—¿No quieres este mono? —pregunto sacando otro juguete. Ella no me hace caso y vuelve a coger la tortuga—. ¿Y si ponemos la tele? ¿Los dibus?

No sé cómo, siempre reacciona cuando decimos la palabra «dibus». Debe ser que asocia el sonido con algo que la gusta, así que no tardo en encender la televisión y ella empieza a hacer ruidos de emoción cuando ve a los monos que tanto la gustan. Entonces suena el timbre y la paz entre nosotras se acaba.

—Maldita sea —refunfuño mientras me acerco a mi hermano y trato de calmarla.

El timbre vuelve a sonar con insistencia. Cojo a Daniela y voy con ella hacia la entrada, esperando que al tenerla entre mis brazos se calme.

—Hola, ¿vengo en mal momento?

Me quedo petrificada. Mi hermana tira de un mechón de mi pelo, lo cual me hace reaccionar. ¡Es Jude!

—No, yo... es... —Me detengo y tomo aire. Tengo que tranquilizarme—. No estaba haciendo nada.

Me arrepiento al instante de haberlo dicho. ¿Cómo le digo que no hago nada? Va a pensar que soy una aburrida.

—¿Quieres algo? —vuelvo a hablar moviendo ligeramente a Dani en un intento de que se calle, me está poniendo más nerviosa.

Jude da un paso hacia delante y entra en casa observando con atención el interior como si estuviese buscando algo. Al pasar junto a mí, le saca la lengua a mi hermana y esta se calla. Tan pequeña y ya está rendida a los pies de Jude.

Me quedo mirándole embobada. Se acaba de duchar, supongo que acaba de venir del entrenamiento. Huele tan bien.

—¿Estás sola?

—Sí —respondo al instante, cerrando la puerta de un empujón—. George vendrá en un rato.

Nunca había estado a solas con él. ¿Y si esta es mi oportunidad? Si Wade ha hablado con Harper, yo debería hacerlo con Jude, ¿no?

—He venido a por la ensaladera que os dejó mi madre —contesta cuando regreso del salón. Como Dani se ha calmado, la he dejado en la zona de juegos para que se entretenga.

—Ah, debe estar en el armario.

No puedo decirle la verdad de manera tan directa, ¿y si se asusta y sale huyendo? Tal vez si le pregunto algo pueda acabar de confirmar que se trata de la misma persona.

Caminamos hacia la cocina. Él me sigue y, aunque en mi casa debería estar en ventaja, me siento cada vez más nerviosa.

—El otro día vi «La vida es bella». ¿La has visto? —hablo mientras rebusco en los armarios.

Suena demasiado forzado, lo sé. Me siento bastante incómoda preguntándole una cosa tan estúpida. Sin embargo, Skyhitter me dijo que es su película favorita, así que supongo que puede servir para iniciar una conversación.

—Sí, no está mal —dice sin mucho interés—. Oye, ¿la encuentras?

A lo mejor tiene prisa y no le apetece hablar.

—Puede que la guardara en estos de abajo, voy a mirar.

Mientras busco, noto cómo se coloca detrás de mí y se agacha para mirar.

—Me ha dicho Wade que iréis a la fiesta del sábado. —Nada más escucharle, saco la cabeza para mirarle con tan mala suerte que me golpeo con una balda haciendo un ruido espantoso—. ¿Estás bien?

Está tan cerca de mí y al mismo tiempo parece tan lejano. Le veo un poco borroso, por lo que cierro los ojos, pero cuando los vuelvo a abrir él ya se ha levantado. Me froto la cabeza y me levanto también.

—No duele —respondo fingiendo que estoy bien, pero en realidad siento que me va a explotar el cerebro—. Sí, iremos a la fiesta.

Como la ensaladera no está por ningún lado, se marcha con las manos vacías. Nada más cerrar la puerta, me tumbo en el sofá a descansar. Menudo ridículo he hecho. Dani me mira desde su zona alzando un juguete de cascabeles.

—No crezcas nunca —le digo en un quejido.

Qué feliz se está en la ignorancia.

Después de cenar, aprovecho para llamar a Wade. Con un poco de comida ya me siento con fuerzas de nuevo para pedirle las explicaciones necesarias.

—¿Qué es eso de una fiesta?

Es lo primero que digo cuando descuelga.

—Hola a ti también.

—Explícate —insisto en tono serio.

—Te lo quería decir mañana.

—No pienso ir a una fiesta de las vuestras.

—¿De las nuestras? —escucho como se ríe, lo cual me desespera aún más.

He oído muchas historias de esas fiestas y en todas hay alcohol y comas etílicos de por medio. No me interesan esas cosas en absoluto.

—En las que os emborracháis hasta perder el conocimiento.

—Te olvidas de las orgías —contesta él con diversión. A mí no me hace ni pizca de gracia. Resoplo enfurecida, dispuesta a colgar cuando escucho que vuelve a hablar—: ¿Marnie? ¿Estás ahí? —vuelve a hablar.

—Sí —respondo cuando consigo calmarme—. Y no cuentes conmigo para eso.

Se vuelve a reír, esta ve más alto. Me aparto un poco el teléfono.

—Eres muy inocente —comenta unos segundos después—. Nos vemos mañana.

—No pases a por mí —le advierto. Prefiero no verle porque sé que va a seguir insistiendo.

—Está bien, no lo haré.

—Lo digo en serio. No quiero que vengas —replico mientras abro mi cama con bastante brusquedad.

—Buenas noches, Marnie.

—Wade, no... —empiezo a decir, pero cuelga en mitad de mi frase.


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Conquistando al chico de mis sueños © |COMPLETA|Kde žijí příběhy. Začni objevovat