Incertidumbre

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Los libros de Banana Yoshimoto los definía en una sola palabra, "natsukushi". Cada vez que leía una de sus creaciones, el heredero del grupo Marukawa sentía una suerte de melancolía. Tenían un sabor particular a ramen y ojos llorosos, a tristeza y fortaleza en cada sorbo.

Cerró el libro perdiéndose otra vez en aquellas imágenes y la lluvia no ayudaba mucho a cambiar la atmósfera. Isaka Ryuichiro se encontraba en la oficina terminando de corregir el manuscrito de Mahoko, nombre real de la autora. No había mucho que editar en realidad.  A pesar de ser el presidente de la editorial que fundara su padre, muchos autores aun pedían ser editados por él, algunos nuevos y otros que habían estado con él desde que era un editor más en la nómina de la empresa. El reflejo en la ventana mostraba una sonrisa distorsionada debido a las pesadas gotas que se arremolinaban en el cristal. La lectura le había recordado aquella ocasión que leyó la opera prima literaria de Usagi-sensei, la contundente realidad , de que él no poseía el arte para provocar toda esa horda de emociones, le había hecho desechar el deseo de ser escritor y sin ningún tipo de celo, había apreciado la mano de Akihiko por lo que era, como lo hacía ahora con Yoshimoto.

Suspiró profundo, como queriéndose vaciar en el acto. Una de las muchas cosas que había aprendido de Asahina Kaoru en los tiempos que era su senpai, fue que un buen editor nunca coartaba el alma del escrito, ahí radicaba la esencia de su profesión. Su senpai, su secretario y su amante, Asahina Kaoru. Frunció el ceño, depositando toda la carga de ansiedad acumulada. Banana le había hecho poner atención a una pequeña duda que hace días le había estado molestando y que ahora, a las casi cuatro de la mañana de un jueves, le resonaba estruendosa opacando el ruido de la lluvia y a un edificio en total silencio. Ella narraba la vida de una pareja que había encontrado a la costumbre abrazando su relación y como los actos cotidianos habían transformado la vivaz y apasionada vida que tenían en común, en algo que destilaba melancolía.

Se dejó caer por completo en la silla, un pequeño ruido de queja se escapo del inerte mueble y con sus piernas sobre el escritorio , se envolvió en el torrente ansioso y autoconcluyente de sus pensamientos. ¿Qué se pensaba el idiota? lo había corrido de su casa, a él. Él, que en primer lugar era su jefe y en segundo pero más importante la persona que decía amar. 

 Y sus palabras   "le veo todos los días en la oficina, todo el día, déjeme respirar". Entrecerró los ojos con esa expresión que avisaba a cualquiera que era mejor no acercarse si valoraba su vida y luego en los ojos violetas se depositó la tristeza más cruda. Desde que se había convertido en presidente, su relación en el modulo de jefe-secretario había opacado el de amantes.

"Idiota, todos los días...ah...como si pudiéramos besarnos en la oficina"

" besarnos"- no lo hemos hecho desde -su voz se escuchó en un murmullo.

En la oficina solo trataban asuntos de la editorial y después de esas horas, cenas y alguna entrevista, nada relacionado a ellos. Las ultimas veces se había invitado a casa del castaño el mismo. En esas escasas horas que solo era él, lsaka Ryuichiro, con el nudo de la corbata flojo o ya sin ella, desfajado y queriendo compartir los momentos de un agonizante día con el ser que amaba con todo lo que era y con todo lo que significaba ese sentimiento. 

Pero Asahina en el último mes no le había invitado personalmente y parecía que le molestaba hacer lo que antes no le incomodaba. Le pedía secarle después de bañarse desde que lo recordaba ¿acaso el otro no se daba cuenta? que no se trataba de que fuese un inútil y que no pudiera hacerlo si no que en un principio, antes de la confección, era una forma inmadura de expresar lo que sentía, que lo pedía porque era él, Asahina. Así creía lo retendría y ahora a sus treintaidos años con una relación seria, era porque tenía la idea estúpida de estar creando un juego, un ritual entre dos amantes. Si un juego en el que solo era uno el agraciado. ¿Acaso lo había asfixiado? Si, él era asfixiante. Después de todo, en realidad él nunca había hecho algo por el otro, pero Asahina siempre. Se había cansado de él y Kaoru con su rectitud no encontraba la forma de decirle. 

El osito de KaoruWhere stories live. Discover now