Cap. 2

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El sonido de la alarma hace que abra lentamente los ojos. Bostezo y me levanto, mirando mi habitación, formada por una cama matrimonial, un escritorio lleno de papeles de la universidad y dos puertas, una de ellas lleva al baño y la otra a mi vestidor.

Me levanto y me dirijo al baño. Me quito mi pijama, que consiste en una enorme camiseta, y me meto en la ducha. Siento como el agua caliente cae sobre mi cuerpo, relajándome y haciendo me olvidar todos mis problemas. Salgo de la ducha y cubro mi cuerpo con una toalla, dejando que mi pelo rubio caiga húmedo por mi espalda. Abro el vestidor y cojo unos jeans negros, mis converse negros y una camiseta de tirantes negra, que se adapta a mi cuerpo perfectamente. Recojo mi pelo todavía húmedo en un moño desordenado, dejando mi mechón rojo suelto, como otros tantos.

Abro la puerta de la habitación de Kat y la muevo suavemente. Abre los ojos y los posa en mi, para después dedicarme una adormilada sonrisa.

- Buenos días, pequeña - susurro dándole un beso en la frente. Ella estira sus brazos hacia mí, dándome a entender que quiere que la coja en brazos. Salimos de ahí y nos dirigimos al salón, la dejo sobre el sofá mientras ella enciende la televisión.

Preparo un bol de leche con cereales para ella y un café para mí. Una vez terminamos, friego lo que hemos ensuciado, lo seco y lo vuelvo a guardar.

- Kat, es hora de ir al colegio, vamos - digo acercándome a ella, y ella, a su vez va retrocediendo, negando efusivamente con la cabeza - Kat, no te lo repetiré, vámonos o llegaremos tarde.

Finalmente, después de 5 minutos intentando atraparla, se para en mitad del salón, llevándose la mano al pecho, alarmándome. Segundos después cae al suelo desmayada. Emito un grito ahogado y la cojo entre mis brazos, abrazándola. La acaricio el pelo tiernamente durante un rato, hasta que finalmente abre sus ojos, posándolos en mi, una sonrisa se forma en mi cara y la abrazo de nuevo. Mi pobre Kat, mi pequeña. La beso la frente y la visto para irnos, ella al colegio, y yo a la universidad.

-*-*-

Al llegar a la universidad, aparco mi Citroën Xara en el aparcamiento y me bajo, sintiendo todas las miradas posadas en mi. Pongo los ojos en blanco y entro en el edificio, sintiendo todavía todas las miradas perforándome la nuca. Al entrar, observo como una chica con el cabello rojo corre hacia mi. Reconocería ese cabello en cualquier parte, aunque solo lo haya visto una vez.

- ¡Daniela! - Eliza se abalanza sobre mi dándome un abrazo - ¡vamos a la misma universidad, que coincidencia! - grita mientras me sigue espachurrando.

- Eliza - susurro con voz ahogada - me ahogas...

- ¡Oh, perdón! - se separa de mí y me dedica una sonrisa, yo la devuelvo una sonrisa forzada, esta chica es demasiado alegre y feliz - ¿a qué curso vas? ¿qué estudias? - esta chica es demasiado pesada, no quiero amigos ni los necesito. Suspiro y poso mis ojos azules en ella, no me queda más remedio que hablar con ella.

- Voy a 3º de medicina - su sonrisa se hace todavía más grande, abarcando toda su cara. Me dan ganas de borrarle esa sonrisa de un puñetazo. Emite un chillido de alegría que hace que casi me sangren los tímpanos.

- ¡Qué coincidencia, yo voy a la misma clase! - grita emocionada. Suspiro. No me queda más remedio que estar con ella, con el tiempo se dará cuenta de que no soy una persona con la que se quiera hacer amistad.

Caminamos hasta nuestra primera clase mientras ella habla sobre sus vacaciones en Madrid, yo me limito a ir asintiendo. Al llegar a la clase suspiro de alivio. Esta chica habla demasiado.

Eliza se va de mi lado y se dirige hacia un chico que mira su móvil con el ceño fruncido. Ella se abalanza sobre él dándole un efusivo abrazo, mientras él ríe y se lo devuelve. Al separarse, Eliza me hace un gesto con la mano, invitándome a acercarme. Suspiro. No me podré librar de ella. Levanto mi mirada y me acerco a ellos con paso relajado.

- Hola - me saluda el chico, sonriendo a su vez - soy Rainier Hammilton, pero me puedes llamar Rai - observo al chico, su cabello es rubio, colocado hacia arriba gracias a la gomina y sus ojos son azules con motas verdes. Le muestro una sonrisa forzada.

- Yo soy Daniela O'Connor - le miro y me sonríe de nuevo - encantada - él se ríe y yo frunzo el ceño, sin entender.

- Ya te conozco, todos te conocen - vuelve a reír y yo hago una mueca - eres la persona más borde y fría de toda la universidad, nunca hablas con nadie, además, tus calificaciones son perfectas - pongo los ojos en blanco y él ríe más, Eliza suelta también una risita, que hace que me moleste, solo soporto las risas de Kat, no tengo por qué aguantar también a estos payasos.

- Gracias por recordarme como soy - digo molesta - todavía no tengo alzhéimer - digo sarcástica. Él vuelve a reír. Este chico ríe demasiado. Sacudo la cabeza y cierro los ojos, llevándome las manos a mis sienes - deja de reírte o te coseré la boca - gruño, él finalmente deja de reír, sin borrar todavía la sonrisa de su cara.

Al mirar a Eliza y a Rai, siento como si fuera transportada a mis 17 años. Retengo las lágrimas que amenazan con salir de mis ojos y les muestro una sonrisa triste, para después girarme y dirigirme a la última fila, dejándoles confundidos.

-*-*-

- Guarden silencio, ya - brama el profesor, atravesando el aula hasta su escritorio - soy Néstor Russel, seré vuestro tutor durante este curso - dice con voz potente. Tendrá alrededor de los 50 años, pelo color caoba, canoso y ojos de un profundo azul. Recorre con la mirada el aula, hasta que su mirada se posa en mi, frunce el ceño y sacude la cabeza. Le miro extrañada, pero acabo apartando la mirada.

La clase transcurre lentamente. Las ganas de suicidarme aumentan. ¿Cómo hablan tanto los vejestorios estos? Suspiro y suena el timbre, haciendo que una sonrisa extraña aparezca en mi cara. Recojo mis cosas y atravieso el aula rápidamente para dirigirme hacia la puerta, pero Eliza se interpone entre la puerta y yo. Suspiro y la observo. Pelo color cereza, ojos marrones claros y un cuerpo de infarto. No comprendía porque quería ser mi amiga, somos muy diferentes, ella es dulce y sonriente, yo soy fría y distante, dos mundos opuestos.

- ¿Pretendías irte sin mi? - estuve a punto de solar un "sí" cortante y frío. Pero me calle y la mostré mi sonrisa falsa.

- Vamos, llegaremos tarde - suelto indiferente. Ella me sonríe y posa sus ojos en alguien detrás de mí. Rai aparece por mi lado, sonriendo, como siempre. Suelto un bufido molesto y salgo del aula, encaminándome hasta la siguiente sala de tortura.

-*-*-

La esperada hora de comer llego y las ganas de suicidarse siguieron aumentando. Me dirijo hacia la cafetería, con Eliza y Rai a mi lado. Se han empeñado en seguirme, no se han despegado en todo el día. Al entrar, todas las miradas se posan en mi de nuevo, algunas asombradas, de lujuria por parte de los chicos y envidiosas por parte de las chicas "populares". Suspiro y me adentro, ignorando de nuevo todas las miradas. Acabo comiendo una ensalada y una manzana. Eliza, al ver la poca comida que tengo sobre el plato, hace una extraña mueca.

- ¿Sólo eso? - pregunta señalando mi plato. Me encojo de hombros y me dispongo a comer, cuando una mano aparece por detrás y me roba la manzana. Me giro y me encuentro nada más y nada menos, que con Bethany McDanniels, rubia platino (obviamente teñida), ojos verdes con motas marrones y un cuerpo con unas curvas exageradas. En cuestión, una completa puta.

- Volvemos a vernos, bicho raro - me muestra una sonrisa cínica, mientras yo solo me limito a observarla indiferente - mucho tiempo sin ver a Damon, ¿no? - su sonrisa se hace más grande. Me tenso al instante, aprieto la mandíbula y cierro mis puños, dispuesta a atacar. Miro de reojo a Eliza y Rai, ambos con el ceño fruncido.

- ¿Qué coño es lo que quieres? - mi voz suena cortante y fría. Veo un destello de miedo cruzar su mirada y yo sonrió malévolamente ante eso. Se vuelve a erguir, soltando la manzana en el suelo y se acerca a mi cara, haciendo que nuestras narices se rocen.

- Bicho raro - suelta con asco, mientras yo sigo con mi sonrisa en la cara - déjale en paz, no le hables, no le mires, no pienses en él - susurra con los dientes apretados. ¿Cree que veo, incluso pienso, todavía en ese mal nacido?

- ¿Qué tal te va a ti siendo su puta personal? - digo escupiéndolas palabras - déjame en paz o lo pagaras caro, puta - susurro con asco. Me giro y salgo de la cafetería, sintiendo las miradas de todos posadas en mi. Sonrió cínicamente y salgo de allí.

Multimedia: Daniela O'Connor

Notas a mi pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora