Por mi parte, me esforcé por no poner ninguna expresión comprometedora. Podía dejarle saber que estaba enterada de todo —pues porque ya era obvio, como no—, pero también quería evidenciarle que no me importaba lo que dijera, que no haría nada aún cuando la idea de que Caroline le cantara sus verdades me gustaba tanto como la idea de hacerlo yo misma.

Nora hizo un gestito con la boca, como si estuviese bufando o jactándose de nosotras, al mismo tiempo que nos miraba con evidentes síntomas de superioridad. Edén puso los ojos en blanco, yo contuve el aire y Caroline dejó caer la mandíbula, ofendida a más no poder.

—Ah, pero está zorra se la buscó —dijo, dando un paso hacia delante.

Fui más rápida que Edén y la atrapé de su campera del uniforme. La jalé hacia mí, con mi anormal fuerza, y no hubo nada que Caroline pudiese hacer para avanzar. Por suerte, Nora ya había volteado la cabeza y no había observado mi gran falta de tacto para ocultar mis poderes.

—¡Oye! —se quejó mi amiga, pero Edén le tapó la boca, ignorando conscientemente mi fortaleza digna de Thor.

—Cállate la boca, Caroline. Vas a meterte en problemas y te aseguro que Nora no recibirá ninguna amonestación por haber dicho lo que dijo de Serena —le recordó—. Tú sí.

Ushtedesh shon unash cobbbardesh idiotash —dijo, entre sus dedos, lamiéndolos para liberarse del silencio de su mano.

—¡Puaj!

Puse los ojos en blanco y solté a Caroline antes de que me chupeteara la mano a mi también. Gracias a Dios, Caro se quedó en el molde, comprendió lo que queríamos decir y no hizo nada. Sin embargo, siguió toda la mañana enfurruñada y planeando venganza para la friki.

No respondí a ninguno de sus intentos por hacerme formar parte de su venganza y me comí cada una de las preguntas que mis compañeros hicieron por mi riña con Nora. Algunas veces, me encogí de hombros, como si no supiera de lo que hablaban. Otras, lo dije con palabras.

Ellos me conocían bien; al solo verme tranquila u oírme decir que no sabía nada, me creían. Bueno, en realidad, ellos conocían a la Serena tranquila y dulce de antes, la que no pelearía con nadie ni en chiste.

Pero, a pesar de que durante los dos días siguientes me mantuve imperturbable a la fuerza, mientras el chismerío crecía y todo el mundo se enteraba, llegó un momento donde estuve a punto de explotar: Nora empezó a agregar detalles al cuento y empezaron a llegar los que la defendían: sus nuevos mejores amigos de 5to C, Marlene, Jennifer y Román, quien era obvio que ya estaba enamorado de ella.

No contesté a ninguna de sus quejas por haber tratado mal a Nora y hasta tuve que aguantarme que intentaran convencer a Luca en un recreo, delante de mí, que yo sí había hecho todas esas cosas. Y el fiel Luca, sabiendo lo que podía ocasionar poniéndose de mi lado, simplemente dijo que no había visto la pelea por lo cuál no sabía quién tenía la razón. Verlo lavarse las manos fue difícil para mí, pero su mirada me decía lo que ya sabía: Si Nora se enteraba que él estaba de mi lado, adiós chances de conseguir algo más de información de su parte.

Mientras eso sucedía, mis amigas Edén y Cinthia, mi compañera Holly, Alan y otros amigos de él y de Luca, como Erick y Jack, escuchaban las palabrerías de los defensores de Nora absortos. Ninguno dijo nada, porque la sorpresa de los detalles narrados los llevaba a dudar un poco de mí.

El que me sorprendió en ese momento, en realidad, fue Alan. Él escuchó toda la historia, me miró dos veces, luego miró a Nora, que se hacia la desentendida del otro lado del patio, y frunció el ceño.

—Eh, dejen de decir idioteces. ¿Serena? ¿Pegándole a alguien? ¿A Nora? ¿Pero ustedes qué se fumaron?

Marlene, sin dudarlo, me apuntó con un dedo. Jennifer, a su lado, asintió rápidamente, incluso antes de que su amiga dijese algo en mi contra.

Suspiros Robados (Libro 1) [Disponible en librerías]Where stories live. Discover now