El nacimiento de Perseus

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POV de Poseidón

Estoy en el templo de Apolo esperando el nacimiento de mi cuarto hijo y no puedo dejar de sentirme nervioso mientras camino de un lado a otro. Sin embargo, mi caminar fue interrumpido por un carraspeo. Dirigí mi vista hacia el origen del sonido encontrándome con mi hermana, Hestia.

—Hermano, ¿quieres tranquilizarte? —preguntó con su voz suave y al instante me sentí un poco mejor, pero todavía tenía esa sensación de que algo iba a pasar.

—No puedo, Hestia. Siento que va a pasar algo y no sé si es bueno o malo —le dije a mi hermana mayor con un suspiro.

—Todo va a estar bien, hermano. Estoy segura de que Apolo y Artemisa se están encargando de todo. Recuerda que uno de ellos es el dios de la medicina y la otra es la diosa del parto —dijo, otra vez con voz suave, acercándose a abrazarme.

Cuando estaba a punto de responder cuando sentí un tremendo poder. Uno que jamás había sentido en mi vida. Era tan puro y único. Noté que provenía del cuarto donde estaba mi esposa dando a luz a mi hijo.

—¿Sentiste eso, Hestia? —pregunté con voz temblorosa ya que el sentimiento de nerviosismo se fue aumentando.

—Sí, hermano, sentí eso. Y creo que toda la tierra también lo sintió —respondió. Después de eso, Artemisa salió del cuarto.

—Tío, ya puede entrar a ver a su hijo. Nació sano y es más fuerte que un dios normal —avisó haciéndose a un lado para dejarnos pasar.

Cuando entré pude sentir más el aura y era espectacular, era como si estuviera en mi dominio o cuando los semidioses sacrifican sus comidas a los dioses. En simples palabras, era maravilloso.

Me acerqué hacia donde estaba mi esposa, Sally, la diosa de las tempestades, desastres naturales y sentimientos.
Vi en sus brazos un pequeño envuelto en una cobija azul, su cabello era negro con puntos blancos adornándolo como si fueran estrellas en el firmamento.

—Hola, amor —saludé a mi esposa.

—Hola, Poseidón —respondió con esa sonrisa a la cual amo tanto.

—Veo que nuestro hijo salió con mi tono de cabello —comenté con una sonrisa.

—Sí, pero salió con mi tono de piel —informó. En cuanto dijo eso nuestro hijo se removió dejándome apreciar su rostro, y debo decir que quedé impresionado. Estaba anuente de que los dioses tenemos una belleza inhumana, pero la de mi hijo sí que me dejó anonadado.

Tenía la piel blanca y suave como la porcelana en lugar de la piel bronceada que caracterizaba a mis hijos. Aunque apenas sea un recién nacido ya se le notaban las pestañas largas y rizadas, unos labios llenos tan rojos que hacen que el actual color rojo se vea falso, una nariz pequeña pero fina, y no sé en que momento mi hijo abrió los ojos, pero debo de decir que quede muy sorprendido al ver ese color verde tan singular. Poseía un color verde azulado alrededor de la pupila, un verde esmeralda en el borde y unos puntos grises, que se asimilaban mucho a pecas, dándole un toque de fragmentación.

—¿Qué nombre te gustaría ponerle, Poseidón? —mi esposa preguntó sacándome de mis pensamientos. Me puse a pensar un poco y para molestar a mi hermano, Zeus, ¿por qué no ponerle a mi hijo un nombre de los tantos hijos de él?

Perseus OlympiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora