Desnudista.

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[HISTORIA #2]


Que tonta se veía, que patética había sido por haberle creído. Ella no estaba destinada a nadie, ni nadie sería su destinado, Analia estaba más que direccionada hacía el camino oscuro, rocoso y pútrido de la vida. Aquella chica, de cabellos cortos y finos, bailaba en clubes de Las Vegas pero que ganaban poco, siempre había algún pobre diablo que caía por su belleza.

No era fea, tenía un cuerpo normal, trabajado pero no tanto. Algunos tatuajes en sus brazos, costillas y cadera, todos decían que los ojos de Lia eran lo más hermoso de ella no sus pequeñas manchas en su rostro ni sus labios, no, sus ojos eran de un azul oscuro que parecían el mar griego. Sin duda atrajo la atención y más en aquel ámbito. Fue considerada la joya del lugar.

Ella empezó muy joven en aquellos lares y sin duda muchos querían acercarse a ella de todas las maneras, pero la chica era más lista o lo era hasta que llego él. Un hombre alto, con traje negro y corbata roja desarmada, sin duda tenía la pinta de ser un exitoso empresario, el primer momento en que sus ojos se conectaron sintió un bello escalofrío recorrerle la espalda. Él se dedico a mirarla, no se acercaba ni emitía expresión alguna y eso solo aumentaba los sentimientos de la pobre chica.

Las veces que aquel misterioso hombre venía al club, trataba de sacarle alguna expresión con movimientos, gestos, bailes pero nada, el hombre se mantenía impoluto. Hasta que hubo un día en que luego de haber terminado su jornada salió por la puerta de atrás que daba a un callejón para irse a su casa. Vestía simples jeans gastados y un sweater gris de lana, nadie sospecharía de quien era. Caminaba tranquila, relajada, nada la perturbaría pero lo hizo un mercedes negro que arribó a su lado.

Era él.

– ¿No eres la chica del club? – Ella no se giro, se hizo la sorda y siguió. Pero él no la dejo.

Se bajó y la tomó del brazo. Aquella chica siempre estaba en su mente desde la primera vez que la vio hace un mes, sus movimientos, el tatuaje del cerezo en su cadera que se movía a su compás. Miles de veces se la imagino en su cama, derritiéndose en sus manos y miles de veces la quiso encarar pero a la verdadera ella, no la bailarina de un club de mala muerte en la ciudad del pecado.

– Seguro te confundes de chica. – Ella le dio una sonrisa amable y trato de zafarse pero fue en vano, el maldito era fuerte.

– Reconocería esos hermosos ojos en cualquier parte del mundo. – Se le acerco y pudo ver como ella se alejo, la espantaría, por lo que dejo solo un beso en su mano y la soltó. – Soy Landon Morris.

Lo dudo, pero aquel gesto tomo su corazón como rehén. – Analia Parnell.

Y allí empezó su historia, él se ganó su amistad y confianza de aquella chica y ella ganó la atención del cliente que tanto deseaba. Con el tiempo su amistad paso a más y terminaron saliendo, meses de hermoso noviazgo para que luego casi al completar el año Analia se encontrara con su novio cogiéndose a una de sus compañeras de trabajo.

Y ahí es en donde comenzamos, ella llorando en un sucio y asqueroso callejón, él echando a la mujer que lo había drogado solo para cogérselo y buscando a su chica. Lia no era idiota, toda su vida era un fracaso. Sin padres ni hermanos, estaba sola y sabia que viviría sola siempre.

Cuando Landon la encontró no supo qué hacer, aquel cuerpo pálido y sin vida no era su Lia, la que sonreía y se reía de sus malos chistes. No, aquella Analia no estaba más, en su reemplazo estaba un cuerpo ensangrentado con cortaduras en sus brazos, las lagrimas no tardaron en salir.

La policía cuando llego al lugar de los hecho solo encontró a un hombre llorándole a unas cenizas y gritando un nombre, lo buscaron pero nadie sabía sobre una tal Analia Parnell ni siquiera el club en el que supuestamente bailaba ni la compañera con la que se acostó el señor Morris.

Lo lamento cariño, pero este mundo es demasiado cruel para mí y tú eras demasiado irreal

Pequeñas Historias.Where stories live. Discover now