Capítulo 4

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—Estoy en casa.

Fuyumi salió de la cocina con el delantal puesto para recibir a su hermano, le dedicó una sonrisa y acomodó sus lentes.

—Bienvenido Shouto —dijo palpando sus manos, un poco de harina salió con las palmadas. Fuyumi  rápidamente se percató de los patines que el chico cargaba en una mano— ¿Y esos patines?

Todoroki los dejó a un lado cerca de la entrada.

—Me los prestó alguien. En otra ocasión los devolveré.

—Ya veo, bien la cena está lista, ve a lavarte las manos y luego baja. Esta vez no hay forma de que me digas que no cenarás —él asintió mientras Fuyumi volvía a la cocina. Shouto se dirigió al baño para lavarse las manos, no obstante de aquél lugar salió la persona con la que menos quería tener interacción en lo que le quedaba de vida.

—Shouto —habló su padre, ronco y pausado.

Él no respondió sólo se dedicó a mirarle con desprecio, deseando tener la capacidad de borrar su existencia con un simple pestañeo. Enji no se inmutó ante el odio que desprendía la mirada de su hijo, siguió su camino pasándole por un lado sin decir nada más. Shouto soltó el aire que estuvo reteniendo y ejerciendo fuerza sobre sus puños se vio tentado a ir directo a su habitación a encerrarse y no cenar por tercera vez en la semana. Casi podía imaginar la decepción pintada en el rostro de su hermana, pero no podía permitirse estar tanto tiempo en la misma habitación que ese nefasto.

—Lo siento Fuyumi, lo intenté esta vez. —susurró, y cerrando el baño siguió caminando por el pasillo, pasando frente a la habitación de su hermano mayor, la puerta tenía grabado su nombre: Touya.

—Touya... —musitó melancólico sintiendo el corazón achicarse ante el recuerdo de su difunto hermano. Casi podía escuchar la risa de Touya que resaltaba aún cuando tenía a todo volumen su pequeña televisión al otro lado de la puerta— Aún sigo lamentando tu partida.

Y el rencor contra su padre volvió a él, quemándole, provocándole la necesidad de romper algo, quizás su propio brazo. Todoroki detestaba esa inestabilidad que solía tener de no saber cómo desahogarse, no quería montar escándalos pero sabía que entre más guardaba todo lo que sentía en su interior, más dolía y las lágrimas se volvían más pesadas con el paso del tiempo.

¿Cómo lograría quitarse ese dolor de encima? ¿Viviría con esa pesadez en el pecho para siempre? Preguntas que por los momentos no tenían respuestas. Pero era consciente de que, si seguía así en algún momento estallaría y no habría vuelta atrás.

Llegó a su cuarto y giró el pomo de la puerta, entró y la cerró. Su habitación parecía tener la habilidad de absorber toda su tristeza y juntar la en un solo sitio; su cama. Entonces se dejaba caer sobre esta y Todoroki se hacía la idea de que, estando allí, aislado y solo acostado sobre su cama podía estar por encima de sus problemas aunque sea por un rato.

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