Capítulo 9

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"Información Oculta (pt. 1)"


Hoy empecé literalmente caída de la cama.

Le tocaba a Helen poner la alarma del día, y la chica aprovechó para hacer sangrar nuestros tímpanos con heavy metal a todo volumen; haciendo que tanto Savannah como yo cayéramos de las literas, impactando contra el suelo, bueno, en el caso de la pelirroja, impactando contra mi espalda. En ese momento el aire de mis pulmones se cortó, y un crujido de no sé bien dónde, se oyó. Luka maldijo a las alarmas, a los teléfonos, y a la música martilleante de camino al baño. Savannah y yo de algún modo logramos salir del enredo de sábanas y extremidades, y nos apresuramos para estar listas a tiempo. Helen por otro lado... Bueno, digamos que era ella y su alegre despertar los que protagonizaron el amanecer en el dormitorio (por decir con palabras bonitas el hecho de que se puso a cantar a todo pulmón la canción que sonaba, al tiempo en que Luka la callaba a gritos desde el baño).

Después en el desayuno, como siempre Savannah se perdió de vista tras salir del edificio de las chicas, pero aun sin ella, Helen, Luka y yo tuvimos problemas para encontrar sitio. Así que comimos arrinconadas, codo con codo, de modo que Helen accidentalmente me dio en la barbilla con su codo, manchando mis pantalones de jugo de naranja. Perdí parte del desayuno en el baño, tratando de limpiar la mancha (lo único que hice fue empeorarla), y esa es la razón de que ahora el hambre esté batallando en mi estómago durante la clase de Matemáticas.

¡Ah! Y a todo eso debemos sumarle el hecho de que Spencer no para de susurrarme sobre distintas maneras de acercarnos a Maddeline Fletcher, quien resulta ser la portadora que necesitamos. Spencer no deja de susurrarme al oído, pero apenas puedo prestarle atención porque el vacío en mi estómago acapara todo mi cerebro en estos momentos, es decir, ni siquiera entiendo nada de lo que está en el pizarrón... Culpemos a Helen y su inquieto codo.

—...entonces tendrías que matar a un perrito en la calle y devorar sus tripas.

— ¡¿Qué?!

— ¡Señorita Harries, si tiene alguna pregunta por favor consulte su libro!

— Eh... lo siento. —me encojo en mi asiento a medida que varios estudiantes voltean hacia mí. Luego me vuelvo hacia Spencer con el ceño fruncido, quien me mira con un amago de sonrisa surcando su rostro. — ¿Se puede saber qué te ocurre?

—Tranquila, no tendrás que eliminar a nadie, sabía que no me estabas escuchando.

—No es gracioso.

—Al menos logré que me escucharas.

—No necesitabas decir algo tan repugnante.

— ¿Entonces qué?

—Esto es absurdo.

— ¿Y se supone que yo soy el cascarrabias?

Spencer lo dice con una sonrisa divertida cruzando sus labios, y es cuando me doy cuenta que es la primera vez que lo veo sonreír abiertamente; se le forman dos pequeños hoyuelos que resaltan sus mejillas de una manera casi tierna. Todos saben que se sonríe por la boca, pero Spencer parece sonreír con sus ojos también. Tal vez me lo esté imaginando, pero creo ver cómo sus ojos antes grises y opacos adquieren una motita de brillo, que cambia todo. Su sonrisa es contagiosa, haciendo que las comisuras de mis labios se curven ligeramente hacia arriba.

—En fin, lo que te venía diciendo todo este rato es que si queremos hablar con Maddeline debemos buscarla en un momento en donde no esté con la chiquilla rubia.

—Sí... parecen muy unidas.

—Inseparables, diría yo.

—Pero no puedo ir así como así y empezarla a persuadir para que haga algo ilegal.

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