Epílogo

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— ¿Se lo has dicho ya? —preguntó Florencia mientras daba un sorbo a su bebida

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— ¿Se lo has dicho ya? —preguntó Florencia mientras daba un sorbo a su bebida.

El verano estaba llegando a su final, aun así mi hermana nos invitó a la casa playera de su marido en Mar del Plata para pasar un fin de semana.

Estaba por cumplirse un año desde la primera vez que Invierno y yo interactuamos, y sin duda ambos nos habíamos convertido en personas nuevas desde ese entonces.

—Todavía no. De hecho pensaba decírselo hoy. Pero no tengo ni idea de cuál será su reacción, ella es muy... cambiante.

Sin mencionar testaruda, terca, desafiante y a veces agresiva.

—No pueden seguir como están, Aslan. No te dije nada cuando me comentaste que tu chica tenía una hija, pero a estas alturas tienen los dos que tomar una decisión. O van con todo, o no van con nada. Belén ya tiene cinco años y necesita un poco de normalidad en su vida.

—No me hables como si fuese un adolescente, Flor —respondí ceñudo—, yo tomé mi decisión.

—No sirve de nada que tomes decisiones si no las comunicas —Florencia me dio un golpe en la frente y terminó riéndose.

Como mi hermana mayor, al principio le pareció mala idea que yo saliera con Invierno por el hecho de tener una hija y las complicaciones que eso traía. Según Florencia, yo aún estaba muy joven para asumir esa responsabilidad, especialmente cuando no era el padre biológico de la niña.

Quizás sí estaba joven. Pero a estas alturas me parecía poco relevante. Como hombre viví todo lo que tuve que vivir, y bastante disfruté de mi soltería a pesar de mis traumas de la infancia.

Meses atrás me di cuenta que con Primavera quería pasar por lo menos los próximos años, y Belén no representaba ninguna carga para mí. De hecho le había cogido un cariño paternal, queriéndola como si fuese mía.

—Allí viene Prim —susurró Florencia comenzando a alejarse de mí—. Reúne valor, hermanito. Lo peor que puede pasar es que diga que no.

Esa frase me rompía las pelotas.

Obviamente sabía que lo peor que podría suceder era que Invierno rechazara mi propuesta. Eso era justo lo que estaba evitando para no sentirme como el intenso y loco de nuestra relación.

Era el rechazo lo que no quería sentir.

—Sé que sueles tener cara de pocos amigos y tu expresión natural es la de odiar a todo el mundo —escuché la voz de Invierno sentándose a mi lado en el borde de la piscina—, pero ¿por qué me has estado evitando?

—No te estoy evitando —bufé.

—Te llamé hace una hora y cuando me viste te fuiste en dirección contraria —frunció los labios y se cruzó de brazos.

Se veía preciosa de esa manera. El sol del verano le sacaba a relucir unas pocas pecas en sus mejillas, resaltaba sus ojos azules y sus mechones rojizos de cabello. Vestía un traje de baño completo, aun así para mí resultaba la mujer más provocativa de todo el país y el planeta.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora