Capítulo 9

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Nos acabamos la botella de champagne y los chocolates sirviéndolos sobre nuestra desnudez, la resistencia de nuestros cuerpos nos permitió disfrutar de nuestro amor en su máxima expresión toda la noche y gran parte de la madrugada, en cierto momento tuvimos que abandonar nuestro lecho de amor, para inaugurar una nueva sucursal de caricias en la bañera, el cuarto de baño esperó pacientemente por nosotras, tapizado con pétalos de rosas y decorado con velas aromáticas a juego con la otra habitación.
Después de desbordar pasión en la bañera, regresamos a la cama para seguir amándonos por un par de horas más; las velas, nuestras fuerzas y las baterías del proyector, se fueron extinguiendo casi al mismo tiempo.

Traté de luchar con el pérfido Morfeo para mantenerme despierta y ver a mi princesita acurrucada en mi regazo cobijándome con su cálido cuerpo, pero ganarle a tan diestro competidor era casi imposible; desde un rincón de mi habitación, Aerosmith fue testigo de tan injusta contienda, burlándose de mi derrota empezó a cantar I don't wanna miss a thing para complacer al ufano vencedor; sin embargo me dormí feliz sabiendo que las últimas palabras que salieron de la boca de Jade fueron "Te amo" y lo último que mis ojos vieron fue el rostro de mi princesa descansando sobre mi pecho con una leve sonrisa que ni el mismo Morfeo teniéndola en sus brazos pudo borrar de sus labios.

La mañana siguiente fui yo quien despertó primero, la observé dormir plácidamente casi en la misma posición en que nos habíamos quedado por la noche (o madrugada), disfruté unos minutos de tan bella visión y luego me escabullí de entre sus brazos dejándola bocabajo abrazada a una almohada, hice hasta lo imposible por no despertarla, le coloqué una sábana para cubrir su desnudez, apagué el estéreo y la luz, que seguían encendidos desde la noche anterior, me puse una camiseta blanca que escasamente cubría mis glúteos, y desde la puerta contemplé la imagen de la dueña de mis suspiros cubierta por la sábana hasta la parte baja de su cintura con su espalda desnuda apenas cubierta por su fina cabellera y rodeada de pétalos de rosas.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano para contener mis ganas de darle un beso de buenos días, salí del cuarto sigilosamente, recogí nuestras frías ropas yacientes en el piso y me dediqué a prepararle un suculento desayuno, que más tarde le llevé a la cama servido en una bandeja y acompañado por una rosa.
Después de bañarnos (juntas desde luego) vimos (intentamos ver... la tentación era mucha) un par de películas en la sala y preparamos el almuerzo.

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Dos horas han pasado desde el momento en que almorzamos... pero el postre sigue siendo degustado, mi atención es desviada de sus labios al oír dos leves golpes en la puerta del apartamento, pero el sonido no le ha parecido suficiente distracción, con su mano delicadamente atrae mi rostro hacia ella

-Aún no he terminado. –sonríe y vuelve a besarme.

Nuevamente tocan a la puerta, esta vez muy a su pesar, tiene que dejarme ir

-¿Puedo, princesa? –pregunto antes de levantarme.

Suspira profundamente.

-Si no hay otra opción. –sonrío al escuchar sus palabras y le doy un último beso antes de levantarme e ir hacia la puerta.

Antes de llegar a ella vuelven a tocar, observo por la mirilla, pero no veo a nadie, abro la puerta, y a escasos centímetros de mi rostro se detiene la mano de Edward empuñando una botella de vino tinto, asoma su cabeza y escudriña mi rostro buscando indicios de la respuesta a la pregunta que no ha formulado, la sorpresa (o el susto) me deja sin palabras y con el rostro en blanco, así que prosigue un poco dubitativo

Hacerte mía (Jerrie Thirlwards)Where stories live. Discover now