1. Aaron

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dolor.

Eso es lo primero que sientes...mejor dicho, es lo único que sientes.

En un momento estás flotando, el aire parece haberse congelado a tu lado, los gritos se atenúan, la música se acompasa para ti, para regalarte la mejor melodía, la gente te aclama...

Y luego se callan, el silencio es gélido, bañado por exclamaciones contenidas, lo ves venir, pero no puedes hacer nada. Ahora todo parece ir deprisa, sabes que caes, que está mal.

Y entonces estás en el suelo, y sientes dolor.

Pero el dolor no es tan malo, es parte del deporte, he sentido más dolor en mi vida.

Lo peor es la impotencia, estar en el piso sin poder levantarte, sin poder gritar ni continuar.

Ver a la cara al bastardo que te hizo esto y notar que sonríe. Porque sabía que te había dejado fuera, y muy en el fondo, tú lo sabías también.

He soñado mil veces con el momento que acabó mi vida, por eso no me despierto alterado.

Veo que son las siete y quince, llegaré tarde al colegio, pero si soy honesto, me vale tres hectáreas de verga.

Quizás cuatro.

Como soportar la lástima de mis padres es un dolor en los cojones, me levanto y me ducho. Prefiero estar con los ineptos de la escuela antes que con los imbéciles de mis padres que me tratan como si fuera un inútil.

La estúpida silla de ruedas que uso está a un lado de la cama, siempre. Sin ella ya no puedo moverme.

Por si la historia no les ha dado suficientes pistas, se los diré yo ahora: la lesión me ha inutilizado.

Así es, soy un pedazo de mierda. Un saco de mierda. ¡Ni siquiera puedo caminar por mi cuenta!

Ducharme es un dolor de culo, pero lo consigo. Me visto con habilidad adquirida y salgo de mi habitación.

Ahora estoy en la planta baja (por obvias razones, que podrán notar, si no son estúpidos) así que espero en vano que mis papás aún no estén abajo para ahorrarme la patética charla matutina.

Pero hace más de un año que la suerte me esquiva.

—Yo solo digo...—le decía mi padre a mamá, pero no pude escuchar que era lo que "solo" decía, porque una vez posó su mirada en mí, cambió de tema—Aaron, buenos días.

—Sí, muy buenos—dije con sarcasmo, abriendo la refri.

No tenía mucha hambre, así que sólo tomé un jugo de manzana y lo metí en mi mochila.

—Aaron, deberías alimentarte mejor—protestó mi madre—una comida completa para iniciar el día, ya sabes que el doctor dice...

—El doctor puede chuparme un huevo—interrumpo brutalmente —me voy a la estúpida escuela.

—¡Aaron! ¡No le hables así a tu madre! —me riñó mi padre, escandalizado.

Eso de reñirme ocasionalmente era nuevo, durante los primeros meses tras la lesión podía hacer literalmente todo lo que quisiera y ellos no hacían nada. Era intocable.

Pero me gustaba que me riñeran, eso significaba que me veían como a una molestia en vez de su hijo el inútil, al que debían tener lástima.

—lo siento, Marissa—digo con voz melosa, solo para cabrearla.

Lo que evidentemente da resultado. Se pone roja y parece querer gritarme hasta que muera. Espero que lo haga, pero finalmente sólo se voltea y se va.

Aaron & Alyssa. |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora