Prólogo

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Aquí comienza todo, donde una sola decisión puede afectar el sentido de la rotación de la tierra, puede destruir personas e incluso cambiar completamente el futuro. Los humanos viven encadenados a constantes decisiones que los encaminan hacia un cierto lugar, pero en esta vida existen millones de opciones por tomar y millones de caminos que recorrer, y a muchos no les basta con recorrer un solo camino.

En este mundo, todos viven una distinta realidad, todos ven las cosas a su manera, aunque los ojos muestren lo mismo que está mirando el otro.

Los humanos pueden observar, conocer y juzgar. Sin embargo, la gran mayoría, se olvida de conocer y juzga sin contemplación, observando defectos y omitiendo virtudes. Así comienza nuestra historia, una historia repleta de traición, amor, envidia y soledad. Narraremos una aventura que solo uno puede completar, uno con una visión diferente a la que todos tienen en este mundo.

Distintos ideales nadan por esta tierra, buenos y malos... pero la pregunta es... ¿Qué ideal tienes tú?

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Más allá de las grandes ciudades y de las transitadas avenidas, en un bosque apartado y habitado solamente por la vida salvaje, una pequeña luz avanzaba entre los inmensos árboles que con sus ramas, ocultaban el perezoso brillo del sol que de a poco se asomaba en el firmamento. Era un amanecer brumoso e invernal, el suelo del bosque yacía cubierto por numerosas capas de nieve, que obstruían los caminos que atravesaban el sitio. La gran mayoría de los animales, dormían en sus escondrijos, sin osar a salir por el invierno que azotaba el bosque. La única forma de vida que se distinguía, era esa pequeña luz que avanzaba por uno de los senderos del lugar. El resplandor provenía de la mano derecha de uno de los dos magos que en esos momentos transitaban entre los nevados árboles. Ambos hombres eran jóvenes y vigorosos, por su aspecto no superaban los veinte años de edad.

Kaien era alto y elegante, tenía una cabellera rubia, con un peinado alborotado que se mecía rebelde entregado al viento invernal. Los mechones apenas rozaban sus cejas junto a sus ojos verdes que se asimilaban a un gran foco, en contraste con la piel de mármol que poseía. Por su parte, Mark contaba con una estatura mediana, su paso era tranquilo pero inseguro, como si siempre sintiera la sensación de que alguien lo asechaba. Por razones que ni su mejor amigo Kaien sabía, este escondía su rostro con una extraña máscara de metal de raras inscripciones, formas y dibujos. Aquellos pequeños orificios simétricos que tenía a la altura de la boca, junto con la profundidad del color negro de los párpados pintados, le otorgaba al joven mago el perfil de un asesino serial que le encanta desmembrar víctimas. Nadie ni nada sabía porque llevaba esa máscara. Muchos decían que había sido por un accidente que había tenido cuando era pequeño, otros creían que ya había nacido con el rostro deformado. Sin embargo, nadie conocía la respuesta, era un enigma que muchos deseaban resolver.

Ambos eran grandes amigos, compañeros de clase y alumnos ejemplares recibidos de la Academia Pheldum con honores. Se conocían bastante bien, cada uno contaba con su carácter y sus formas particulares de llevar las cosas, pero al fin y al cabo su amistad se sostenía en esas diferencias, en esas pequeñas cosas que no compartían. Los dos caminaban sin descanso por aquel bosque inhóspito, en donde no se veía nada, solo algún cuervo aislado que se perdía a lo lejos.

Los dos muchachos contaban con un buen estado físico y con unos abrigos de piel que los protegían del frío, pero la dificultosa caminata poco a poco los cansaba más y más, en sus rostros, las expresiones eran de agotamiento e impaciencia.

-Definitivamente odio el invierno- Comentó Kaien mientras pateaba la nieve que le impedía el paso.

-Ya deberíamos estar por llegar- Respondió Mark con ojos cansados- El profesor Adams dijo que su casa estaría al final de este camino.

Masterpiece: El eslabón del tiempoWhere stories live. Discover now