El niño alzó la cabeza sin poder evitarlo, sus ojos brillaron de la emoción. En un lugar como el Internado, las sorpresas era un milagro. 

—¿Una sorpresa? —preguntó, casi a regañadientes, pero Taehyung sabía que, en realidad, estaba tratando de ocultar su emoción.

El mayor rebuscó algo en su bolso ante la atenta mirada del niño, quien terminó dejándose caer en el suelo a su lado.

—Te traje un muñeco—le dijo el adolescente a Jimin, una vez que lo encontró—. Se lo robé a un niño omega con el que me crucé hoy.

            El beta menor frunció el ceño, colocando sus puñitos en las caderas, mirándole de esa graciosa manera reprobadora que a Taehyung le derretía el corazón.

—No está bien que robes, hyung

Taehyung se encogió de hombros.

—Tampoco está bien que tú y estos niños estén aquí dentro, pero aquí están, ¿no? —Jimin ladeó la cabeza, sin comprender—No es nada, pequeño Chimchim. Ten. Es precioso, ¿no crees? Yo creo que se parece a ti. Tiene el mismo cabello rubio y los mismos ojos oscuros.

El menor tomó el muñeco entre las manos y sintió que sus ojitos se aguaban. A pesar de que quería mantenerse firme en su opinión de que su hyung no debía robar, la emoción lo terminó sobrepasando. Jamás en su corta vida había tenido un juguete de verdad. Solo estaba permitido que los niños alfas y omegas los tuvieran, por lo que los betas se conformaban con hacerse pequeños muñequitos del material que encontraran. Hyuna, por ejemplo, siempre hacía juguetes con restos de cosas que encontraba en la cocina, pero no eran tan hermosos como lo que tenía entre sus manos. El juguete estaba hecho de tela, con pelo sedoso y ojos bordados. ¡Era precioso!

Taehyung, por su parte, se dedicó a observar a Chimchim. Sabía por experiencia que un lugar como el Internado, no era un buen espacio para crecer. Los niños, por lo general, eran tratados con demasiada severidad. Por lo cual, siempre tenía que escanear al menor en busca de heridas o señales de que estaba dañado y las encontró al observar las manitos rojas de Jimin.

—¡Lo sabía!—exclamó Taehyung en un susurro y sin previo aviso, haciendo que Jimin diera un salto. El adolescente le agarró una de sus manitos y la revisó—. Lo sabía. Estuviste limpiando, ¿no es así? ¿Qué fue lo que hiciste esta vez, Jimin?—le reprochó Tae.

El menor tiró su mano, volviendo a esconderla tras su espalda. Sus mejillas se tornaro rojitas y trataba de apartar la mirada, avergonzado.

—¡Esta vez no lo hice a propósito, hyung! Se me cayó la comida en el almuerzo y la Superiora se enojó—murmuró, esbozando un puchero triste. Taehyung, en tanto, estiró la mano para secar una lagrimita que se le escapó al niño—. Ni siquiera me dejaron cenar.

Taehyung reprimió un suspiro. Por supuesto. Apretó cariñosamente una de las esponjosas mejillas del mejor y le dedicó una sonrisa suave.

—Entonces, debes tener hambre.

Chimchim, otra vez siendo obstinado, desvió su mirada.

—Nop—respondió, haciendo énfasis en la última letra.

Taehyung entrecerró los ojos, desconfiado. Pero todavía con una sonrisa entre los labios.

—¿Tengo que poner mi oreja en tu pancita para comprobarlo, Jiminie?—canturreó, acercando su mano juguetonamente al espacio cercano a su ombligo.

El pequeño beta reprimió una sonrisita, mientras cruzaba sus brazos tratando de protegerse de las manos de Taehyung.

            —No, no tienes permitido tocar mi pancita.

The scent of your skin || Omegaverse || Taejin-YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora