XV: Bastardos necesitados de amor.

1.7K 158 34
                                    

James cruzó por la puerta de entrada del Jackie's Saloon rezando todo lo que sabía. Podía suceder de todo aquella noche y tenía el presagio de que ninguna de las ideas que se le pasaban por la cabeza eran buenas. Al menos esperaba que Anne no estuviera trabajando esa noche.

Pero en cuanto pisó el suelo del local, se percató de lo poco probable que sería aquello. El lugar estaba a reventar, apenas había mesas libres. ¿Cuándo fue la última vez que estuvo tan lleno? Paseó su mirada por los alrededores, reconociendo un par de caras y no sonándole otras muchas. Tyler le hizo señas desde una mesa, cerca del escenario. Increíble que hubiera conseguido esas vistas sabiendo que no cabía ni un alfiler más allí.

— ¿Estás seguro de lo que estás haciendo? —preguntó Devlin, mordiendo el interior de su mejilla, nervioso perdido.

— ¡Claro que sí! Mira lo bien que se lo está pasando El Gordo —susurró, señalando cómo Bridget daba palmas al son de la música mientras contemplaba el baile que estaba teniendo lugar en el escenario, a varios metros de él— Y de su abogado mejor no hablamos.

Douglas, quien sorprendentemente ya llevaba una bebida en la mano, intentaba colar un billete de cinco dólares con la boca en el elástico de los pantalones de una camarera.

James pudo respirar algo más tranquilo ante semejante imagen. Si todos se lo estaban pasando en grande, no había motivos para que nada saliera mal. Ni siquiera su padre podría echarle nada en cara.

Su padre. Otra de sus preocupaciones. No sabía qué demonios hacer al respecto. ¿Contárselo a su madre y romperle el corazón? ¿Hablar primero con Joseph, soltarle lo cerdo que era y esperar que entrase en razón? No sabía cuánto tiempo hacía que le era infiel a su madre, ni siquiera si Caroline alguna vez sospechó algo.

Se presionó las sienes con ambas manos y se disculpó para ir hacia el cuarto de baño.

Abrió el grifo del lavabo y puso las manos a modo de cuenco bajo el agua fría. Se las llevó a la cara, restregándose con ganas. Tal vez así podría evitar el inminente dolor de cabeza del que presentía que iba a ser víctima. Hacia mucho tiempo que no se sentía tan estresado en un sólo día.

De repente, unas manos rodearon su trasero y agarraron sus nalgas con fuerza.

¿Qué mierda?

James dio un respingo. Impresionado, hizo de su mano derecha un puño, listo para hacer uso de ella contra quien quiera que hubiera osado a abusar de ese modo de él.

— Buenas noches, señor Devlin.

La persona con la que se encontró al otro lado no fue un bastardo borracho con ganas de probar su sexualidad. Sino la chica más ardiente que había conocido nunca.

Anne le sonreía lateralmente desde el espejo, aún sin despegar las manos de su trasero.

— Qué grata sorpresa, señor Devlin. ¿Se puede saber qué es lo que le ha traído esta noche aquí?

Que lo tratara de usted ponía en juego la estabilidad de sus rodillas. Y, a juzgar por su sonrisa picarona, lo sabía de sobra.

— Negocios —ella alzó una ceja sugerentemente, acto que vio James a través del espejo. Parecía que preguntase: ¿Así lo calificas ahora?

— Ya veo que no puede vivir sin mí. Y me siento halagada, de veras. Pero sus dotes en la cama son tan nefastas que me he visto en la obligación de tomar la decisión más difícil de mi vida —masculló Anne con tanta sinceridad fingida que James comenzó a tragarse su discurso.

Amor y otras enfermedades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora