CAPÍTULO 16 - Mariposas

4K 128 13
                                    

Cepeda
Estrujo el volante entre mis manos, un par de giros, tres rotondas, siete semáforos y aparco en el garaje de Ivonne. Las cosas se hablan cara a cara. Pueden ser las cuatro de la mañana, no importa, ya lo he hecho antes.
Pico a su puerta y me recibe con una camiseta que le cubre escasamente hasta los muslos, sé que no lleva nada debajo, es tradición.
Con un semblante serio, descalza, un moño desecho y sin necesidad de palabras, me permite entrar a su piso.

– No entiendo que te siente mal.– Justifico entrando en faena cuanto antes.

– ¿ Ya te has cansado ?

Bufo por su actitud, a ninguno de los dos se nos da bien hablar. Nunca lo hemos hecho en serio y puede que esta sea la primera vez.
Me acerco a ella en el sofá y rozo su rodilla desnuda, que me mire como mínimo.

– Ivonne, ya lo hemos dicho muchas veces... Tú puedes hacer lo mismo.

– No, solo follamos. Eso no es hablar Luis.

Intento hacerle ver que ambos podemos tener nuestra vida, que sólo somos un desahogo para el otro. Y por último, viendo que no lo acepta, le recuerdo que sólo era una copa que Aitana decía que me debía.

– ¿ Ya no te divierto como antes ? – Pasa una mano por su cara. – Joder Luis, que sé que andamos por los treinta casi, que entiendo que te guste una niña...

– No me están gustando los derroteros que está tomando esta conversación.

Me mira pícara y se cruza de brazos, impaciente por ver mi siguiente reacción.

– A ti lo que te pasa es que tienes sentimientos encontrados.

No ha podido dar mejor en la tecla, de manera más exacta, imposible. No sabía que era lo que sentía, solo lo hacía. Al igual que coloco a Ivonne a horcajadas sobre mí queriendo descargar en ella toda la rabia que me produce el no conocerme. El no saber que siento cuando la del flequillo aparece y hace lo que quiere conmigo.
Que si ahora llego y soy tu alumna, que si te sonrío por los pasillos. Que si vivo con tu mejor amiga, que si te refunfuño por un trabajo y te parezco la más adorable. Que si te invito a una copa y luego hago que bailes...
Incluso las mariposas han revoloteado esta noche por su culpa. Todo eso es lo que hace Aitana. Y da realmente miedo.
Esas mariposas que un día creí muertas y enterradas han resurgido en mi estómago con ella. Y eso no está bien Luis, no está bien.
Ivonne me mira divertida desde arriba, es unos centímetros más alta que yo ahora mismo, subida sobre mí, y eso le gusta.

– ¿ Y cuándo cierras los ojos y...? – Muerde el lóbulo de mi oreja y agarra mi nuca con fuerza. – Cuando te hago esto, ¿ te acuerdas de ella ? – Niego con la cabeza, no quiero que vaya por ahí, es lo que menos necesito. Imaginarla a ella. – ¿ Vas a negarlo ?

– Sí.- Mi respuesta en un jadeo.

Con su mano, intrépida, realiza un recorrido que se encuentra entre mi cuello y mi abdomen. Incluso sus labios me rozan en ocasiones.

– ¿ Y qué pasa si te enamoras de ella ? – Está iniciando una guerra tortuosa pero como intercala con besos húmedos y mordiscos ardientes, es imposible que escape. – ¿ Esto se acabaría ?

– Sí.

Quita mi camiseta negra, la que debe estar incluso hasta sudada por la organización de la noche. La tensión acumulada en el coche y anteriormente, la discoteca asfixiante.
Deja un reguero de besos desde mis hombros hasta mi ombligo, teniendo así que cambiar de posición. Bajando del sofá.

– Eres una jodida, me estás comprando con lo que me gusta.– Afirmo intentando frenar sus manos traviesas, que quieren arrancar mi tejano.

– ¿ Renunciarías a esto ?

– Sabes que sí.

– Esa niña tiene mucho duende, mucho ángel, llámalo como quieras. Pero no tiene otras cosas.

Asciende y besa mi boca con euforia, me está volviendo loco. Una de cal y otra de arena.

– Tiene mi cabeza por completo. Me trae como loco.

– Tu cabeza la tengo yo, imbécil.

Su voz traspasa más allá de mis oídos, es seductora y aguda a la vez. Ni ronca está, no como la mía.
Decido que haga conmigo lo que quiera.
Seremos adultos, pero Ivonne y yo no podemos mantener una conversación en condiciones. No sin acabar en esto. No sin acabar carbonizados a la mañana siguiente.
Estar jugando con fuego, quemarte y no aprender. Es toda una rutina para mí.

(*)

Escucho su voz pero parece lejana. Escucho su voz y no es dulce, no es aguda y tampoco jadea. Incluso agresiva, diría yo.

– Oye, dormilón.– Es lo único que oigo antes de pegar un salto en la cama y mirar a ambos lados.– Oye que yo no te he hecho nada...

Paso una mano por mi cara al darme cuenta de que anoche me quedé en su casa. Que hasta mis principios había olvidado. Pero si soy sincero, ni me acuerdo de qué hicimos exactamente.

– Buenos días...

– No estás muy pedo, pensaba que estarías peor.

Le miro extrañado, no recuerdo haber bebido demasiado en la discoteca y en su casa sólo...
Hasta el agua de los floreros me bebí en su compañía, ahora lo recuerdo.
Me agobia mi propio desorden, mi descontrol. El no saber donde está mi cabeza. Si aquí o en Pekín, si en ella o en la del flequillo cuando la miro.

– ¿ Bebimos mucho ?

– Querías que sacara hasta la última botella de mi pequeña bodega.

Salí de esa cama y me vestí rápido. Sabía que era domingo porque al mirar por el ventanal vi los comercios cerrados y a un señor mayor comprando el periódico.
Volví a detenerme en ella, que ya estaba arreglada de los pies a la cabeza. Tenía que trabajar en el hospital y posiblemente por mi culpa hoy llegue tarde.

– ¿ Hablé mucho ?

– Ahogaste tus penas en algunas copas, no recuerdo cuantas, y luego conmigo.

Me disculpé si dije algo que no debía, pese a su insistencia de que no había hecho nada raro. Atrapé el llavero y me ofrecí a llevarla hasta el hospital.
Durante el camino abrí las ventanas.
El frío de noviembre, que quemaba tanto como siempre, entraba y golpeaba mi cara. Me hizo ver que era tan imbécil como siempre y miré su perfil.
Parecía feliz a mi lado.
Antes de salir del coche, después de asegurarme de dejarla en la puerta adecuada, mordió la comisura de mis labios y me susurró algo que con la confusión del momento no llegué a escuchar.

– Por cierto – podía ver su sonrisa maliciosa – tu querida Aitana ha estado llamando esta mañana.– Tiende mi móvil sobre la palma de mi mano, no sabía que lo tenía ella.– Aclárate de una puta vez. No seas niño.

– Lo haré.
____________
Me estáis odiando muchísimo y lo sé, pero si escribo esto es por algo.
Se vienen muchas cosas y tengo muchas ganas de seguir actualizando. Si es a diario, mejor.
Un besito a todos y gracias por esas 14k de lecturas ;)
Ya sabéis que podemos comentar por aquí, por Twitter ( @fans_aiteda ) ... Lo que queráis.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAOnde as histórias ganham vida. Descobre agora