Hacía mucho que no me sentía así, la sensación no es agradable. Siento remordimientos, culpa, ansiedad y también curiosidad, lo cual indica que no estoy cuerda. Miro mis apuntes del día de hoy y me entran ganas de vomitar, me tallo la frente con frustración. Tacho con tinta negra lo que acabo de escribir, porque no se entiende un carajo. Luego me doy cuenta de que en unos días habré olvidado lo que vimos en esta sesión y de que todo lo que escribí no me ayudará para estudiar.

Termino arrancando la hoja y la hago bolita, mientras resoplo. El chico que está sentado a mi lado hace una mueca, tal vez está molesto porque no he dejado de hacer sonidos extraños. Incluso el catedrático voltea esta vez y me mira con desaprobación. Hace una semana mi día habría sido igual a lo de siempre, pero no hoy, claro que no, pues seguramente dos matones ya se percataron de que les falta un reloj. Debo repetir una y otra vez en mi mente que no están detrás de mí. ¿Se puede estar más demente? No lo creo.

¿Dónde está la chica valiente? Pues bueno, justo ahora no debe aparecer, necesito concentrarme y dejar de tentar al destino, ya sé que nada bueno sale cuando regreso al puto lodo del que salí.

Vuelvo a barrer las ventanas, los grandes ventanales siempre me han parecido bonitos por la gran cantidad de luz que entra, hoy los odio. Estoy paranoica, cualquier ruido me pone más alerta que de costumbre, la idea de que les debo me va a volver loca. Tampoco puedo quejarme, es mi culpa por tomar cosas ajenas.

El profesor no deja de hablar, es de esos que habla de cualquier cosa menos de la materia. Creo que en todo el semestre nos ha platicado la misma historia. Me fijo en el reloj y salgo de la clase antes de que termine, me aseguro de que no haya nadie en los pasillos... Nadie peligroso, quiero decir. El camino al exterior es un martirio, cruzo el patio con la espalda recta, temiendo que pase lo peor en cualquier instante. Lo mismo en el estacionamiento, mi automóvil está en perfecto estado justo donde lo dejé esta mañana, por un momento temí encontrar a Mercedes sin llantas o que simplemente no estuviera ahí.

Busco la monstruosa camioneta negra de los dos integrantes de los Blacked, repaso los cajones, pero no hay rastro de ella, lo que me pone más ansiosa. ¿Y si ellos están escondidos en algún coche que desconozco? ¿Me están vigilando? ¿Cómo puedo regresarle su mierda si no está por ningún lado? Suelto un suspiro profundo. ¿Ahora qué hago?

Toda la noche me la pasé repasando lo que haría: saldría antes de las clases para no mezclarme con las multitudes, entre más gente, más peligroso, ya que hay menos control; no iría ni a la biblioteca ni a la cafetería ni a ningún lugar concurrido; no me estacionaría en mi lugar favorito; buscaría su camioneta y les dejaría el reloj en el parabrisas; y me olvidaría de todo el asunto.

La vocecita de mi conciencia me reclama porque no debí de haber tomado el reloj en primer lugar, también me dice que vaya ahora mismo a buscarlo, no obstante, ¿a dónde podría ir si no tengo idea de dónde está? Quizá debería esperar a que haga su aparición, él es bueno haciendo eso, sin embargo, no deseo topármelo porque me hace pensar en cosas malas, lo único que quiero es olvidarme de que esto sucedió y seguir al pie de la letra las recomendaciones de mi psicóloga. Siento que mis manos están atadas, y lo que más me asusta es que quizá quiero que lo estén.

Si me quedo más tiempo del necesario, los alumnos saldrán y yo estaré en medio de un montón de personas, así que decido largarme. Mi locura es tal que, en más de una ocasión, me descubro mirando por el espejo retrovisor.

Voy a la biblioteca de la ciudad a hacer la tarea, me tomo muy a pecho eso de esconderme, y quedarme en la universidad es atenerme a que me encuentren. Me refugio en un cubículo y, por primera vez en el día, me relajo, me pierdo en la lectura hasta que un ruido me hace saltar. Mi celular vibra, lo cojo con rapidez después de ver quién llama.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Where stories live. Discover now