Reconciliación

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Mi amor por ti es más grande que el universo... aquellas palabras se repetían en su cabeza las últimas horas como si quisieran torturarlo. Llevaba una semana sin tener tiempo para estar junto a su amada y, cada segundo que pasaba se volvía una angustia desde que esa mañana habían discutido como nunca antes. ¿En qué momento su dulce vida se transformó en eso?

Se habían casado hacía casi seis meses, después de haber esperado años para tener la edad que la ley exigía. Recordaba que ese día Usagi se veía deslumbrante en su vestido de novia, tan hermosa que se sentía inmerecedor de su amor. Después de una solemne ceremonia, ella le había dado la noticia más bella y enternecedora. Serían padres y tenían claro quién venía en camino. Habían esperado por ella mucho tiempo. Pensaba que su felicidad no podía ser mayor, sin embargo, cada día se sorprendía con que su amor era aun más grande que el anterior.

Aun así, los primeros meses no habían sido fáciles, menos para Usagi que nunca había llevado una casa sola, por lo que él la ayudaba en lo que más le permitían sus turnos. Estaba haciendo su primera práctica y sus horarios eran muy agobiantes, además de tener que enfrentar situaciones complejas y desgarradoras en la urgencia del hospital más concurrido de Tokio.

Ella quiso estudiar diseño de vestuario mientras esperaba a su bebé, y estaba muy entusiasmada con las clases. Su vientre aún no era visible, según los exámenes tenía alrededor de 16 semanas y en la proxima ecografía confirmarían si su bebé era niña, aquella pequeña inquieta de cabello rosado.

Según sus recuerdos, ese día tuvo turno hasta mas tarde y le había enviado un mensaje de texto para que no lo esperara despierta, pues prefería que descansara, debido a su estado. Lo último que imaginaba era verla llegar en ambulancia. Su corazón se detuvo al ver como se retorcía sobre la camilla, mientras lloraba con angustia y gritaba su nombre.

—¡Mamo-chan! —le oía decir.

El quiso acercarse, más las enfermeras se interpusieron en su camino, sugieriéndole esperar un poco, mientras la estabilizaban. ¿Cómo le pedían algo así? Lo único que quería era verla, abrazarla, confortarla, decirle que todo estaba bien. Porque así tenía que ser, ¿cierto?

Nunca los minutos se le habían hecho tan eternos, hasta que el médico al fin salió de la sala y lo llamo para entregarle información. Su cara no auguraba nada bueno, ya había aprendido a leer el rostro de los doctores, ya que el mismo se titularía como tal muy pronto.

—¿Cómo está Usagi? —preguntó al borde del colapso. Su frente sudaba y su corazón golpeaba su pecho con fuerza.
—Hicimos todo lo que pudimos —dijo con tristeza.

El mundo se detuvo en ese momento. Parecía que el médico seguía hablando, pero Mamoru no lograba oír nada, como si de pronto se hubiese quedado sordo. Conocía el significado de esas palabras, ya había visto esa escena mil veces, pero era tan distinto estar en ese lado.

—¿Que sucedió? —logró formular aquella pregunta casi de forma mecánica.
—Mamoru, tu esposa está bien, logramos estabilizarla, pero...

Pero... esos peros no eran nada bueno y aunque escuchó que ella estaba bien, sabía que no del todo. Su corazón latió errático y llevó su mano a si pecho, demostrando su malestar, por lo que el médico tomó su brazo y lo animó a sentarse.

—Sé que es difícil para ti, pero esto sucede más a menudo de lo que imaginas —habló con suavidad para tranquilizarlo—. Son jóvenes y tendrán muchas más oportunidades.

¿De qué hablaba? Su cabeza daba vueltas y aún no entendía que quería decirle el médico. En verdad, estar al otro lado era muy angustioso. Él mismo había dado un sin fin de explicaciones a las familias de sus pacientes, pero ahora su mente no lograba procesar las palabras que salían de la boca de su colega.

Reconciliación Where stories live. Discover now