—¿Es este? Esperaba flores y corazones y colores amarillos con verdes que no combinan decorando.

—Sí, ¿verdad? Todos creemos lo mismo. Samantha es extraña —meditó en voz alta—. Y ahora que lo pienso, nunca he visto que Sam abra su casillero. Pero mira, ahí está la cajita.

En contraste con el oscuro casillero, la cajita tenía ahora un decorado de corazones en toda la gama de rojos y rosas, y un pequeño cartelito que decía «Anímate». Metí mi papelito doblado en dos y luego como por conspiración de la vida en el intento de llenar mi ración diaria de vergüenzas, Ethan apareció por el siguiente pasillo junto a dos chicos más, a unos seis metros de allí. Ni siquiera yo, que dentro de mi mente soy más calmada de lo que ven los demás, puedo darme ánimos diciendo que fue sutil mi manera de recostarme contra el casillero y levantar casualmente la pierna, en la gesticulación corporal más despreocupadamente preocupante que pude adquirir.

Una risita entre dientes fue proferida por Ashley aunque creo que por respeto no la soltó en voz alta... en ese instante.

—¿Qué estás...?

Justo en ese momento, Ethan casi llegaba a nuestra altura y en un tono claramente alto para que él escuchara, exclamé:

—Espero que el chico más lindo del colegio sea emparejado conmigo.

Quise hacer ese movimiento sexy de Sharpay de mover el cabello en modo diva pero un par de mechones se me enredaron en los aretes y otro par terminaron en mi lengua. Me los retiré con cuidado con los dedos y puse dramáticamente ambas manos en mi cintura, en la pose más rígida y no indiferente del mundo; en ese instante, Ethan cruzó su mirada confundida con la mía.

—¿Y eso por...? —murmuró Ash, pero yo no le puse atención.

—Y ojalá no sea un jugador del equipo de fútbol. —Logré ver de reojo que Ethan abrió más los ojos con un gesto que quería reír y preguntar al tiempo y a mi mente solo se le ocurrió añadir—: Y que tenga barba.

Ahí, justo ahí, pude ver que Ethan y los dos compañeros que lo acompañaban rieron por lo bajo, más un par de chicas de otros cursos que estaban en el casillero de enfrente. Seguí mirando a Ethan hasta que se perdió por la otra esquina y al tenerlo fuera de mi vista, relajé la postura, sintiendo las mejillas calientes como la rabia que tenía.

—¿Qué rayos fue eso?

—¿Qué fue qué?

—Ese... —Ash articuló con las manos una parodia de mi pose de hace unos segundos, haciendo una mueca graciosa en medio, retrayendo el labio inferior y abriendo mucho los ojos— lo que sea que hiciste.

—Solo te decía de forma casual...

—¿Casual? Es más casual que un gnomo aparezca en clase de artes diciendo que va a pintar un unicornio. ¿Qué te pasa con Ethan? No estarás pensando en volver a... no sé, conquistarlo o atraerlo o... algo, ¿o sí?

—Pfff... —resoplé. Una y otra vez, blanqueando los ojos—. Pfff... ppffff...

—No me pffffes a mí —replicó—. Dime qué pasa.

—Es que... —Iba contarle, juro que ya había armado el valor para aguantarme el bien merecido sermón, pero entonces vi a Cristina caminando en nuestra dirección, aunque no nos había visto—. ¡Corre!

Agarré a Ashley del brazo y arrancamos a correr hacia el otro lado, hacia la salida que daba al campo de deportes. Bajo el sol de un martes al mediodía, corrimos por unos metros hasta que nos pudimos meter en la parte interna de las graderías metálicas.

—¿Por qué huyes de fresita?

Tomé aire, dispuesta a soltar toda la historia en una bocanada y cuando me recuperé de la carrera, lo dije apresuradamente, omitiendo su pregunta y el nuevo apodo que le tenía a Cristina.

Un Cliché desComunal •TERMINADA•Where stories live. Discover now