El Visitante

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No puedo dormir. Por más que lo intento, por más que lo deseo, es inútil. Siempre está ahí, no se va. Cierro los ojos, apretando con todas mis fuerzas los parpados, buscando que al abrirlos, ya no este. Que se haya desvanecido en la oscuridad para no volver más. Pero eso no ocurre. Nunca ocurre y jamás pasará.

Hace calor. El sonido de las aspas del ventilador al cortar el aire acompañan mi sufrimiento. Noto el sudor corriendo por mi piel y como mi corazón late de forma resonante. Estoy de lado, intentando concentrarme en dormir pero sé que es una batalla perdida.

"Khateris'maguk".

Lo escucho. Sé que está en la habitación. Me observa, siempre lo hace. Cada noche, cuando pienso que poder dormir plácidamente sin alteraciones, él aparece en el momento más inoportuno y me hace el descanso imposible. No comprendo que saca de esto, si es que le deleita verme sufrir o si es simple fascinación. Me da mucho miedo.

"Qheret'vast anuk".

No tengo ni idea de qué habla. Esas palabras me resultan incomprensibles y eso que tengo la carrera en lenguas muertas, pero en mi vida he escuchado algo parecido. No parece latín, arameo, griego o, quien sabe, sumerio o egipcio. No, no es nada de eso, aunque lo peor no es que dice, sino como lo dice. Cada palabra no la pronuncia desde su boca hasta llegar a mis oídos, sino que las escucho en mi mente. Suena absurdo, ¿verdad?

"¡Yin' maroz!"

Esta vez ha sonado más fuerte que en otras ocasiones. Giro mi cabeza, un poco nada más y le veo. Me vuelvo otra ve, pues no puedo mirarlo mucho más. Me pone nervioso. Me acurruco, echándome las sabanas por encima. Pese al calor, me siento más protegido.

"Ktunga", dice.

"Ktunga", vuelve a repetir.

Es lo único que suele repetirse cada noche de lo que suele decir. No sé qué significa eso. ¿Es un nombre? Quién sabe. Igual es como se llama él aunque lo cierto, es que ya le bauticé yo con uno. Lo he llamado El Visitante. Pensé en otros, como Intruso o Invasor pero, no entiendo por qué concluí que visitante era el adecuado. No fue un pensamiento muy brillante pero algo me hizo creer que era el mejor.

"Dabris'sumum gat".

No debo mirar, pero algo me impulsa a hacerlo. Es un deseo que crece en mi interior. Irrefrenable, se abre como los pétalos de una flor hacia el Sol al amanecer. Se extiende por todo mi cuerpo y noto como hace que un súbito calor emerja de mí. Sé que es él quien lo hace. Me manipula. Como cuando a veces escucho gritos de mujeres o creo ver sombras de personas en los pasillos. Creía que había fantasmas en mi hogar, pero en realidad, solo hay uno, aunque el Visitante, no es un fantasma, sino algo mucho peor.

Está en la esquina de la habitación. Me observa. Yo no veo más que una figura agazapada. Una informe masa de oscuridad que apenas atisbo. Entonces, dos luminosas esferas rojizas se encienden en aquella espesa negrura. Son como los lejanos focos de un coche que ves a lo lejos en mitad de una nocturna carretera. Me estremezco.

"Nu'sued"

La figura empieza a levantarse. Hasta ahora, solo había visto más que esos dos orbes escarlatas brillantes flotando sobre esa niebla oscura pero ahora, pude vislumbrar su cuerpo. Es alto y delgado, de brazos y piernas largas. Su cabeza, alargada y redondeada. Es raro y enigmático, extraño.

Pese a parecerme una visión horrenda, no puedo apartar mi mirada. Es hipnotizante. Veo como el ser se eleva en el aire, como extiende sus brazos y junta sus piernas hasta adquirir una pose en forma de cruz. Es como un Jesucristo Redentor pero este, dudo mucho que quiera morir por mis pecados. Más bien, querrá que muera yo por ellos.

Me repliego en la cama cuando veo como, al colocarse de nuevo en la esquina, tuerce sus piernas ara apoyar una en una pared y la otra en la contigua. Lo mismo hace con sus brazos. Es como una marioneta, moviéndose por sus hilos para colocarse en una posición perturbadora tras otra. Me vuelve a mirar con sus rojizos ojos y noto en su rostro una macabra sonrisa por la que asoman dientes afilados. Tiemblo de horror.

"Serás una buena ofrenda", dice alguien con un voz horripilante y cavernosa.

De repente, lo tengo encima.

Puedo verlo mejor. Su cara es pálida, surcada de arrugas y pliegues ondulados. Dos redondeadas lentes cubren sus ojos, emanando de ellas ese brillo escarlata tan perturbador como atrayente. Dos meros orificios conforman su nariz y su boca es una simple línea por las que asoman algunos dientes. El resto de su cuerpo está cubierto por un traje de goma o cuero de color negro. Este parece adherirse a él como si de una segunda piel se tratase. Sus manos cuentan con dedos acabados en uñas largas y puntiagudas que se asemejan a alfileres finos y punzantes. Mueve estos con elegancia y cierto hieratismo, como si realmente unas cuerdas lo sostuviesen y alguien lo moviera como un títere. Pero a él, nadie lo controla.

"Tu sangre le alimentara".

Sus garras se clavan en mi rostro. Siento como estas se abren paso a través de mi carne hasta clavarse en mi cráneo y cuando ocurre, oigo susurros. Susurros de personas, o más que de personas, de seres desconocidos. Criaturas de formas horrendas e inimaginables que habitan en un mundo tan diferente al nuestro, que resulta difícil discernir qué clase de realidad es la que contemplo al entrar en contacto con el Visitante. Parece querer mostrarme un mundo que perfectamente podría ser su hogar.

"Ven al Otro Lado, te esperamos", dice una de las susurrantes voces.

Mis ojos se tiñen de rojo. No sé si son las luminosas cuencas oculares del Visitante o la sangre que mana de mis heridas. Mi cuerpo empieza a temblar de forma brusca. Noto mi cerebro vibrar dentro de mi cabeza y veo como él sonríe lleno de satisfacción.

"Ven al Otro Lado, te esperamos".

Es lo último que escucho antes de morir.

El Otro LadoWhere stories live. Discover now