Capítulo 4

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Armin se encontraba frente a la puerta de aquella casa, esperando a que se abriera. Respiró hondo, tratando de tranquilizarse, pues la situación requería de toda la calma que fuera capaz de reunir, a pesar de haber planeado de antemano lo que iba a decir y hacer.

Debía aprovechar que Jean y él habían acordado pasar juntos esa tarde, que sus padres no estarían en casa, para ver películas y jugar a videojuegos. Era el momento ideal y, sin embargo, no se sentía preparado para el paso que iba a dar.

Pero Jean no abría la puerta. Pensando que a lo mejor no estaba, Armin se dio la vuelta, dispuesto a marcharse, cuando el sonido de la cerradura lo detuvo.

–¿Armin?

–¿Eh? Hola, Jean –dijo girando sobre sus talones y rascándose la nuca, ligeramente avergonzado al verse descubierto en su huida.

–¿Qué haces aquí? –preguntó Jean, sorprendido por encontrarle frente a su puerta, con una simple sonrisa en la cara.

–Es que... –Por un momento, Armin no supo qué contestar, pues sentía los ojos de Jean clavados en él, desconectando su cerebro del resto de su cuerpo e impidiéndole pensar con claridad. Respiró hondo, otra vez. Debía calmarse–. Habíamos quedado, ¿recuerdas?

Jean puso cara de concentración, señal de que estaba esforzándose en encontrar una conversación con Armin donde decidieron quedar esa tarde. Parecía que no, no se acordaba.

–¡Ah! Yo creí... Bueno, después de... creí que... –Se había sonrojado y no paraba de balbucear, diciendo un montón de incoherencias. Pero no terminó la frase. En lugar de eso, le dedicó una amplia sonrisa y se apartó del umbral–. Claro, pasa, debe hacer frío fuera.

–Gracias –agradeció Armin, entrando en la casa y dirigiéndose directamente al salón mientras Jean cerraba la puerta y le seguía hasta el sofá, donde se sentaron muy rectos–. ¿Y... están tus padres? La última vez que vine no estaban.

–¡No! –respondió Jean en un chillido involuntario. Era raro verle sentado con la espalda tan recta, más en su propia casa–. Ya te había comentado que se iban no sé a dónde todo el fin de semana, ¿no? –añadió, recuperando el tono normal de su voz.

–Ajá. –Asintió.

En realidad toda esa conversación era innecesaria porque ya sabía que encontraría a Jean solo. Había pasado toda la semana convenciéndose a sí mismo de que sí era capaz de hacerlo. Pero en aquel momento, con Jean visiblemente nervioso a su lado, los dos solos, no sabía cómo debía empezar.

Entonces escuchó una vocecita que le decía: "¡No hables; actúa!".

–Armin –dijo Jean–, yo... respecto a la otra noche...

Pero no pudo continuar. Armin le calló con un beso al que Jean no reaccionó durante una milésima de segundo, sorprendido, para un instante después cerrar los ojos y atraerlo hacia él.

Armin, más decidido que antes, se puso a horcajadas sobre sus caderas, tomando el control por un momento, profundizando el beso. Un beso asfixiante, apasionado.

Jean sólo se dejaba llevar hasta que fue realmente consciente de qué estaba pasando. Estaban besándose. Armin encima de él comenzó a hacer unos movimientos de forma involuntaria, tentándole, ansiando más contacto, aunque en lugar de encontrar satisfacción, sólo estaba consiguiendo aumentar el deseo cada vez más.

Las manos de Jean acariciaron su espalda hasta la cintura, entreteniéndose en desabrochar su cinturón a ciegas. Volvió a recorrer su espalda, esta vez levantando su camisa en el proceso, rozando la piel, provocando la agitación del pulso de Armin bajo el tacto de sus dedos.

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⏰ Última actualización: Sep 21, 2018 ⏰

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