Rick.

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       Los rayos de sol se colaban entre las persianas resaltando el azul en su cabello; dios, me encanta todo de ella, su rostro, voz, su peculiar sentido del humor, el sexy koi que sube por su hombro hasta rosar la parte trasera de la oreja, la curvatura perfecta que dibuja su cadera dando lugar a ese culo redondito. Pero mirarla dormir, eso es lo mejor de todo; daría cualquier cosa por mirarla cada mañana, el problema es, que eso no forma parte del trato.

Me levanto, tomo mi ropa y salgo del cuarto, tengo que abrir el Lucky Jack en un par de horas así que bajo para hacer la limpieza. Enciendo la televisión y las imágenes en pantalla atrapan mi atención; un sujeto enorme devora salchichas en una especie de concurso, el público lo vitorea cual si fuere una especie de gladiador moderno.

—Es gigantesco —dijo ella tras de mí, su voz basta para acelerar mis pulsaciones. Aparté mi vista de la pantalla buscando su bello rostro, pero al encontrarla, su gesto horrorizado me hizo voltear de nuevo; el tipo dejó de lado las salchichas y ahora con los ojos desorbitados mordía los vasos de cristal que habían dispuesto para los participantes. La sangre comenzó a manar entre los gritos de la muchedumbre, un trozo vidrio cortó todo a su paso hasta salir, abriendo la piel de tajo y dejando al descubierto su cercenada tráquea. El sonido borboteante de la sangre entrando a los pulmones mientras el aire salía acalló los gritos, todos se quedaron mirando inamovibles; observando cómo el hombre no paraba de comer cristal mientras su vida terminaba, aun cuando cayó al piso continuo masticando hasta su último aliento.

Lea cubrió sus ojos refugiándose en mi pecho, mis brazos se cerraron tras de sí, protegiéndola. La angustia y desesperación que me causo la escena en la pantalla desaparecieron al sentir las suyas.

—¿Qué demonios está pasando? —susurró entre llanto—. Primero el patán del estudio y ahora esto.

—¿hablas del que tatuó el chico nuevo? —cuestioné—. Por cierto, nunca me hablaste de ello.

—Tú y yo no hablamos Rick, no es parte del trato —respondió apartándose de mí.

—Pues tal vez el trato está mal —conteste sin pensar. Su cara se ilumino un instante, pero la sombra grisácea de la decepción regreso a ella de inmediato.

—No hagas esto Rick, no lo hagas por favor —musitó en mi oído, luego besó mi mejilla dio vuelta y salió del bar, yo volví al noticiero.

La ola de muertes extrañas se presenta en todas partes del mundo, se reportaron más de un millón de decesos en un día, cinco veces más que las cifras promedio de la Organización Mundial de la Salud para defunciones diarias. Los representantes de las diferentes doctrinas se han pronunciado al respecto, el Papa Francisco posteo en su cuenta de twitwer «es tiempo para la reconciliación de los hombres, el día del juicio ha llegado»

No puedo creer lo que mis ojos están mirando, no es algo que esperas ver en las noticias. Esto es peor de lo que pensamos. Busco mi teléfono para llamar a Simmons y escucho tras de mí su ridículo tono de Star Wars; nunca me gusto su ñoño timbre, pero esta vez me alegró escucharlo.

—En Los Ángeles fueron cerca de novecientas muertes, casi trescientas por día —anunció Simmons, haciendo una mueca desdeñosa—. Heinrich me llamo esta mañana al parecer mis locuras comienzan a cobrar sentido y me quieren de vuelta.

—Gabriel no pudo tatuarlos a todos —aseveré impetuoso. Mi teléfono vibro en mi bolsillo; al contestar, la voz agitada de Jimmy me avisa que el padre quiere vernos.

—¡debemos ir por Ramón! El padre Ralved nos espera —espeté

—yo iré a la morgue primero —exclamo Simmons—. Heinrich quiere mostrarme algo, los alcanzo en la iglesia.

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⏰ Última actualización: Sep 19, 2018 ⏰

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