Capítulo 11

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Bajo el cielo nublado y gris, una gran cantidad de habitantes del pueblo de Ogaden estaban asustados y algunos, malheridos, se reunieron atónitos alrededor del Dragón Balhaur que yacía muerto y humeante con el joven Cliff Blackdraft inconsciente a su lado, pero aun así, con recelo guardaban una distancia bastante prudente. La lluvia de piedras volcánicas había cesado pero aún se escuchaban gritos de ayuda a lo lejos y algunas construcciones aun ardían en llamas.

– ¡Maldita sea Ayuden a ese niño por el amor de Gaia! – dijo un disparatado abuelo tuerto moviendo su lata de escupitajos vacía entre el gentío.

Nikolai después de guardar la piedra Fénix de Cliff en su bolsillo, comenzó a arrastrarlo lejos del Dragón en un intento de salvarlo en caso de que el dragón despertara, lo intentó tomar de los brazos, pero el cuerpo del joven Danhairos estaba hirviendo, asi que lo tuvo que arrastrar de los pies tomándolo de los chamuscados ropajes; era pesado, pero una mujer salió de entre la multitud y corriendo fue donde estaba el dragón y le ayudó con mucha voluntad, era Leonor Hood, su largo cabello rubio no llamó la atención entre los Ogadenses, ya que estaba cubierto de arena, ceniza negra y astillas.

– Déjame ayudarte – dijo con una voz enérgica, tanto que casi sonó como un alarido, estaba exhausta por todo lo que había pasado momentos antes, pero aun así logro ayudar al joven Gato, en esos momentos los dos tenían sus instintos a flor de piel, y en ese momento en el que lo sacaron y soltaron las ropas del joven guerrero se miraron uno al otro y encontraron paz y tranquilidad acompañado de un dúo de suspiros agotados.

– Gracias bella dama- dijo Nikolai.

– De nada, campesino – dijo Leonor sentándose en el suelo.

La pausa fue larga pero esa paz tomo un giro inesperado al ver que el cielo que se veía gris y tranquilo anteriormente se comenzó a poner negro como el carbón, las nubes comenzaron a chocar generando truenos y relámpagos con un viento muy feroz que comenzó a levantar arena en el desierto de Ogaden.

– ¡Corran! – dijo Leonor a la gente que estaba alrededor del Dragón y poniéndose de pie nuevamente, – ¡protéjanse bajo techo, se acerca una tormenta de arena! – ella y los pobladores sabían muy bien lo que significaba una tormenta de arena, pero sin embargo era el peor momento para algo como eso.

Nikolai miró a Moéh que estaba a su lado aun en shock por perder su bar.

– Vamos viejo, lo mismo de siempre, una tormenta de arena, vamos a lo que queda del bar – dijo levantándolo.

– ¿Irán a ese lugar? – preguntó Leonor mirando la propiedad que aun ardía en llamas.

–No lo sé, debemos irnos de aquí, es lo único que sé. – respondió Gato.

– ¡¡Lord Faier!! – gritó Cliff levantándose del suelo rápidamente y mirando a todos lados –Ah... duele...– dijo abrazando su cuerpo con sus manos, el dolor era punzante en todo su cuerpo, como si hubiese sido llevado a su límite. – ¿Oh dónde estoy?, ¡Tu! – dijo apuntando a Nikolai

– ¡Yo! – dijo él.

Cliff dejó de apuntarlo y con una mueca se quedó mirando las orejas de Gato – ¿Gatito?...eh... ¿Ogaden?.. – Miró al cielo y lo apuntó también tratando de orientarse de alguna manera – ¡Tormenta de arena! – y al decir eso se desmayó nuevamente, pero Leonor alcanzó a tomarlo de los brazos.

– Necesito curar sus heridas, aun está en inconsciente – dijo Leonor.

– También necesito que cures mis heridas nena, ¿quieres que te lleve a mi hogar o no? – dijo olvidando todos sus problemas al percatarse más aún de la innegable belleza de la joven Leonor.

Crónicas de Gaia: Libro PrimeroWhere stories live. Discover now