SE INVESTIGAN LOS DETALLES

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Al anochecer del día en que estalló la bomba, una lancha de la marina japonesa navegó lentamente, remontando y bajando, por los siete ríos de Hiroshima. Aquí y allá se detenía para hacer un anuncio: a lo largo de los colmados bancos de arena, en que yacían cientos de heridos; en los puentes, sobre los que se apretujaban otros.

Finalmente, al caer la noche, se detuvo en el parque Asano. Un joven oficial se ponía de pie en la lancha y gritaba por un megáfono:

—¡Tengan paciencia! ¡Un buque—hospital está en camino para ocuparse de ustedes!

La vista de la embarcación contra el fondo de ruinas del otro lado del río, la serenidad del joven con su pulcro uniforme, y por sobre todo la promesa de ayuda médica —primera palabra acerca de un posible socorro que alguien había oído en casi doce horribles horas— alegraron tremendamente a la gente del parque. La señora Nakamura— acomodó a su familia para pasar la noche, con la seguridad de que un médico vendría y detendría sus vómitos. El señor Tanimoto reanudó el transporte de heridos a través del río. El padre Kleinsorge se acostó, murmuró un Padrenuestro y un Ave María, y se quedó dormido; pero apenas lo había hecho, la señora Murata, la consciente ama de llaves de la misión, lo sacudió y dijo:

—¡Padre Kleinsorge! ¿Se acordó de decir sus plegarias nocturnas?

El sacerdote respondió, algo malhumorado: —Desde luego —y trató de volver a dormirse, pero no pudo. Aparentemente era esto lo que quería la señora Murata. Comenzó a darle charla al agotado sacerdote. Una de las preguntas que hizo fue cuándo creía que iban a llegar los sacerdotes [67] del Noviciado, a quienes él había mandado buscar, para transportar al padre superior LaSalle y al padre Schiffer.

El mensajero que envió el padre Kleinsorge —el estudiante de teología que vivía en la casa de. la Misión— había llegado al Noviciado, situado a unas tres millas, en las colinas, a las cuatro y media. Los dieciséis sacerdotes que habitaban allí habían efectuado labores de salvamento en las afueras; se preocuparon por sus colegas de la ciudad, pero no sabían cómo o dónde buscarlos. Rápidamente hicieron dos literas con tablas y cuerdas, y el estudiante llevó a seis de ellos hasta el área devastada. Se abrieron camino en la ciudad a lo largo del Ota; por dos veces el calor del fuego los obligó a meterse en el río. En el puente Misasa encontraron una larga fila de soldados en extraña marcha forzada hacia el centro de la ciudad desde el Cuartel General del Ejército Regional de Chugoku. Todos estaban grotescamente quemados, y se sostenían con muletas o se apoyaban el uno en el otro. Caballos deshechos, quemados, con las cabezas colgando, estaban amontonados en el puente. Cuando la partida de rescate llegó al parque ya era oscuro, y el avance fue en extremo dificultoso a causa de los árboles de todos los tamaños caídos con el huracán de la tarde. Finalmente — no mucho después de que la señora Murata hizo su pregunta— llegaron junto a sus amigos y les dieron vino y té cargado.

Los sacerdotes discutieron la forma en que habrían de llevar al padre Schiffer y al padre LaSalle hasta el Noviciado. Temían que al atravesar el parque con ellos fuesen a sacudirlos demasiado en las literas de madera y que ambos heridos perdiesen mucha sangre. El padre Kleinsorge pensó en el señor Tanimoto y su barca, y fue a buscarlo. [68]

Cuando el señor Tanimoto llegó al banco de arena, dijo que transportaría con mucho gusto a los sacerdotes heridos y a sus portadores hasta donde pudiesen encontrar un camino llano. Los del Noviciado pusieron al padre Schiffer en una de las literas y lo subieron a la barca; dos de ellos fueron a bordo con él. El señor Tanimoto, que todavía no había conseguido remos, maniobró la pértiga aguas arriba.

Media hora después el señor Tanimoto volvió y, muy excitado, les pidió a los otros sacerdotes que lo ayudasen a rescatar a dos chicos que había visto en el río con el agua hasta el cuello. Un grupo fue y los recogió: eran dos niñas que habían perdido a su familia: ambas estaban muy quemadas. Los sacerdotes las acostaron en el suelo junto al padre Kleinsorge y luego embarcaron al padre LaSalle. El padre Cieslik pensó que él podría ir hasta el Noviciado a pie, de modo que subió a bordo con los otros. El padre Kleinsorge estaba demasiado débil; decidió esperar en el parque hasta el día siguiente. Les pidió a los hombres que volviesen en una carreta para poder llevar a la señora Nakamura y a sus hijos hasta el Noviciado.

Hiroshima (John Jersey)Where stories live. Discover now