Cuatro días.
Habían pasado cuatro días desde mi encuentro con Horus. Lo bueno era que la última vez me lo había cruzado estando en normal estado y no como un géiser.
En este momento me encontraba en la biblioteca del Instituto, buscando libros sobre la mitología egipcia. Quería saber más acerca de este dios Horus, y como me gustaba tanto leer, decidí venir a consultar aquí en vez de buscar en internet.
Se notaba que mi vida era muy aburrida por estar haciendo esto. Una persona normal estaría con amigos o haciendo otra cosa, en vez de obsesionarse con un chico que había visto solo dos veces.
Traté de no pensar en eso, y me dispuse a buscar entre los estantes. Encontré un libro que tenía muchas páginas, era de color marrón y tenía una figura egipcia en la tapa que sobresalía con un poco de relieve. Me senté en una de las mesas del fondo, en donde la luz era muy tenue a menos que prendas una de las lámparas. Las páginas estaban amarillentas, ya que era un libro muy viejo.
Lo abrí en la primera hoja, y mi corazón casi se detiene al ver por el rabillo del ojo a una sombra pasando rápidamente por al lado mío, para luego sentarse al otro lado de la mesa en donde me encontraba.
― ¿Hola? ―pregunté, temerosa. No podía reconocer su cara debido a la poca luz que había en esa parte.
Se inclinó un poco adelante y pude ver con claridad.
Era Horus.
Mi corazón comenzó a latir rápidamente, en parte debido al susto y en parte debido a que se trataba de él.
―Nos volvemos a encontrar. Por suerte no te estás cayendo ni nada parecido...—dijo en tono juguetón. Tenía la voz grave y suave.
Sonreí tímidamente.
―Sí, menos mal...
¿Qué hacía en la biblioteca de mi instituto? ¿Acaso me estaba siguiendo?
No sabía qué decirle. Tenía demasiadas preguntas. Lo miré fijamente a los ojos y vi que me estaba contemplando. Frunció el ceño, se paró y se acercó más a mí.
― ¿Por qué te tiñes el pelo?—preguntó, agarrando un mechón de pelo que caía por mi mejilla.
Mi estómago dio un vuelco ante su cercanía y me tensé de los pies a la cabeza. ¿Cómo sabía que me teñía el pelo? Es decir, se notaba que era rubio teñido, pero...
Ah. Debía ser eso. Me relajé.
―Porque mi color natural no me gusta―respondí y me encogí de hombros, simulando estar tranquila. Pero por dentro, me estaban temblando hasta las tripas y no era por hambre.
Horus frunció más el ceño.
― ¿Por qué no te gusta? Hay gente que... ―No terminó la frase, sino que se levantó de la silla y comenzó a alejarse.
Yo no podía creerlo. Me toqué el pelo, como si este me pudiera dar una respuesta, y luego me paré.
― ¿Quién eres? ―pregunté con la voz temblorosa, en un susurro.
Ya estaba a muchos metros de distancia, pero su voz me llegó igual:
―Ya lo averiguarás. Paciencia.
Di un respingo al escuchar su voz tan cerca.
Odiaba que me dejara con las frases a la mitad o con dudas. ¿Paciencia? Parecía sacado de una novela de Shakespeare. Era demasiado misterio para mí. Por lo que me armé de valor y caminé en su dirección, pero ya era demasiado tarde.
Había desaparecido.
Suspiré, frustrada, y bajo la mirada de advertencia de la bibliotecaria, volví a sentarme en mi mesa.
El libro no estaba.
Revisé en las sillas, debajo de la mesa, a los costados, pero nada. Incluso me paré para ver si estaba por donde había caminado, pensando en la posibilidad de haberlo pateado sin querer, pero no, había desaparecido.
Y algo me decía que Horus tenía que ver con eso.
YOU ARE READING
Horus
Fantasy¿Y si el amor de tu vida esta en otra galaxia? No todos los días te cruzabas con alguien como él: alto, musculoso, pelo negro, ojos de distinto color, uno azul y otro gris, labios perfectamente besables...y un total desconocido. -- Iris Deleed t...