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Magnus Chase y el martillo de Thor.

Capítulo 6.

[...]

La comadreja empezó a transformarse. Había escuchado demasiado sobre este nuevo recluta siendo todo tipo de monstruos que medio esperaba que se convirtiera en un cadáver viviente como la diosa Hel, o una versión más pequeña de la serpiente de mar, Jormungand. En lugar de eso, el animal se convirtió en un adolescente normal, alto y larguirucho, con un cabello rizado teñido de
verde, y negro en las raíces, como si un montón de mala hierba se hubiera levantado del césped.

El pelaje marrón y blanco de la comadreja se convirtió en ropas de color verde y rosa: unos high-tops maltratados de color rosa, ajustados pantalones de pana de color verde lima, un chaleco suéter lleno de diamantes de colores rosa y verde sobre una camiseta blanca, y otro suéter de cachemira rosa envuelto alrededor de la cintura como si fuera un kilt. Ese vestuario me recordaba a un bufón multicolor, o la coloración de un animal venenoso que le dice a todo el mundo: ¡Tócame y te mueres!

El recién llegado me miró, y olvidé cómo respirar. Era el rostro de Loki, sólo que más joven—la misma sonrisa irónica y rasgos agudos, la misma belleza sobrenatural, pero sin las cicatrices en sus labios o las quemaduras de ácido que le atravesaban la nariz. Y esos ojos—uno era
de color marrón oscuro, el otro de color ámbar pálido. He olvidado cual es el término para tener ojos con diferentes colores de irises. Mi madre probablemente lo hubiera llamado: ojos de David Bowie. Yo lo llamo: algo totalmente desconcertante.

¿Lo más raro de todo? Estaba bastante seguro de que yo había visto a este chico antes. Si, lo sé. Estás pensando que un chico como este destacaría. ¿Cómo es que puedo no recordar exactamente donde se habían cruzado nuestros caminos? Pero cuando vives en las calles,
la gente de aspecto salvaje es normal. Sólo las personas normales destacan como extraños.

El chico le dio una perfecta y blanca sonrisa a T.J., aunque no había ninguna calidez en sus ojos.

—Apunta con ese rifle hacia otro lugar, o voy a envolverlo alrededor de tu cuello como si
fuera una corbata para lazo.

Algo me dijo que esa no era una amenaza vacía. El chico realmente podía saber cómo atar una corbata para lazo, lo cual era un conocimiento arcano muy aterrador.

T.J. rió fuertemente. También bajó su rifle. —No tuvimos la oportunidad de presentarnos anteriormente, cuando estabas tratando de matarnos. Yo soy Thomas Jefferson, Jr. Estos son Mallory Keen, Halfborn Gunderson y Magnus Chase.

El recién llegado se limitó a mirarnos. Finalmente, el cuervo graznó irritado.

—Sí, sí, —el chico le respondió al ave. —Como dije antes, estoy más en calma ahora. Ustedes no me confundieron, así que todo está genial.

¡Screeeak!

El chico suspiró. —Bien, me presentaré. Soy Alex Fierro. Encantado de conocerlos a todos, supongo. Sr. Cuervo, puedes irte ahora. Prometo no matarlos a menos que tenga que hacerlo.

El cuervo sacudió sus plumas. Él me miró mal con su ojo, como diciéndome: Ahora es tu problema, amigo. Entonces voló.

Halfborn sonrió. — ¡Bueno, todo está arreglado! ¡Ahora que has prometido que no nos matarás, vamos a matar a otras personas!

Mallory cruzó sus brazos. —Él ni siquiera tiene un arma.

—Ella, —Alex le corrigió.

— ¿Qué?, —le preguntó Mallory.

—Dime ella—a menos que, y sólo sí, yo les digo lo contrario.

—Pero….

— ¡Y vaya si lo es!, —T.J. la interrumpió. —Quiero decir, una ella. —Él frotó su cuello como si todavía le preocupara que le pusieran su rifle como corbata de moño. — ¡Vamos a la batalla!

Alex se levantó.

Admito que yo la estaba mirando. De repente toda mi perspectiva había sido cambiada de adentro hacia fuera, como cuando miras una foto con una mancha de tinta y sólo ves la parte negra.

Luego, tu cerebro invierte la imagen y te das cuenta de que con la parte blanca forman una imagen
completamente diferente, a pesar de que nada ha cambiado. Si era Alex Fierro, sólo que con los
colores rosa y verde. Sólo un segundo atrás, había sido muy evidentemente para mí de que él era un chico. Ahora era muy evidente de que ella era una chica.

— ¿Qué?, —ella me preguntó.

—Nada, —le mentí.

—Nada, —le mentí

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