Duncan Shepherd

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Averse

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Averse

Harper pasó sus manos por su vestido quitando las arrugas que se estaban formando en la prenda.

Era una joven mujer elegante que se obsesionaba con el orden y la limpieza.

Miró a su madre, ésta tenía sus ojos en la ventana, sumida en sus pensamientos y planes.

—¿Estás bien?–cuestionó la joven preocupada por su madre. El cargo había caído sobre sus hombros ante la muerte de Frank.

Las personas, en su mayoría hombres, no la querían en el poder y hacían todo para recalcarselo.

La rubia dirigió su vista hacia su hija. Era su viva imagen y poseía un carácter que envidiaba.

Con cuidado se cambió de asiento y rodeó los hombros de su hija en un cálido abrazo.

—No van a destruirnos.–sentenció con valor. Había pasado por mucho para rendirse.

El vehículo se detuvo en la entrada del lugar y pronto la puerta se abrió.

Caminando unos pasos atrás de su madre, Harper observaba la decoración del lugar, cada detalle y posible salida de emergencia en caso de ser necesario. Los otros iban detrás de las rubias, asegurándose de mantenerlas a salvo y servirles en sus mandatos.

—Señora presidenta.–la voz de un hombre detuvo a la rubia.—Duncan Sheperd.

—Hola.–aceptó la mano del joven confundida por la repentina intervención.

Harper lo miró sin disimular detendiéndose en sus facciones tan asimétricas y masculinas.

Era la primera vez que conocía al hijo de la amiga de su madre. Mantener relaciones con los Shepherd nunca le había interesado hasta ahora.

Los ojos de Duncan recayeron en la rubia más joven y se fascinaron al contemplarla. Era hermosa de pies a cabeza. Belleza heredada de la madre.

Manteniendo su cordura extendió su mano hacia la joven y ella la aceptó, aunque el saludo fue distinto, pues en lugar de estrecharla, la llevó hasta sus labios depositando un beso sobre el dorso.

Sus suaves labios sobre la piel de Harper enviaron sensaciones por todo su cuerpo. Se sentía como una adolescente tonta y hormonal.

—Claire.–la voz de la mujer Shepherd interrumpió el contacto entre los jóvenes adultos.

Las amigas se saludaron con un beso en la mejilla. Harper seguía sin entender como podía perdurar esa amistad a pesar de todas las cosas que Annette había hecho contra su madre.

—Veo que ya conociste a Duncan.–dijo y se dio cuenta de la presencia de la chica.—Harper.

La joven sonrió sin mostrar los dientes y asintió en forma de saludo. Era alguien que no soportaba la hipocresía ni el cinismo.

—¿Vamos?–giró hacia la presidenta y ésta asintió antes de darle una mirada a su hija.

Harper observó a su madre perderse entre las personas en compañía de Annette, mientras ella se quedaba de pie junto al otro Shepherd.

Lo miró de reojo y al darse cuenta de la tensión entre ambos decidió alejarse.

—¿Desea beber algo señorita Underwood?–cuestionó deteniendola en su fallido escape.

—No suelo asistir a éste tipo de reuniones.–miró a su alrededor llenado sus oídos de los murmullos entre las conversaciones.—Prefiero un lugar más silencioso.

Duncan sonrió y colocó sus manos en su espalda.

—Puedo llevarla a un lugar apartado de éstas personas, si es que lo desea.

Harper no era tonta, había sentido esa atracción sexual de inmediato cuando sus ojos se cruzaron. Echó una última mirada al rubio y asintió tomando su brazo.

—Nunca la he visto. ¿No estaba en el país?–preguntó iniciando la conversación.

—Estuve un tiempo en Canadá. No tan lejos del país, de mi familia.–explicó y tomó una copa de champán de unos de los meseros que pasaba.

—Un hermoso lugar para una hermosa mujer.

La rubia bebió de su copa evitando sonreír ante el halago. Él sabía como envolverla, aunque seguía manteniendo sus firmes ideas hacia esa familia.

Él abrió la puerta y la dejó pasar primero. Estaban solos con el bullico apenas escuchándose a lo lejos.

Los dos se miraron por un largo rato, hasta que Duncan avanzó hasta ella y la tomó con fuerza antes de besarla.

Sus labios se movían frenéticamente haciendo ruido ante la fricción.

Al separarse sus ojos brillaban del deseo. Las pequeñas y delicadas manos de la rubia quitaron el abrigo del chico dejándolo caer al suelo.

Nuevamente sus labios de unieron mientras sus manos se ocupaban de lo demás.

Las fuertes y grandes manos de Duncan se abrieron paso entre el cuerpo de ella y la cargó dejándola sobre el escritorio color caoba.

Los hábiles dedos de Harper desabotonaron la camisa del rubio, deslizandola por sus brazos y cayendo sobre el abrigo. Prosiguió con el cinturón sintiendo el frío metal entre sus dedos, sin embargo no fue impedimento.

—¿No crees que llevas mucha ropa?–acusó él llevando sus manos hacia la espalda de la joven y comenzó a bajar el cierre del vestido dorado.

Con las ropas esparcidas por el suelo de mármol, los amantes siguieron tocándose con frenesí.

Los gruesos labios de Duncan atraparon el erguido pezón de la joven enviando un choque ecléctico al cuerpo de la rubia, que tiró de las suaves hebras del rubio.

—¿Tienes condones?–preguntó Harper con dificultad por sus jadeos y gemidos.

—Creo que tengo uno.–respondió apartándose de sus pechos y se agachó a buscar entre su pantalón.

Un sobre plateado brilló entre sus dedos y rasgando la envoltura sacó el contenido.

Harper se lo arrebató de las manos y tomando la gran hombría del chico entre sus pequeñas manos comenzó a cubrirlo del látex.

Fue embestida de una estocada y llenada hasta el último rincón, con sus paredes estirandose más allá de sus límites.
El sonido de sus caderas chocando era rítmico al igual que sus gemidos y gruñidos.

El escritorio se movía por la fuerza que ejercía Duncan en sus embestidas.

Si alguien les hubiese dicho que terminarían teniendo sexo, seguro se habrían reído, pero ahora ahí estaban. Sucumbiendo a sus deseos y tomando cada parte de ellos en un acto escandalizador para los medios.

Harper subió los tirantes del vestido y antes de proseguir con el cierre, el rubio lo subió por ella, rozando sus dedos contra su suave piel.
Ella se apartó y caminó decidida hacia la puerta, asegurándose de que no volvería a ver a Duncan.

Sin embargo el destino tenía demasiados encuentros entre ellos.

ONE SHOTS (CODY FERN)Where stories live. Discover now