Capítulo 41: Elefante.

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Cerré los ojos, levanté la cabeza y me masajeé los hombros un momento. Suspiré despacio, abrí los ojos, miré los fluorescentes del techo, parpadeé para acostumbrarme a la luz, y asentí para mí misma.

Puedes con esto. Lo encontrarás. No eres una mala hermana.

Bueno, eso estaba por ver. Todavía tenía que encontrar los regalos de toda mi familia: mamá, papá, Duna, Shasha, y Scott. Y el de Scott iba a darme mucha guerra, por ese vicio que tenía de coger videojuegos que salían en diciembre el mismo día que aparecían en tiendas. ¿Qué se supone que le regalaría yo entonces? A este paso, tendría que quedarme todo el fin de semana sola en casa, mientras mis padres se llevaban a mis hermanas a Bradford y mi hermano pasaba un fin de semana idílico con su novia en el piso del centro de Londres en que habían vivido papá y mamá durante el primer embarazo de ella.

Bajé la vista, terminé de pasear los dedos por la última fila, y chasqueé la lengua. Levanté la mirada, armándome de valor para ir a por el siguiente cajón, mi ánimo un poco más mermado.

Y entonces, lo vi.

Estaba frente a mí, a dos cajones de distancia. El que sería mi siguiente objetivo hacía de barrera entre los dos. Llevaba puesta una sudadera de color gris oscuro, y la capucha sobre su cabeza impedía que viera su pelo alborotado al completo. Sólo unos cuantos mechones caían sobre su frente mientras paseaba los ojos por los cartones de los vinilos que tenía entre las manos, que iba pasando cuidadosamente con unos dedos que yo sabía lo bien que eran capaces de acariciar y de seguir mis curvas.

Como si hubiera notado mi mirada sobre él, Alec levantó la vista con curiosidad.

Nuestros ojos se encontraron y, aunque no podía escucharme por el alboroto tímido de la tienda y los auriculares que le cubrían los oídos, pronuncié una única palabra que él leyó perfectamente de mis labios.

-Alec.

Su nombre se cayó de mi boca como se escurría una pieza de cerámica por el sudor de una sorpresa.

Una sonrisa apareció en su boca, seductora e inocente, feliz con tintes cautos. Se quitó la capucha y los auriculares, y caminó hacia mí para salvar la distancia que yo también estaba salvando. Cuando lo tuve a un par de pasos de mí, me detuve, guardando las distancias, y él hizo lo mismo. Nos miramos un segundo como quien examina a un ejemplar raro de una especie exótica. Mis ojos se pasearon por su mentón, en el que se adivinaba una sombra de barba que me dieron ganas de acariciar.

Los suyos se pasearon por mi rostro, examinando mi piel sin una pizca de maquillaje, mis ojos abiertos contemplándole con curiosidad y con algo más, mis labios recuperando el color por la forma en que me mordía inconscientemente el labio.

-Sabrae-susurró, y yo noté que me sonrojaba, como si me hubiera dicho algo sucio, tremendamente erótico.

Era la primera vez que nos veíamos en más de una semana, desde aquella fiesta en la discoteca en la que yo me fui con Hugo para darle celos, y él se marchó antes de que yo pudiera caer presa de mi conciencia.

Sus labios dibujaron una sonrisa y a mí se me olvidó todo lo que nos habíamos hecho el uno al otro, incluida ese angustioso tiempo en el que dejamos de saber el uno del otro. Me había dormido esa semana mirando su nombre, la pequeña frase azul que me indicaba debajo de éste que se encontraba conectado en Telegram. No habíamos vuelto a hablar desde la discoteca.

Alec movió la mandíbula, examinándome, y yo recordé la última vez que le había visto hacer eso. Cuando me puse de rodillas frente a él y le di un beso en la punta de su miembro, ansioso de entrar en mi boca.

S a b r a e (Sabrae I)Where stories live. Discover now