xi. Bajo las estrellas

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—Y por eso mismo me retiré y ahora vivo en una granja, disfrutando de la tranquilidad y cuidando del perro de Clint —Barney cerró su historia.

—Alucinante —dijo ella.

Aeryn se giró hacia mí sonriendo, y me quedé sin aire un par de segundos. Le di una sonrisa de lado y fingí estar relajado y acariciando a Lucky, que dormía a mi lado en el sofá.

Miré por la ventana, observando que el atardecer ya había comenzado.

—Aeryn, ¿lista para la aventura que te comenté?

Ella me sonrió otra vez y se levantó del sillón de un salto. Lucky nos miró medio dormido.

—Siempre estoy lista para aventuras, Robin.

—Siempre estoy lista para aventuras, Robin

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Por alguna razón, estaba nerviosa. Clint me estaba llevando en su camioneta a algún sitio, pero no sabía adónde. Le miré de reojo. Aquel día estaba especialmente guapo. Se había puesto vaqueros y una camisa, y se había arremangado las mangas de esta. Tenía un reloj negro con una cinta de cuero en la muñeca izquierda. Tenía el rostro serio, concentrado en la carretera. Una canción country sonaba en la radio. Nunca la había escuchado antes, pero era una canción de amor.

"Nunca he sido el tipo de persona que lo arriesga todo, pero he cambiado de idea desde que tú abriste mis ojos. Fue la forma en la que tu luz te iluminó esa noche, cuando estabas a mi lado. Nena, quédate conmigo. Lo único que quiero hacer esta noche es besarte."

Moví la cabeza para mirar por la ventana, el Sol se consumía en el horizonte, dejando en el cielo un color morado que se fundía con el negro de la noche. Habían pasado muchas cosas desde que Nick Fury me había comunicado que me uniría a Los Vengadores. Aún no llevaba muchos días trabajando con ellos, y las circunstancias no me habían dejado conocerlos a todos muy personalmente; pero les consideraba mi familia.

Nunca hubiera pensado que hubiese hecho amigos tan fácilmente teniendo en cuenta mis circunstancias, pero ya no era la Aeryn Boudreau de antes. Algo dentro de aquel grupo de gente, me había cambiado. Me había dado la felicidad de la que carecía, y me había dado a entender que, queriéndose a sí mismo, y entendiendo que todo es temporal, no era muy complicado encontrar tu lugar en el mundo. Yo, la niña huérfana que había estado encerrada en instalaciones del gobierno para proteger al mundo de sus poderes inestables, la niña sola, asustada, que no podía llegar a comprender por qué el accidente le había tocado a ella; y que no podía entender por qué no había podido morir con sus padres para no sufrir como lo había hecho: esa niña había desaparecido.

Se había convertido en una mujer independiente, gracias a tener que sobrevivir en un edificio lleno de personas inestables entre las que tienes que hacerte respetar. Había hallado una familia también, no por sangre, pero por destino. Sí, esa era la palabra que estaba buscando. Destino.

Todas las cosas, al final, se colocan en el lugar correcto.

Y allí, bajo la luna que empezaba a aparecer en el cielo, me di cuenta de que nunca tendría que haber odiado mis poderes. Porque gracias a ellos, había conocido a personas como Clint Barton. Le miré de nuevo, mientras él paraba la camioneta. Me sonrió y yo le devolví la sonrisa con felicidad. Era Aeryn Boudreau, y por fin me daba cuenta de cuán afortunada era de poder decir que yo era "Los Ojos".

 Era Aeryn Boudreau, y por fin me daba cuenta de cuán afortunada era de poder decir que yo era "Los Ojos"

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Aeryn se bajó del coche en cuanto aparqué, sin ni quiera pararse a mirar dónde estábamos. Parecía estar perdida en sus pensamientos, pero de una forma positiva. Sonreía de manera ausente, y yo no podía evitar alegrarme de verla feliz por la razón que fuera. Verla sonreír me hacía sonreír a mí; si ella era feliz, yo también lo era.

Por fin, se dignó a preguntarme.

—¿Qué vamos a hacer?

Estábamos en medio de un camino desierto, bajo las estrellas. Yo me dirigí a la parte de atrás de la camioneta y abrí la puerta del pick-up. Me subí y le tendí la mano a ella. La chica río y aceptó mi ayuda. Una vez sentados en la parte de atrás de la camioneta, mirando a las estrellas, nos tapé con una manta.

—¿Qué te parece? No es exactamente una aventura, pero siempre me ha encantado ver las estrellas aquí: no hay contaminación lumínica.

Ella miró el cielo y después a mí. Sus ojos brillaban con felicidad, y eso hizo que me danzara el corazón.

—Es precioso, Clint.

"No tan precioso como tú", pensé.

Me limité a quedarme en silencio, observando las estrellas y disfrutando de su presencia. Después, pronuncié una pregunta que me había pasado por la cabeza durante días.

—Después de esta misión —nos miramos—, ¿qué harás? ¿Te quedarás con nosotros?

Ella volvió a mirar al cielo y pareció sopesarlo. La luz de las estrellas hacía que le brillase el cielo oscuro. Suspiré.

—La verdad es que no lo había pensado —me confesó.

Dejé de mirarla. Eso me asustaba.

—Ya veo.

Sentí su mirada quemándome el perfil.

—¿Qué te gustaría a ti que hiciese?

Entonces me giré y nuestras miradas se encontraron. No pude evitar mirarla con intensidad, como si tuviese sed. Sed de ella. Decidí que ya todo me daba igual, y no intenté ocultar el hecho de que me gustaba. Me permití a mí mismo mirarla como necesitaba mirarla. Como si fuese lo más bonito en mi vida.

Sonreí tristemente, y pensé en si debía decir la verdad. Entonces me di cuenta de que, si moríamos mañana, nunca tendría la oportunidad de decir nada, así que lo hice.

—Yo... —titubeé—. La verdad es que —tosí, incómodo, y ella soltó una risita adorable—. Ryn...

—Suéltalo, Robin.

Entonces se tumbó sobre mi pecho y miró a las estrellas. Teniéndola allí, entre mis brazos, me dio la confianza que necesitaba, porque sentí que era mía durante los instantes en los que su cabeza se posaba en mi corazón. Un sentimiento cálido que llevaba muchos años sin sentir me recorrió el pecho.

—Me haces sentir algo extraño que me asusta —le confesé entre susurros—. No sé qué es exactamente, pero no quiero que acabe. No quiero que se termine: no quiero que te vayas de mi lado, Aeryn.

Su cabeza se levantó y sus ojos miraron los míos, una sonrisa dulce cruzó su rostro. Creo que estaba sonrojándose, pero no podía estar seguro, se incorporó, su mano se posó en mi mejilla y se inclinó. Se me paró el corazón durante unos segundos y después comenzó a latir a toda velocidad.

—¿Te hago sentir algo?

—Sí —no sabía qué más responder.

Ella rió de nuevo, y juro a Dios que la Luna le brillaba directamente en los ojos.

—Qué bien, porque tú también me haces sentir algo a mí.

Y entonces, allí, con el firmamento como único testigo, besé a Aeryn como si mañana ambos fuésemos a morir y aquella noche fuese mi única oportunidad de sentir algo.

FELT IT ━ Clint BartonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora