba el cartel, la misma que utilizó Longinos para atravesar el costado de Jesús. Y aquel desarrapadollegó a la conclusión de que ese objeto estaba revestido por el poder de aquel cuya carne atravesó. Y ese poder, haría de su dueño un ser igualmente poderoso.
En ese instante supo que aquella lanza, algún día, sería suya. Años después, aquel hombre aseguraría que al observar la Lanza, supo “de inmediato que era un momento importante de mi vida. Y sin embargo, no podía adivinar por qué un símbolo cristiano me causaba semejante impresión. Parecía poseer cierto significado oculto que se me escapaba, un significado que de algún modo ya conocía, pero que no podía reconocer conscientemente”. Aquel muchacho se llamaba Adolf hitler

HITLER Y LA LANZA HOFBURG

“Aquel que posea la Santa Lanza podrá levantar poderosos imperios”, aseguraba la leyenda. Y hubo quien decidió hacer su propia interpretación de esa misma leyenda.
Sea como fuere, las crónicas del pasado afirmaban que poderosos gobernantes alcanzaron su estatus tras lograr los favores de la Lanza.
Lanza que al parecer, obliga a quienes la poseen a que no la pierdan jamás. De lo contrario, sus días estarán contados. Esa es la maldición que guarda. Y al parecer, ejemplos, los hay. Veamos.
El primero en poseer la Santa Lanza fue el emperador del Sacro Imperio Romano Constantino que en el siglo IV la usó como talismán en muchas batallas, al punto de que incluso mandó grabar dicho símbolo en los pendones imperiales. Los siglos pasaron, los custodios también. Ya en el siglo IX, Carlomagno hizo lo imposible porque cayera en sus manos, y a partir de entonces las victorias se contaron por decenas. Pero la alegría se tornó en tragedia cuando en la última de sus campañas el objeto cayó a las aguas de un río, y la buenaventura dejaba al gran conquistador que sufría la maldición y moría cuando nadie, ni siquiera los astrólogos que lo acompañaban, lo auguraban.
El poderoso talismán pasó por manos de ilustres como Enrique el Pajarero, cuya familia mantuvo la Lanza durante más de quinientos años, Federico Barbarroja o, cómo no, los caballeros de la Orden del Temple. Poder y tragedia fueron de la mano hasta la llegada del siglo XX, momento en el que nos habíamos quedado con un extasiado Adolf Hitler. Él no la dejaría escapar. Porque tal y como afirmó tiempo después el periodista Trevor Ravenscroft, “el descubrimiento más importante que hizo el joven Hitler mientras estudiaba la historia de la Lanza del Destino fue que había sido la inspiración para la fundación de los caballeros teutones, cuyas acciones caballerescas y valientes y cuyos votos irreversibles y disciplina ascética habían constituido la esencia misma de sus sueños infantiles”. Pues eso, una locura.
Comenzaba a forjarse la idea de un
Reich de mil años sustentado en la sangre de quienes se atreviesen a combatirlo. El poder estaba en su manos.
A nadie extrañó, no al menos a su círculo de iluminados, que cuando en 1938 Alemania se anexionó amigablemente la tierra de nacimiento del Führer , es decir, Austria, la primera orden que saliese de su boca fuese que trasladaran la sagrada reliquia –junto con el resto del tesoro de los Habsburgo–, del museo del palacio de Hofburg a una ubicación más próxima a él: primero el Museo de la Guerra de Nüremberg, y después a la cripta de dicho edificio, la de Santa Catalina, que ya poseía una larga tradición esotérica detrás. Sobre este extremo aseguraba mi querido amigo, el desaparecido director y presentador del espacio La Rosa de los Vientos en Onda Cero, Juan Antonio Cebrián, en su libro Enigma , que Hitler “se sacó de la manga un decreto especial del emperador Segismundo, el cual afirmaba en el siglo XV que era ‘la voluntad de Dios’ que la Santa Lanza de Longinos, la corona, el cetro y la esfera de la dinastía germánica nunca abandonaran el suelo de la patria.
La preciada Heilige Lance
quedó expuesta en el museo de la guerra que Hitler hizo instalar en la cripta de Santa Catalina, lugar emblemático donde habían tenido lugar las famosas ‘batallas de la canción’ de los maestros cantores de Nüremberg de la Edad Media.
Lo curioso es que esta ubicación se debió a una inspiración que tuvo Hitler en trance, afirmando que le había sido revelado que la Lanza del Destino debería yacer en la antigua nave de esta iglesia, construida como un convento en el siglo XIII. El objetivo principal de este museo es que sirviera para exhibir el fabuloso botín acumulado en sus batallas victoriosas por el mundo. La reliquia fue vigilada por un grupo de hombres de las SS ”. Al principio, sólo los miembros de la sociedad hermética de Thule pudieron contemplar la Santa Lanza. Pero ya estaba allí, y uno de los privilegiados que pudo contemplarla fue a su vez uno de los principales ideólogos del régimen, Karl Haushofer, que no tardaría en intuir que detrás de aquel objeto se encontraba el primer ladrillo de un plan aterrador: conquistar el mundo. Y dio comienzo la hecatombe. En el mes de marzo de 1939 Hitler dio comienzo a su estrategia de Guerra Relámpago, e invadió Checoslovaquia. En el mes de septiembre le tocaría a Polonia. Y así fueron cayendo las defensas de los diferentes países europeos. Y detrás de la estrategia militar, Hitler observaba la Lanza del Destino, convencido de que ahora sí había llegado su momento.
SE CONSUMA LA MALDICIÓN
Pero todo en esta vida es efímero. Otro de los “avatares” del Reich de los mil años, a la sazón el segundo hombre más importante del nazismo,
Heinrich Himmler , reservó un lugar a la Lanza en su castillo de Wewelsburg , que hacía las veces de cuartel general de la terrible Orden Negra –otra denominación para las SS–. Primero, porque aquel castillo perteneció al fundador de la casa de Sajonia, Enrique el Pajarero, del que Himmler creía ser su reencarnación; y segundo, porque la casa de Sajonia custodió durante cinco siglos la reliquia, así es que lo lógico era que ésta volviese a su legítimo dueño. Y para eso habilitó un lugar de privilegio en este auténtico templo del esoterismo, destinado a albergar todos los objetos de poder que recayeran en Alemania.
Pero el final de esta historia estuvo en cierto modo ligado a la maldición. Contaba el citado Cebrián que “después de los intensos bombardeos aliados del 13 de octubre de 1944, una de las bombas destruyó la casa donde estaba la entrada secreta del túnel, dejando las puertas blindadas al descubierto.
Hitler ordenó que la Lanza, junto con las piezas más importantes del tesoro de los Habsburgo, fuera trasladada a los sótanos de una escuela en Panier Platz.
Este traslado se realizó el 30 de marzo de 1945, con tanta prisa que los soldados confundieron la Santa Lanza, con otra reliquia denominada Espada de san Mauricio, de tal manera que pusieron a salvo la espada en el nuevo escondite bajo la plaza de Panier, y dejaron la Lanza en su primitiva ubicación. Un mes después, el Séptimo Ejército norteamericano había rodeado la antigua ciudad de Nüremberg. Hasta que el 20 de abril de 1945, la bandera americana fue izada sobre las ruinas. La compañía C del tercer regimiento del gobierno militar fue enviada a Nüremberg en busca del tesoro de los Habsburgo. Los nazis habían divulgado el rumor de que todas las piezas del tesoro habían sido arrojadas al fondo del lago Zell, cerca de Salzburgo. No se lo creyeron. La bomba que había volado la casa donde estaba la entrada secreta del túnel, caída seis meses antes, posibilitó que dejara a la vista la bóveda. El teniente Horn, al mando de la compañía, logró entrar en la cámara subterránea y allí pudo ver, sobre un altar , un lecho de terciopelo rojo, y encima de él la legendaria Lanza de Longinos en su estuche de cuero. Alargó el brazo y la cogió entre sus manos. Lo que el teniente Horn estaba realizando ese 30 de abril de 1945 era el cambio de dueño de la Lanza del Destino, un cambio que acarreaba la muerte de su anterior poseedor”. Mientras esta escena se desarrollaba, Adolf Hitler cogió esa misma tarde la pistola que acabaría con su vida y la de su esposa, Eva Braun. Junto a él, Goebbels y su familia hacían lo propio. Y a Lanza de Longinos acabó expuesta en el lugar donde Hitler la contempló por vez primera: el museo del palacio de Hofburg en Viena, a expensas de que un loco o un iluminado decida utilizar todo su poder…

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