Desafío 1: Resultados

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2. cajita-de-pop

Mientras caminaban, ambos cargando los estuches de sus respectivos instrumentos —el de él un violín, el de ella un saxofón—, Ramona se detuvo de pronto, mirando la fotografía que yacía en el suelo. Se agachó para tomarla y Gabriel no pasó por alto la sonrisa melancólica que decoró su rostro aniñado. Una sonrisa enternecida y triste a la par.

La fotografía era vieja, en blanco y negro, de un hombre joven con uniforme militar tocando una guitarra. Al darle la vuelta notaron que en el reverso estaban escritas, con una caligrafía llena de curvas y una tinta negra que el tiempo había teñido de bronce, las siguientes palabras:

«Incluso estando preso en el cuartel, no dejo de componerte serenatas. Con amor, Vicente. Marzo de 1957».

—Fue durante la dictadura —murmuró Gabriel. Ramona asintió.

—¿Sabes a qué me hace acordar esta fotografía? —dijo.

Gabriel la miró con curiosidad.

—A mi abuelo, mi abuelo Juan José. Lo reclutaron en el ejército cuando tenía veinte años, vivió cosas horribles allí. Pero a pesar de todo, nunca dejó de hacer música. Incluso en los momentos más duros se entregaba a ella: transformó sus miedos y pesadillas en arte. Él me transmitió ese amor, y cuando murió le prometí que daría lo mejor de mí, que me esforzaría para llegar a ser una gran saxofonista. Lo extraño muchísimo.

Gabriel sonrió y colocó una mano sobre su hombro, sintiendo cómo una agradable calidez se propagaba en su pecho, como si una flor se luz estuviera abriéndose en su corazón.

—Se le habrá caído a alguien, qué triste —Ramona chasqueó la lengua—. ¿Crees que estaría mal si me la quedara?

Él negó con la cabeza.

—Creo que sería mejor que la conservaras tú a que la dejaras tirada en la calle —respondió con sinceridad—. Además, es bonita, creo que cuenta una linda historia. ¿Quién era Vicente? ¿A quién componía sus serenatas? Y sobre todo, ¿qué habrá sido de ellos dos?

Ramona asintió, y tras guardar la fotografía en su bolsillo, cogió a Gabriel de la mano y se dirigieron ambos a la parada de autobuses, pensando en aquella pequeña historia que no estaba escrita con tinta, sino con luz.

Ramona asintió, y tras guardar la fotografía en su bolsillo, cogió a Gabriel de la mano y se dirigieron ambos a la parada de autobuses, pensando en aquella pequeña historia que no estaba escrita con tinta, sino con luz

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3. AlexCartago

La lluvia caía sobre la ciudad.

Aurora y Max, corrieron desde el edificio de su departamento hasta una vieja parada de autobuses, entre las calles 5ta y 6ta, para no mojarse demasiado.

Aurora estaba disfrazada de "Caperucita roja" y, Max, de "Drácula".

—¡Genial! —exclamó, Max, al ver alejarse el autobús de las 20 hs.

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