Capítulo 13

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Llegaron tras pasar la cueva de hueso que atravesaba el cordón de montañas Rigotón bajo la luz de las antorchas. Al salir de ella se podía apreciar el puerto de Leodria, que en una superficie cavernosa de tamaño colosal que daba al gran Mar Eternario, a través de enormes y naturales pilares de roca blanca llenas de musgo y vegetación, que crecía frondosamente gracias a las múltiples cascadas de agua dulce, que caían en un semipermanente sonido acuático cayendo sobre el mar azul que sostenía los muelles flotantes, se podía apreciar un conjunto de estructuras de piedra blanca construidas en altura, que eran mucho mas livianas y resistentes fabricadas con mucho cuidado en la costa artificial. Estaba abarrotado de barcomercados ambulantes y canoas junto a barcos pesqueros grandes y pequeños.

Por todo el lugar pululaban hombres viejos ya sea sentados en algún rincón del mercado o apoyados en alguna roca bebiendo licores baratos como el vino y el ron, se podían oír gritos de los capitanes de grandes barcas ofreciendo trabajos de pescador y capataces en altamar, y por otro lado un par de guardias dándole una paliza a un niño que protegía un poco de fruta entre sus brazos. La dueña del mercado de verduras, una vieja gorda con una pañoleta de distintos colores sosteniendo su sucio y rizado cabello negro, alegaba disparatada levantando los brazos de arriba a abajo que hacia falta mayor seguridad, lo que hacia a los guardias golpear al niño con mas violencia.

Las fragancias de pescado, sal marina y orina le traían nostalgia a Quagga, desde que dejaron Leodria después de que Garus y Raiza se casaron fueron escoltados por un pelotón de Kerubines, soldados notoriamente de bajo rango que les iban a acompañar en su viaje para detener a Víktor Kluttón en su encuentro con los reyes de Aquifia.

La ceremonia de Garus y Raiza fue breve pero cargada de emociones fuertes, ya que ese día tuvieron que tomar distintos caminos y destinos, Raiza sería escoltada a Fragua, con órdenes de quedarse ahí hasta ver a su hijo nacer. Garus aun recuerda la última conversación:

–Cuida al bebe por mi, Rizzy– dijo, sus ojos eran brillantes y paternales, orgulloso de sus logros.

–Los Nefilim...– dijo Raiza refiriéndose a los alquimistas de Leodria– predijeron que seria un niño–

Garus la tomó suavemente de la mejilla y deslizó su mano por su cabello – ¿Qué nombre le daremos? –

–Quería que tú se lo des... – respondió ella tocándose el vientre, aun faltaba tiempo para su nacimiento, pero había consternación con respecto a la misión de Garus y las palabras sobraban si de despedida se trataba.

Él ya lo había pensado, como nunca, Garus sonrió y dijo:

–Cliff... su nombre será Cliff Blackdraft–

Raiza sonrió con gracia. –Es perfecto– tocó la mejilla de su marido y lo besó. –cuídate. –

Se alejaron del sector comercial y se adentraron en la bahía Angelus donde el barco los estaba esperando, era una corbeta de tres mástiles cargada de marinos ocupadísimos, moviendo cosas de lado a lado, alistando las velas, ajustando las cuerdas y limpiando cada parte del barco de forma sistemática. Un hombre de unos treinta años, con el pelo largo y negro en forma de trenzas enmarañadas, una mirada fría y calculadora, un bigote corto y pelo en su barbilla, miraba a los viajeros que se acercaban para hablar con él. El capitán, tenía una botella de ron en la mano y comenzó a beber de ella mientras bajaba por la plataforma apoyada en los muelles de modo tranquilo.

­–No penzé que la cosa zería tan zeria– dijo con su característico acento antes de limpiarse la humedad de su boca.

– ¿Acaso no te dieron los detalles de la misión? – dijo Garus bajándose de su caballo.

Crónicas de Gaia: Libro PrimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora