Prólogo

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Habían pasado veinte años después del incendio provocado por el "Fantasma de la Ópera".

Christine Daaé y Raoul de Chagny vivían felizmente casados junto con sus cinco hermosas hijas: Margot, era la mayor, tenía dieciocho años, ojos verdes como esmeraldas y cabello castaño oscuro; Alice, —con diecisiete años de edad y cabello dorado y ojos avellana— era la siguiente hija y la que había nacido con mayor parecido a su padre; Solange, era la hermana de dieciséis años que había heredado el cabello oscuro como la noche de su abuelo Gustave Daaé, y había nacido con bellos ojos verdes como aceituna;  Lara, la cual era un año menor que Solange, también había heredado el cabello oscuro de su abuelo, no obstante, había nacido con ojos marrones como los de su madre; y  finalmente, Evelyn, la más pequeña de las hermanas —con doce años de edad—, era la versión en miniatura de Christine, ya que también poseía sus ojos marrones y un cabello castaño claro como el de ella.

Raoul y Christine, no podrían sentirse más felices y afortunados, ya que cada hija había nacido con un don especial: Margot tenía la gran fortuna de poseer una voz tan bella y melodiosa como la de Christine; Alice era una pintora talentosa, y con tan sólo un lienzo, un pincel y un poco de pintura, podía crear grandes obras de arte; Solange tenía una gran coordinación y una habilidad nata para el baile; Lara era una joven prodigio a la hora de interpretar alguna melodía con una flauta; y la pequeña Evelyn amaba crear accesorios y prendas a partir de un simple trozo de tela.

Las jovencitas tomaban lecciones en casa con su institutriz, Mademoiselle Boucher, para aprender sobre literatura, arte, geografía e historia.

La mansión de la familia de Chagny siempre estaba llena de alegría, paz, amor y risas.

Raoul y Christine amaban a sus hijas con todo el corazón, y procuraban darles lo mejor que podían, sin llegar a malcriarlas. Al contrario, todas esas atenciones por parte de sus padres, hacían que las jovencitas de Chagny se sintieran las más agradecidas y afortunadas.

Sin embargo, no todo podía ser felicidad en la casa. Una noche, en la que Christine se encontraba sola en la recámara, sintió una punzada fuerte en el pecho, seguida de mucha presión y dolor. Aquello se trataba de un problema del corazón, pero Christine, mantuvo ese asunto en secreto, por el bien de su amado esposo y sus queridas hijas.

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Dentro de aquellos veinte años transcurridos, la Ópera Garnier fue reconstruida en su máximo esplendor, tal como lucía antes de la desgracia.

Cuando todo estuvo listo, personas que habían trabajado en el lugar, con anterioridad, regresaron a laborar en la Ópera: Monsieur Firman y Monsieur André, como dueños y directores; Madame Giry, como instructora de ballet y encargada del grupo; Monsieur Reyer como director de la orquesta; y Carlotta Giudicelli, nuevamente como diva y cantante principal.

Además de los antiguos miembros de la Ópera, se integraron rostros nuevos al equipo.

Meg Giry decidió que su lugar no era París, por lo que viajó a Londres y comenzó a trabajar como maestra de ballet en una academia, después de haber adquirido tantos conocimientos en la danza por su madre. Sin embargo, para poder buscar sus propios sueños y ambiciones, Meg dejó a su hija en manos de Madame Giry.

La pequeña Annie Giry, era la hija de Meg y la única nieta de Madame Giry. Cuando Meg tomó la decisión de mudarse a Londres, su niña no estaba dispuesta a abandonar su amada Francia ni a su adorada abuela. Entonces, se tomó una decisión radical: Meg se iría sola a Londres, y Annie se quedaría en París con su abuela.

Así fue, como Annie pasó a vivir en la Ópera Garnier con Madame Giry, y posteriormente a formar parte del grupo de ballet, gracias a la destreza que poseía en el baile y los largos entrenamientos con su abuela.

La agrupación vocal de la Ópera creció gracias a Luciana y Leandro Giudicelli, hijos de Carlotta.

La noche del incendio, la diva italiana fue despojada de su gran amor Ubaldo Piangi. Sin embargo, no contaba con que meses después, una niña sería el fruto de aquel amor: Luciana.

Dos años más tarde, Carlotta probó suerte nuevamente en el amor, y las cosas no salieron bien. El nuevo hombre en su vida terminó muerto después de atragantarse con un pedazo de codorniz, dejando a Carlotta con un nuevo hijo: Leandro.

A medida que Luciana y Leandro crecieron, demostraron tener una gran voz, por lo que su madre les consiguió tutores particulares de canto, y así ambos llegaron a poseer exquisitas voces operísticas, a diferencia de Carlotta.

No obstante, nadie contaba con que alguien más regresaría a la Ópera Garnier. Y quién regresó, fue el temido "Fantasma de la Ópera".

El Fantasma nuevamente convirtió las catacumbas de la Ópera en su reino, y anunció su regreso con diversas bromas pesadas hacia los Giudicelli.

Una tarde, Firman y André hablaron de tomar cartas en el asunto y acabar con el problema del Fantasma de raíz, ya que querían evitar desgracias como las ocurridas años atrás.

Sin embargo, no pudieron llevar a cabo su plan de acabar con él, ya que la noche del mismo día, recibieron una carta por parte del Fantasma en la que los amenazaba y les recordaba las atrocidades que era capaz de provocar.

A Monsieur Firman y a Monsieur André, no les quedaba más que resignarse y obedecer a las instrucciones de su viejo amigo, y rezar porque no volviera a ocurrir otra tragedia nunca más.

Down Once More | The Phantom Of The OperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora