Aslan sonrió mordiéndose el labio inferior. Me miró con tanta adoración que tuve que contener la respiración para no derretirme.

—Quizás siempre estuvimos destinados a querernos —murmuró entregándome el libro.

— ¿Qué quieres decir?

—Ése es mi libro. Lo reconozco porque marqué su lomo con una A, y porque la primera página tiene una dedicatoria de mi hermana, Florencia. La vez que intenté deshacerme de él tenía trece años y recién había ocurrido el incidente con las amigas de mi hermana. Mi familia y yo viajamos a Rosario a visitar a mi abuelo que estaba muriendo, y lo único que recuerdo era que estaba tan triste por todo lo que ocurría en mi vida que no quería creer en fantasías de cuentos. Así que intenté botarlo.

Lo miré con incredulidad y procedí a revisar el libro yo misma. En efecto la A seguía marcada en el lomo aunque el tiempo la había ido borrando de a poco. En la primera página estaba esa dedicatoria que siempre consideré bonita, pero nunca supe quién era "F".

Aslan pronunció las mismas palabras que estaban escritas en la primera página:

— «Los principitos no viven solo en los cuentos. De todas maneras, asegúrate de que el cuento de tu vida sea uno que valga la pena leer. Te quiero siempre, F.»

Llevé el libro a mi pecho sin poder creerlo. Siempre fue él. Había sido él durante casi toda mi vida. Quizás conocerlo siempre fue parte de mi destino, y si existían los amores de por vida, sabía que él era el mío.

Sentí sus dedos acariciar mi mejilla y luego mi cuello, despertándome del pequeño trance en el que me había sumergido. Lo miré a sus intensos ojos oliva y miel mientras él esbozaba una tierna sonrisa.

—Este fue el único regalo de cumpleaños que recibí cuando era pequeña —confesé—. Me regalaste ilusiones cuando solo conocía desdichas. Me regalaste viajes cuando tuve que recluirme en cuatro paredes sin saber cómo escapar. Me regalaste alegrías cuando lo único que conocí fue tristeza. Sin saberlo, fuiste tú quien alumbró algunos de mis días durante una juventud lúgubre. Y años después, fuiste tú la persona que me rescató de mis complejos, fuiste la persona que me aceptó sin importar mis errores, fuiste la persona que me amó a pesar de no tener nada para ofrecer más que mis propios sentimientos. Fuiste tú quien me hizo libre de las maldades del mundo, y al mismo tiempo me volvió esclava del amor. No me alcanzarán los años para demostrarte cuánto te quiero, Aslan. Solo me queda pedirle al destino que si existen las otras vidas, pueda encontrarte de nuevo para seguir queriéndote.

—No tienes que demostrarme nada, solo permite que mis labios siempre tengan donde aterrizar, y que mis cariños siempre calienten tu corazón. No pienses en otras vidas y ámame en esta con la misma locura con la que te amo, Invierno.

Sus labios acariciaron los míos, erizando cada milímetro de mi piel y obligándome a doblegar todos mis sentidos solo por él. Por supuesto que lo amaba con locura. Lo amaba tanto que me dolía el pecho al no poder contener más estos descabellados sentimientos. Lo amaba tanto que sentía que todo en mí le pertenecía, confiando en que él jamás me dejaría caer.

Nos separamos siendo conscientes de que Belén estaba en otra de las habitaciones. Tomados de la mano fuimos hasta donde estaba ella, y nos sentamos cada uno de un lado para comenzar a leer El Principito.

Era de noche y no podríamos leer todo el libro. Así que escogí el capítulo del zorro, sintiendo que algo en esas líneas podría asemejarse a mí.

Pasé años sintiéndome sola, sin pertenecer a ningún lugar. No conocía el cariño de verdad y cuando comencé a trabajar en Buenos Aires, me adapté a una rutina que respondía al terror de ser encontrada por Jorge. De alguna manera yo era el zorro, pidiendo a gritos a alguien que me domesticara, que iluminara mi vida como un radiante sol.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora