Capítulo 27: galaxia

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Volvió a reír.

—Para solucionar eso, entonces déjame confesarte otra cosa—. La cama se movió, y tuve la esperanza de que se hubiese ido. Saqué mis manos de la cara, y para mi sorpresa, su cara estaba a centímetros de la mía. Se acercó lentamente y mi respiración se aceleró. Con su dedo recorrió mi clavícula y luego llevó sus labios a mi oreja—. No te sentirías tan mal si pudieras saber todo lo que yo he pensado.

Oficialmente mi corazón se salteó un par de latidos. Tomé una bocanada de aire, y mis ojos se abrieron como platos. Horus se alejó de mí y se mordió el labio inferior.

La vergüenza de repente pareció ser menor. ¿En verdad había dicho eso? Vaya. Esperaba no estar delirando. ¿Un extraterrestre pensando cosas así...? ¿Es que era posible...?

Arqueó una ceja.

Intenté no pensar en nada más, pero era tan difícil. Cada vez que ponía mi mente en blanco, imágenes raras aparecían en mi cabeza.

—Tranquila. Cuanto más tratas de reprimir tus pensamientos, más fuerte son y más los puedo escuchar. Así que trata de controlarlos, pero no te desesperes—dijo en un tono divertido.

Yo no le veía gracia al asunto. Que alguien pudiera leer mi mente era algo que me hacía sentir muy expuesta, naturalmente, y no me gustaba. Para nada. O bueno, quizás un poco la parte en la que confesó que también había pensado en cosas...no apropiadas.

—Aunque me gustaría quedarme aquí toda la noche, en realidad no vine a hablar de cosas...inapropiadas—. Mis mejillas oficialmente serían de color granate a partir de hoy—. Vine para que siguiéramos hablando de otros asuntos. ¿Qué opinas?

Mordí mi labio. ¿Quería saber más cosas? ¿Quería creer en ellas? No lo sabía. Pero creía que... quería averiguarlo.

Luego de decirle a Horus que ni loca nos íbamos a teletransportar a su cabaña, fuimos a ella caminando. De alguna manera, parecía que él tenía súper fuerza también, porque salimos por mi ventana y no sé cómo hizo para que no nos estrelláramos contra el piso.

—No tengo súper fuerza—dijo mientras abría la puerta de la cabaña. Tenía una sonrisa gigante en la cara—. Es mi fuerza natural gracias a los músculos que tengo.

Alcé las cejas y entré.

—Vaya, que modesto.

Me guiñó un ojo y desapareció en la cocina. Volver a estar allí parecía surreal. Habían pasado tantas cosas...y yo había sido tan estúpida. Recordaba cómo Horus dijo que me estaba volviendo loca, y la verdad es que así lo era.

Lo seguí a la cocina y vi que preparaba un chocolate caliente. De repente, un pensamiento cruzó mi mente y sentí que se me prendió la lamparita.

—Por eso tienes la nevera vacía.

Me miró por encima del hombro, con una ceja arqueada.

—¿Quieres explicarme un poco más?

Negué con la cabeza, maravillada.

—Tienes la nevera vacía, la cocina en general vacía, porque no vives aquí.—Otra lamparita se me encendió—¡Oh, mis dioses! ¡Por eso no comes nunca nada! ¡Ni has visto una película ni comido helado!—Lo miré con los ojos muy abiertos. Él lucía confundido.—¡Porque eres un extraterrestre!

La comprensión llegó a sus ojos y sonrió. Terminó de revolver el chocolate y me tendió la taza.

—Exactamente, Iris—dijo y nos dirigimos al salón—. Mi estómago no esta preparado para digerir los alimentos de este planeta.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora