- Después, podrás decidir tú qué hacer con esto que tenemos, ¿vale?

- Pero es que yo ya sé qué quiero hacer, yo no quiero terminar con esto por si a caso, me parece una bobada.

- Bueno, ¿me dejas hablar y luego decides, por favor?


El tinerfeño ya no sabía qué más hacer para que su amigo se callara, así que se acercó un poco más a él, mirándolo muy fijamente con gesto serio, haciendo que Raoul entendiera y asintiera lentamente.



- Yo... Solo me he enamorado una vez en mi vida. - Dijo, primero mirando a los ojos ya más calmados del más pequeño y bajando un segundo más tarde la mirada, por vergüenza.


Definitivamente, aquella no era la noticia que esperaba recibir el de Montgat. Se quedó de piedra.
No pudo más que soltar la única pregunta que le rondaba en la cabeza mientras el de piel morena seguía escrutando sus expresiones.


- ¿Cu-cuando? - Se arrepintió de haber formulado aquella interrogación en cuanto terminó de salir de su boca. ¿Y si le respondía que hacía años? ¿Qué haría si no era él? Por dios.


- Eh, muchacho, relájate. - Sonrió el de Adeje, al ver a su compañero visiblemente nervioso. Le pasó una mano por el muslo, ahora ligeramente girado hacia él. - Esto... A los 22.


Entonces, Raoul soltó todo el aire de sus pulmones, como si llevase meses conteniendo la respiración. Pero aún no se quería ilusionar, puede que ahora le viniese con una de sus explicaciones: que estaba enamorado de la música, de sus fans, de su perra... De cualquiera que no fuese un criajo rubio de metro y medio con la mandíbula cuadrada.


- Pero tu cumpleaños es en octubre.


- Te has dado cuenta tú también... - Sonrió de nuevo el moreno, pasándose la mano por la nuca.


- En octubre entramos en OT. - Continuaba rumiando en voz baja el catalán.


- Sí.


- Y estás enamorado de una persona.


- No, de un mono. - Bromeó.


El canario tenía los labios fruncidos de lado, posando su mirada entre las manos, ahora colocadas encima de las del otro chico, jugando con ellas.
En cierto momento decidió volver a mirar a esos ojos llenos de luz que le contagiaban hasta las ganas de vivir cuando más falta le hacía.


- Pero... Tú solo has estado conmigo.- Volvió a la carga Raoul. No sabía por qué dudaba, si lo tenía clarísimo. - ¿Ver-... verdad?

- Sí, lobito. Solo he estado contigo.

- Entonces, estás enamorado de... - No podía terminar aquello sin que una sonrisa mordida le enchinara los ojos.

- De ti.


Lo siguiente que sintió Agoney era la falta de aire. Pero no por el agobio, sino porque tenía un cuerpo encima del suyo, apretándose muy fuerte, dándole besos cortos en los labios, la nariz y la frente.


- ¿Y esta alegría? Ni que te hubiese dicho que te voy a firmar un contrato con una productora, muchacho.


Aunque la verdad era que él también se sentía mejor después de haberse confesado.
A veces no hacía falta expresarse en voz alta, pero, en aquella ocasión, era lo mejor que podía hacer.
Y eso debió pensar el rubio, porque se subió al barco de las confesiones.



- Entonces ya puedo decírtelo.- Se separó un poco Raoul.


- ¿Decirme qué? - Ahora el ceño fruncido era de pobladas cejas negras.



Los labios carnosos y rosados del catalán suspiraron profundamente, llevados a susurrar en la oreja bronceada que ahora tenía cada vez más cerca.


- Lo mío fue amor a primera vista. Llevo meses enamorado de la mejor persona del mundo. - Los ojos cerrados de Agoney, y la boca del rubio dejando pequeños besos en el lateral de su cabeza, en el pelo, en el cuello. - Verás... Es un chico moreno. Un poco más alto que yo. Con los ojos negros y las cejas perfiladas. Tiene un lunar en la nariz. A él no le hace demasiada gracia, pero yo creo que completa el conjunto de la forma perfecta de su cara. Sobre todo si lo sumas a esos ojos... Dios. Me perdería en sus ojos para siempre. Además... - Se levantó un poco para secar las lágrimas que ahora corrían por las sienes de su chico. - Es una persona tan buena, tan pura, que nunca voy a permitir que nadie le haga daño. Porque se merece ser tan feliz como él quiera. Y creo que ya es hora de que acepte que, a parte de ser perfecto físicamente, lo es de corazón. - Los párpados de pestañas largas color azabache se abrieron, dejando ver unas pupilas tan oscuras como un cielo sin estrellas, un agujero negro por el que se dejaría consumir a cualquier precio.- Me enamoré por primera vez a los 20 años, antes de darme cuenta de que aquello era amor y sin querer. - Se enderezaron ambos, quedando sentados. El rubio con las piernas abiertas encima de su chico, abrazando su cuello con fuerza. - Porque yo no quería amarte Agoney. Porque no te conocía de nada, ni si quiera te caía bien. Pero no me dejaste alternativa.



- Eso último suena fatal pollito. - Se rió con los ojos aún mojados el canario.


- Me da igual. Es lo que sentí, y quería que lo supieras.


- ¿Seguro que es amor?


- No, es una obsesión.


Ambos rieron con sus frentes apoyadas.



- Entonces... ¿No lo dejamos? - Preguntó para asegurarse el pequeño lobo, porque así era él.


- No, idiota.



- En serio... Te quiero muchísimo Mickey. No veo un día de mañana sin ti. - Resumió el de piel blanquecina.


- Ni yo. Te quiero, chiquitín.


El sello de sus labios, roto hacía meses, cambiaba poco a poco. Tornándose en algo mejor, en algo que completaba a la pareja hasta hacer que sintiesen que eran uno solo, sin necesidad de decir nada más.

1; 22 - [RAGONEY]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt