• Primer día •

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26 noviembre 2018 (Repito que esta fecha no tiene nada que ver con el espacio temporal de esta historia).

Una horrible canción comenzó a sonar, y me hizo levantarme para apagar la alarma corriendo. Normalmente me pongo canciones que odio como alarma en el móvil, porque así me aseguro de apagarla rápido. No elijo canciones que me gustan porque entonces acabo odiando la canción. No sé por qué cuento mi vida si a nadie le interesa.
Me aseé y me puse el uniforme. Estar en un instituto privado con uniformes tiene una ventaja y una desventaja: No tienes que romperte la cabeza pensando en lo que te vas a poner porque siempre te pones lo mismo, pero a veces me gustaría ponerme otro tipo de ropa, la que me ponía cuando salía con mis amigos.
"Mierda, deja de recordar eso. Cada cosa que hago me recuerda a ellos."
Fui a la cocina y preparé mi desayuno. Mi madre estaba buscando no sé qué en su ordenador mientras se tomaba una taza de café. Cuando me vio, me saludó con un breve cabeceo y siguió con su ordenador. Ese comportamiento sólo significaba una cosa: estaba inspirada para su nuevo libro, y cuando le viene la "chispa" no debe distraerse porque tal y como le viene la idea se le va. Así logra distraerse del estrés de su trabajo y de la familia tan penosa que tiene (era broma, simplemente me hizo gracia ponerlo ahí equisde). Cogí una mochila vacía y me la colgué al hombro. La mayoría de las veces nos entregaban los libros el primer día, después de las presentaciones. Unos libros tan pesados que rompen con todas las reglas impuestas por el consejo escolar de "la mochila debe pesar menos de 7 kilos". Seguramente si la pongo en la báscula, ésta se partiría en dos. Y este tipo de cosas son en las que pienso en el camino hacia el instituto.
Todo iba normal hasta que los vi , riéndose por algo que un chico bastante guapo les enseñaba en el móvil. Yo podría haber sido una de las que se reían tanto, parece que se lo están pasando bastante bien sin mí. Seguí mi camino como si nada, echándoles miradas fugaces. Eva y Mónica fueron las más descaradas cuando me vieron pasar por delante suya. O eso o que fueron las únicas que se dieron cuenta. Se me quedaron mirando, y cuando les miré, se hicieron las disimuladas. Ni siquiera me saludaron. No se molestaron en preguntarme cómo me habían ido las vacaciones, como mínimo. Antes siempre estábamos juntas, hablábamos sobre casi todo (lo que le gustaba a ellas, claro), y estuvimos durante toda nuestra vida escolar hasta hoy juntas. "En cierto modo, tuve suerte de no juntarme más con ellas, porque eran unas interesadas". Seguí mi camino con la cabeza bien alta hasta el edificio, y fui a ver las listas, para ver con quiénes me ha tocado compartir clase este año. Mierd... coles. Me ha tocado con Mónica. Pero por suerte a los demás no los conozco. Si no me conocen, puedo cambiar un poco mi actitud para parecer más ... ¿Confiada? ¿Guay? Me estoy dando vergüenza ajena a mí misma por pensar en esto. No voy a cambiar mi actitud por nada del mundo. Si no me aceptan, es porque ellos no se merecen mi "valiosa" amistad. Me había tocado en el aula 5, que estaba en la parte de arriba. Con la pereza que me da subir escaleras...
Dentro del aula estaban todos los niños, gritando y saltando como críos, tirándose estuches unos a otros. Tenemos 15 años. Busqué un sitio donde sentarme, cuando vi a Mónica entrando a la clase. Ella me saludó como si nada (¿Debo recordar que antes se limitó a mirarme y a chismorrear con Eva?) y me señaló un pupitre para que me sentara a su lado. Al principio sentí una inmensa alegría, porque eso sería una excusa para recuperar su amistad, pero al instante caí en la cuenta. Ella, como siempre, me estaba intentando utilizar, porque estaba igual de sola que yo en esa clase. Una lástima, porque a no ser que su querida amiga Eva se cambie de clase, va a seguir estando sola. Me senté en el pupitre al que le había echado el ojo al principio, y me intenté aguantar la risa al ver la cara de asombro que ponía Mónica al ver que su perrito faldero le había rechazado el privilegio de estar junto a ella en clases. Por suerte, el profesor entró pocos segundos después, porque su mirada me estaba empezando a incomodar. Un idiota que estaba subido encima de la mesa estuvo a punto de partirse el cuello al bajarse bruscamente, y los demás volvieron a sus asientos. Detrás del profesor entró una chica que me sacaba 30 centímetros por lo menos. Llevaba su pelo rubio suelto, con dos mechones que se recogen hacia atrás. Sus ojos azules estaban exageradamente abiertos, como si estuviera asustada, o sólo quisiera ver o inspeccionar cada detalle de la clase. Todos se callaron, pero fue por la mirada mortal que les estaba echando el profesor.
- Muchachos, esta es Carla. Es nueva en este pueblo, y espero por vuestro bien que no la asustéis, al menos todavía.
Todos rieron la gracia del profesor, incluida yo. Cuando quiere, el hombre es majo.
- Vamos, siéntate, que los pupitres no muerden. Voy a bajar a ver si han arreglado el asunto de tu inscripción, y ahora vuelvo - esto último lo dijo en voz alta, porque algunos estaban empezando a hablar en tono alto.
La chica se sentó justo detrás de mí. Nadie le prestó mucha atención. Ni la más mínima muestra de compañerismo. Yo le hablaría, pero no encontraba en momento oportuno. Además, soy ridículamente tímida...
Pasaron las tres primeras horas muy lentamente. Tal vez se debiera a que estaba revisando mi reloj de pulsera cada 3 minutos. Cuando llegó la hora del recreo me sentí bastante aliviada, pero luego se me volvió a formar el maldito nudo en la garganta. No tenía a nadie con quien pasar el recreo. Nadie.
¡Pero había una biblioteca! La cual no he visitado desde que se me olvidó hacer mi parte de la cartulina hace dos años. A decir verdad, no me considero una "amante de los libros". (He tenido el libro de Huckleberry Finn con el marcapáginas puesto en la página 20 durante tres años. Tampoco me interesa escribir, ya que sólo lo hago cuando me siento feliz , y últimamente tengo la cabeza hecha un caos con tantos desengaños).
Total, que cogí el primer libro que toqué (nunca escojo el más llamativo, me parece un poco injusto juzgar un libro por la portada) y me senté a leerlo mientras me comía la merienda a escondidas de la profesora (no nos dejan comer dentro del habitáculo).
Al acabar el tiempo libre, me dispuse a ir al aula de referencia donde tendríamos una aburrida charla sobre el nuevo sistema de evaluación en Andalucía. Como si me importara lo más mínimo. En mitad del pasillo que llevaba a la clase estaban Mónica y la niña nueva, Carla creo que se llamaba. Mónica parecía estar pasándoselo bastante bien contándole su vida, y Carla parecía fingir que le interesaba, pero conozco muy bien esa cara, porque yo también la hacía cuando sólo hablaba de ella misma y no escuchaba a los demás. Aunque, por lo visto, ninguna de las dos se dio cuenta de que estaban interrumpiendo el paso, y yo no pensaba pedirles que se apartaran. Un chaval llegó en el momento oportuno para decirles a gritos que se quitaran.

LIEBEWhere stories live. Discover now