Muriendo

271 5 1
                                    



Despertar e intentar dormir, intentar descansar tan solo un poco, pero eso es lo que menos ocurre en ese momento, en el momento menos indicado, pero en el más frecuente, empiezan a llegar miles y miles de pensamientos a tu confundía y estúpida cabeza, vuelves a pensar en acabar contigo y la vez como la mejor opción, te das cuenta que hay más razones malas que buenas y eso no ayuda mucho, y al final no se oye tan terrible como antes. Después de tantos intentos no lo lograste, solo hiciste lo de siempre, quedarte pensando viendo la ventana congelada y empañada por el rocío, imaginando esperanzado que algo cambiaría, ver cómo pasa la noche y nace el sol en los rincones del cielo aun un poco oscuro. Empieza un nuevo día.

No quieres felicidad, ya es muy tarde para eso, solo un poco menos de dolor, solo un poco de calma.

Luego enciendes el condenado televisor y ves a los hombres más guapos jugado futbol, tocando guitarra, en realities en los cuales parecen retrasados... pero retrasados felices, vez gente ganando premios, siendo adorada y amada. La peor parte es cuando presentan las ciudades más hermosas y perfectas, finalmente terminas apagándolo y volteando a ver tu hermoso chiquero. Recordar esto me entristece un poco, me entristece porque no puedo fingir que es mentira, entonces te terminas dando cuenta que no es dónde vives, no es el lunes que te trae mala suerte, no es el televisor ni la gente de afuera... Eres tú y tu asquerosa existencia que te consume poco a poco.

Después llega la hora de comer, todo sabe a cartón pasas días enteros sin comer y otros comiendo en exceso, a veces vómito y luego caigo inconsciente al helado suelo, como si nada pasara, el helado de vainilla con chispas ya no sabe a alegría ni felicidad empieza saber a tristeza y derrota, todo eso empieza a perder sentido, lo único que quiero en ese momento son un montón de calmantes para volver a descansar.

Después de la simple y asfixiante rutina llega ella, mi hermosa, dulce y tierna esposa, casi todos los días con el mismo tono alegre pregunta:

- ¿cómo estás?

-bien-respondo casi siempre.

Porque después de tantas veces haberla visto sufrir, ver su rostro apagado y triste, más que triste preocupado, después de recordar todo eso mejor lo reprimo como un torniquete que evita que se desangren mis sentimientos, prefiero que se crea la mentira perfecta de que estoy bien y no pasa nada malo, que no hay dolor dentro, pero ella me conoce tan bien que sabe que no es así. Y al final termino cediendo, al final me convence. Ella hace que olvide todo esto, la amo, estoy muriendo, pero aun así lo diré, la amo.

Cuando vuelvo a estar solo, veo a mi perro, el me ve a mí, tal vez se pregunte ¿qué estoy pensando? si me entendiera le diría que nada, simplemente nada. Solo dejo mi mente en blanco y disfruto del abrumador silencio, de la constante brisa helada y una taza de café sin azúcar, solo estaré en calma hasta tocar fondo o hasta que todo mejore, pero creo que esto es un abismo infinito. 

Cuando las mariposas dejaron de volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora