Capítulo seis.

Começar do início
                                    

Yo asesinaría a Leonardo Evans costase lo que me costase.

¿Que por qué hacía lo que hacía? Porque quería acabar con el hombre que arruinó mi vida. El plan siempre fue ese, y aunque ahora sea un hijo de perra por haberme vuelto igual de jodido y malvado que él, y hubiese perdido al amor de mi vida para siempre, ese era mi plan, mi maldito legado. Me levanté del sofá con cuidado y comencé a dar vueltas, no podría conciliar el sueño, lo sabía. 

Mis padres, mi hermana, ellos eran mi motivo para luchar. Porque ellos no morirían en vano, eso jamás. 

No era tan malo como comentaban, no estaban tan jodido, sólo estaba enamorado.

Y aunque alguna vez en el pasado mi amor por Skyler casi me cuesta la vida, no podía darme el lujo de que eso sucediese dos veces. Simplemente no podía. Pero tampoco podía dejarla, ella era como una droga para mi, y estos años había estado en rehabilitación, pero quería caer.

No me había dado cuenta en el minuto que ya estaba observándola desde la penumbra de su habitación. Sonreí. Su habitación estaba decorada con cuadros tenues, y la pintura blanca hacía que se viese muy bien con ella. No era para nada parecida a la habitación de la antigua Skyler.

—Mi cielo—susurré.

Amaba lo mucho que había crecido, que fuera feliz, que estuviera cerca de Debbie todo este tiempo, que haya dejado de llorar por mi cada noche hasta las tres de la mañana. Mis ganas de verla segura, viva, a salgo, superaban todo lo demás. ¿Qué tan jodido debes estar para enamorarte de tu arma de autodestrucción?

Había sido su guardaespaldas, ahora sólo era alguien a quien ella detestaba. Y lo entendía perfectamente. No me había ganado el cielo estos cuatro años, usurpando en la mafia, en los peores lugares con tal de conseguir aliados que se jodieran a Leonardo tanto como yo quería joderlo.

La luz de la luna iluminaba su habitación, ella respiraba pausadamente, quieta, tranquila. Me acerqué a ella como un alcohólico a una botella de ron, suplicante, necesitado.

Su largo cabello caía por sobre la almohada, me fijé en su rostro, ella ya estaba grande. Una punzada de dolor se coló en mi pecho, joder, la extrañaba tanto. La acaricié, sonrió ante al tacto y abrió los ojos, sobresaltada. Me alejó de ella rápidamente y se puso de pie, quise reír al darme cuenta del pijama que traía puesto, y la forma en la que intentaba cubrirse.

Oh vamos, yo conocía su cuerpo mejor que ella  misma.

—¿Qué coño estás...?

—Por favor—le dije. —Por favor olvida todo por esta noche. 

Ella pareció confundida, quería explicaciones, lo sabía. Pero aún no era el momento, no podía dárselas. 

  —Adam, por Dios, ¿En qué estás pensando?— susurró, mirándome a los ojos. Bajó la mirada hacia mi abdomen, estaba descubierto y sabía cuánto le gustaba.

—En ti—me acerqué peligrosamente, y ella retrocedió el paso hasta que su espalda chocó contra la dura pared de su habitación—, sabes que siempre pienso en ti.

Estaba siendo sincero por primera vez en muchísimo tiempo, había estado en las sombras demasiado tiempo, y ya no podía aguantar las ganas de sentirla, realmente no podía. Y sabía que ella me quería, porque joder, sus ojos no mentían.

BODYGUARD  Onde histórias criam vida. Descubra agora