Capítulo 3: Pasión

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Julián está al tanto de lo que ocurrió con Amelia pero prefiere estar en silencio y disfruta de su taza humeante de café. A petición de él salimos del periódico y cruzamos la calle para tomar un café en la cafetería que está al frente del edificio. Son las 7:43 de la mañana y poco a poco empiezan a llegar los empleados del periódico. La avenida donde está localizado el periódico es más frecuentada a las 8 de la mañana y ya se puede ver a estas horas como el tráfico de autos ha ido aumentado de manera considerable.

Terminamos de tomar nuestras tazas de café y volvimos a nuestros puestos de trabajo dispuestos a iniciar nuestra jornada laboral. Al llegar al piso donde me corresponde pude ver la figura de Amelia, ella me sonrió y actuaba como si nada había pasado entre nosotros dos. Tenía puesta una blusa rosada que agravaba su feminidad y como siempre no llevaba maquillaje. Desde donde se encontraba me dijo buenos días y se marchó.

Camino hasta la oficina del director pero luego de tocar varias veces la puerta me percato de que él aún no ha llegado. Me dirijo a mi escritorio pero no tengo nada que hacer a estas horas. Mi responsabilidad en el periódico consiste en revisar y arreglar las crónicas sobre crímenes que mis colegas realizan de manera individual y precisamente muchos de esos crímenes han sido fuente de inspiración para mis trabajos literarios. Algunas veces, cuando se lo pido a Rafael y éste cede, realizo un trabajo de campo sobre algún homicidio y voy directo hasta donde mi amigo Gustavo Garrido que trabaja en el Departamento de Policía de Las Llanuras. Mi amistad, relación o lo que fuese que Gustavo y yo tenemos, inició luego de una rueda de prensa que dio el Departamento de Policía, donde yo estaba presente, sobre un asalto a una agencia de seguros de la localidad y luego de ahí hemos mantenido un contacto constante tanto profesional como personal.

Empecé a organizar unos archivos de unas crónicas ya publicadas cuando Julián apareció delante de mi escritorio.

—Diego. —Dice mirando un punto fijo de la pared del fondo.

— ¿Qué pasa Julián?

— ¿Qué pasaría en el mundo, en lugar de robar carteras, se roban libros?

Esbozo una sonrisa y luego me paso la mano por la cara.

—Admiro la gran esperanza que tienes en este mundo pero eso jamás pasará.

Olvidé que Julián era un poco sensible a ciertos comentarios y muchas veces mi falta de tacto lo hacía sentirse mal, como ahora.

—Y las amistades ¿crees que sean duraderas en estos tiempos?

Julián siempre ha sido un hombre con una visión muy positiva del mundo y el amor que le tiene su esposa a él es un factor que influye mucho en su manera de pensar. Durante los años que tengo conociéndolo nunca lo he escuchado maldecir o hablar mal de alguien y aunque no es la persona más popular en el periódico nadie hablar mal de él. Es una persona libre de pecados delante de los ojos de mortales como yo.

—Las amistades —contesto— siempre han sido eternas mi querido amigo. —Le digo esto para que hacerlo sentir bien pero con el temor de que algún día mis palabras pierdan su valor.

***

María, la recepcionista del periódico, llegó hasta mi escritorio para informarme que Gustavo me está buscando. Julián, escuchó lo que ella dijo y rápidamente dijo:

— ¿Crees que tendrá una primicia para ti?

—No creo —respondí poniéndome de pie —no es el estilo de Gustavo. Lo que deseo es que no sea algo vinculado con la pelea de aquel bar donde estuvimos Amelia y yo, sólo falta que alguien haya muerto esa noche.

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