Rechazo

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Palabras: 949

Desde el amplio escritorio de su nueva oficina con sus codos apoyados en la madera y sosteniéndose el mentón con los dedos entrelazados, Roy Mustang, recién ascendido a General para ser la mano derecha del Führer Grumman, observaba como su siempre leal asistente estaba trabajando desde el escritorio ubicado a su izquierda, observando carpeta tras carpeta con la tranquilidad y seriedad que la caracterizaba.

No entendía cómo podía estar así de tranquila, tampoco entendía como el resto de sus subordinados había aceptado la decisión de ésta, sin reclamarle nada. Él aún no acaba de digerirlo, pero nadie la había juzgado, nadie la había tratado de persuadir para que no lo hiciera. No, todos lo habían encontrado entendible, todos lo había hasta justificado.

Bueno, no todos, él no. Él no entendía nada, tampoco entendía porque ella lo había rechazado.

¿Es que era una mala idea? ¿Es que no era lo que ambos buscaban?

—Deje de mirarme así, General —le dijo de repente, se sorprendió, pero luego, ladeó la sonrisa al olvidarse por un momento de quien trataba, era más que obvio que aunque estuviera enfrascada en aquellas carpetas que debía llevar al parlamento de Amestris para la asamblea mensual, sabía que la estaba observando.

—¿Así cómo, teniente? —le preguntó resaltando el teniente con un tanto de molestia.

—Así como si le molestara mi rechazo —respondió, sin quitar los ojos de las carpetas.

—¡Es que no lo entiendo! —dijo al fin, levantándose para acercarse hasta ella y poner ambas manos en el escritorio de ésta.

—¿No le parece que está sobreactuando por mi decisión, General? —dijo elevando levemente la mirada hacia él— Después de todo, fue, como ya le mencioné, mi decisión.

—¡Es que no la entiendo, de verdad! —llevó la palma de su mano derecha a la frente y suspiró—, yo estaba más que feliz cuando subí tres rangos sin escalas, y más ahora que soy General y a usted rechaza, así como si nada pasar de Teniente Primera a Coronel, son cuatro rangos, Teniente, cuatro —le recalcó enseñándole la misma cantidad de dedos.

—Lo sé —terminó la carpeta que tenía en sus manos, la cerró y tras permanecer en silencio un par de segundos, se puso de pie abrazándose a la carpeta que encerraba una ley que el mismo Führer había presentado—. Lo sé muy bien, General Mustang —Riza lo observó y su mirada se cruzó con la de Roy y, por un momento, el General sintió algo de miedo ante los ojos de la rubia—. Solo pensaba en que, si me convertía en Coronel, tendría muchos subordinados a mi cargo, además de mucho papeleo debido al continuó trabajo. A todo eso, tendría también que estar supervisando que el General aquí presente, no se desentendiera de su posición actual, teniendo en cuenta que hay mucha gente aún que no confía en usted y muchos otros que lo detestan por haber subido tan rápido; me daría no solo el doble de trabajo, sino el triple. No solo haría mi papeleo, terminaría haciendo el suyo también, no solo tendría que cuidar de mi gente, también de las tonterías que pudiera hacer, señor —se detuvo un par de segundos para tomar aliento y continuó—. Así que, teniendo en cuenta mi propia salud, tanto física como mental, he decidido mantenerme como la Teniente Primera, Riza Hawkeye, para poder seguir siendo su asistente personal y no tener que dejar de serlo. Ahora que, sabe el porqué de mi rechazo, ¿me dejará continuar con mi trabajo, señor?

El General volvió a llevarse la palma a la frente y soltó una risotada.

—Por supuesto Teniente, adelante.

—Gracias —dijo colocándose la mano en forma de saludo militar y volviendo a tomar asiento tras su escritorio. Mustang hizo exactamente lo mismo, regresó a su escritorio y volvió a adquirir la misma pose de vigilancia hacia la mujer.

Aun no podía creerlo, pero pensar que había rechazado su puesto de Coronel por él, lo hacía sentir como una persona afortunada y un completo inútil por partes iguales.

Permanecieron un par de minutos más en silencio hasta que la teniente se levantó y puso frente a él, la pila de veinte carpetas que había estado revisando.

—Esto está listo, General —le indicó colocando la mano sobre la primera carpeta de la pila—, tienen que estar firmadas para esta noche a más tardar, ya que pasado mañana es la Asamblea y el Führer tiene que revisarlas de nuevo.

—De acuerdo —dijo con una sonrisa divertida en sus labios—, lo haré en cuanto saque su mano de la pila.

—Lo siento —soltó volviendo a su pose recta.

—¿Eso es todo?

—Así es —tras hacer el saludo militar—, pido permiso para retirarme por un momento.

—Permiso concedido —dijo con un movimiento de su mano izquierda mientras tomaba la carpeta café oscura para revisarla, si no mal recordaba era la carpeta que la teniente estaba abrazando cuando le contó el porqué de su rechazó a ser Coronel. La abrió y tras darle una lectura rápida, otra gran sonrisa ladeada se armó en sus labios.

Al parecer, el viejo Grumman no quería soltar el poder aún y quería mantenerlo entretenido en otras cosas, porque que aquella ley fuera prioridad con la excusa de que era para demostrarle a los ciudadanos de Amestris que los militares podían ser, seres humanos como cualquier otro, con posibilidad de formar familias dentro de las milicias, solo lo hacía pensar en una cosa.

Aprovechando que su compañera de oficina no estaba volvió a soltar una risotada antes de firmar, sin dudas, aquel pedido de ley.

¿Para qué conformarse con Coronel, si él podía convertirla en la Primera Dama de Amestris?

Colección R de RoyaiWhere stories live. Discover now