Día 1

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Kaoru se había equivocado, Onodera Ritsu no había sido la única orden de Ryuichiro utilizando su apellido en Marukawa. La primera había sido, unos diez años atrás.

La gran contradicción de Ryuichiro, sería que cualquiera lo tomaría por alguien lleno de amigos, que se dedicaba ir a fiestas y a gozar de un dinero y una posición que simplemente tenía por el hecho de existir. Era fácil pensar así, por lo bromista y simple que podía llegar a ser, sin embargo el moreno tenía en realidad muy pocos amigos. A escasos meses de haber ingresado como editor a Marukawa, ya se había creado varios enemigos entre sus senpais, de sus compañeros del instituto, a pesar de que siempre lo atosigaban, nadie le hablaba para salir, pero mientras estudiaba siempre estaban tras él pidiendo que les ayudara con sus textos, o corregir sus tesis.

Y del fanfarrón del que muchos lo tildaban, no había nada en esos momentos. Sábado por la noche y estaba aún en la editorial, siendo hijo del dueño, tenía la facultad de quedarse si se le daba la gana. Le gustaba quedarse solo, sin miradas que lo estuvieran juzgando. Los escritores a su cargo, le tenían cierto aprecio. Habían pasado por muchos otros y cuando les anunciaron que serían editados por el hijo del dueño, recién egresado...pues bueno, a muchos se les había ocurrido como una forma "disimulada" para deshacerse de ellos. Y ahora no querían a nadie más que él para que los editara. No había algo más erróneo, que pensar que las primeras impresiones son las que cuentan.

Asahina estaba en una cena con su padre, el corazón se le oprimió al pensar en ello. Amaba a su padre pero detestaba el hecho que el castaño estuviera enamorado de él y ... absolutamente no era competencia para su padre. Lo admiraba, Kaoru admiraba a su padre. Todas sus sonrisas eran para él, se notaba lo feliz que era de servirle. Y lo irritable que se volvía con él, lo exasperaba, del castaño sólo podía obtener el ceño fruncido, los ojos cargados de fastidio...el reproche cansado. Suspiró dejando a un lado el escrito de Mai, sería injusto para ella seguir leyendo así como estaba. Desde hacía media hora que la esposa del samurái no le decía nada, a pesar de haber leído tres veces el mismo párrafo y no era culpa de la redacción.

Se levantó tomando el abrigo para colgárselo y sacó del cajón unos guantes. Afuera nevaba. Podría ir a tomar algo pero se conocía bien y sabía que con dos copas ya estaría cayéndose de dormido o diciendo incoherencias. Últimamente se le hacía más difícil, tal vez...si fuese escritor, su Kaoru volteara a verlo. Alguien digno de admirar. Pensó en ello y un pequeña mirada de desdén falsa se dibujó en su rostro.... "vaya idiota que es Kaoru.... Y por qué tengo que esperar que me admire, soy.... Buen editor, hago las cosas bien. Creo que es suficiente" y el sentimiento verdadero se asomó de golpe. Tristeza.

Dejó sus pensamientos sobre Asahina, su padre y a la esposa del samurái mientras abandonaba el edificio para ir hasta la estación del metro. Las mejillas se le enrojecieron del frio y sus dientes chasquearon. Por unos minutos se quedó tiritando con las puertas de la editorial a su espalda "si no me muevo se me va a congelar la sangre" " ¿A quién se le ocurre la cerveza en una noche como esta...mejor llegó a casa y pido a Shiori-haha que me preparé un chocolate caliente" .

Se detuvo antes de entrar a la estación. Había un hombre vendiendo castañas, aferrado a mantener el fuego. Un niño de diez años se encontraba echo un ovillo sentado a su espalda, estrujando un abrigo roído, el pequeño lo miró con altivez.

- ¿A cuánto las castañas? - preguntó apartando la mirada del niño.

El hombre, de unos cuarenta años pensó, le contestó con voz cansada. Ryuichiro hizo una operación mental, el precio, si vendiera todas las castañas no era ni la mitad del sueldo diario más bajo en la editorial. Observó el costal y notó que la venta no había ido bien el día de hoy. Hacía frio y seguramente la nieve arreciaría más tarde.

El osito de KaoruWhere stories live. Discover now